Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

El mentiroso - por Marisa

El día que regresó a casa, nos dijo sin ningún tipo de preámbulos: “Voy a ser cura”.
—¿Cura? Me parece que… para eso hay que estudiar.
—Bueno tía, ya veré como lo arreglo.
Con Roberto nos paralizamos del asombro.
Juancito salió rezongando: “siempre poniéndome piedras en el camino”.
¿Piedras en el camino?

Festejábamos los cinco años de nuestro sobrino. La hacíamos en casa porque teníamos un jardín amplio. Los chicos podrían correr y disfrutar a gusto. Yo estaba subida a la escalera. Colgaba los globos y las guirnaldas cuando sonó el teléfono. Roberto atendió y recibió la noticia. Mi hermana, la mamá de Juancito, había fallecido atropellada por un auto.
Después de papeleos y trámites interminables, logramos que la Justicia nos diera la patria potestad del niño. Era hijo de madre soltera y padre desconocido.
Nosotros, por propia decisión, no teníamos hijos, pero cómo dejarlo a la deriva.
La crianza fue complicada. Si le comprábamos caramelos de dulce de leche, los quería de menta. Si la remera era roja, la quería azul. Nos amenazaba con irse de casa si no cumplíamos con sus gustos. Así atravesamos la escuela primaria.
Fuimos a psicólogos para que nos orientaran. Nos indicaban que debíamos poner límites a su conducta y no tener miedo. Lo intentamos.
La escuela secundaria no fue mejor. Repitió segundo año y abandonó. Decía que nada útil le enseñaban.
“Si no vas, tendrás que trabajar” lo sentenció Roberto. Comenzó con un puesto de ayudante de limpieza en un supermercado.
Más de una vez no venía a dormir. Roberto lo descubrió en una esquina, en rueda con otros muchachos mayores que él. Bebían cervezas, hablaban fuerte, ojos vidriosos, exaltados. Roberto no se animó a sacarlo de allí. Vino llorando por no saber cómo rescatarlo.
Al día siguiente apareció Juancito. Aprovechó que estaba sola en la cocina, para confesarme que a veces no regresaba a dormir, porque se reunía con amigos que intentaban conseguirle un mejor trabajo.
—La noche no es buena… Si volvieras a la escuela.
—Tía, no rompás con eso otra vez. Ya te dije que no.
Un sábado almorzábamos en armonía Roberto y yo. Olvidábamos, aunque sea por un momento, las penas que nos causaba el sobrino. La policía irrumpió esa momentánea paz de la casa. Revisaron de arriba abajo la habitación de Juancito, también el resto de la vivienda. No encontraron más que ropa y una caja de meriendas que había usado en el Jardín de infantes. En su interior, una entrada de cine y un antifaz de color rojo. La entrada era de la última vez que había ido con su mamá. En cambio, el antifaz lo había comprado mi hermana, como suvenir para la fiesta de los cinco años.
Dieciocho meses de reformatorio y en la reincidencia del delito fueron veinticuatro meses de cárcel efectiva.
Siempre decía que era inocente, que lo confundían con otro tipo parecido a él. La justicia lo condenó por compra y venta ilegal de drogas.
Todos los sábados de los veinticuatro meses fui a visitarlo. Cada vez que pregunté por algún moretón o lastimadura que veía en la cara o en los brazos, recibía la misma respuesta: “Tropecé en el patio haciendo gimnasia”. Nunca vi que sus músculos se desarrollaran.
“Voy a ser cura” nos lo dijo cuando salió de la cárcel.
Bajo nuestra guarda terminó la escuela secundaria nocturna. Luego, se anotó para hacer cura.

Sentía que el vestido nuevo me quedaba mal y el peinado que me había hecho la Coqui se desarmaba. Era la primera vez que asistiría a una ceremonia de gala en la iglesia Catedral. Quería estar perfecta. Roberto no hablaba, estaba ocupado haciendo y deshaciendo el nudo de la corbata.
Verlo ahí, junto a los demás con las sotanas negras, hizo que mis piernas temblaran. Agradecí a Dios, una y otra vez, por semejante milagro.
Con una reunión en casa con un par de vecinos, celebramos el nombramiento: lo enviaban a un pueblo en Centroamérica.
A tres años de su partida, nos llegó una encomienda sin remitente. Contenía un diccionario de latín que le habíamos regalado, una sotana que enrollaba un paquete de papel metálico. El paquete envolvía varios fajos de billetes norteamericanos. También había una carta: “Queridos tíos: Gracias. Creo que pronto estaré con Dios.”
Fue la única noticia que hemos recibido de Juancito. La policía no ha logrado encontrarlo. Y Roberto, no deja de entregarse a las penitencias que dice le encomienda Dios. Todas las noches se azota la espalda.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

8 comentarios

  1. 1. Lucas dice:

    Hola Marisa

    Una historia muy bien estructurada. Cosa difícil para un relato que abarca una franja temporal tan amplia. El ritmo es adecuado y rápido pero sin llegar a marear o desorientar al lector.

    El personaje de “Juancito”, es un reflejo muy interesante de toda esa cantidad de jóvenes cuya existencia parece abocada a la destrucción. (¿Quizá por lo que les ha tocado vivir?).

    El final deja que pensar, y sobre todo, desencaja al lector (en el sentido de que apena), esa transformación sobre Roberto, el tío. Sumido en una especie de locura y/o desesperación tras esos años de descarriaje de su sobrino.

    Buen trabajo
    Saludos

    Escrito el 19 marzo 2017 a las 15:44
  2. 2. lectora70 dice:

    Hola Marisa!

    Gracias por comentar mi relato!

    Tu relato me ha gustado! La lectura es fluida. A través de los párrafos la historia va apareciendo y vamos conociendo a Juancito con todo detalle.

    Lo más impactante ha sido el final. No esperaba ese desenlace.

    Un saludo!

    Escrito el 20 marzo 2017 a las 09:56
  3. ¡Mis saludos cordiales, estimada Marisa!

    Me colé hasta este peldaño para disfrutar de tu relato. ¡Me fascinó! Literalmente cocinaste tus elementos narrativos con sabiduría y paciencia, añadiendo las 3 pizcas del reto con mucho estilo. ¡Bravo! Un final bien aplicado, de esos que particularmente “noquean” fulminantemente. Es cierto, no es fácil lograr desencajar al lector, y hacerlo con contundencia. Sobretodo porque uno no lo espera. ¡Mis respetos totales, colega!

    Escrito el 20 marzo 2017 a las 16:45
  4. Hola Marisa.

    Muchas gracias por pasarte por mi relato y comentar.

    El tuyo me parece que contiene una historia interesante. Te deja con un sabor en la boca de querer saber más. ¿Qué pasó con el muchacho?

    He de decirte que el principio me costó mucho de entender. creo que fué la frase: “Con Roberto nos paralizamos del asombro.” No acababa de ver quién era Roberto.
    Creo que deberías de haber acotado un poco más la franja temporal de la historia pues así habrías podido mostrar un poco más y contar un poco menos. Para mí eso es fundamental.

    En lo formal tienes algún que otro fallo fácil de corregir. Seguro que con la práctica tú misma te irás dando cuenta de ellos.

    Nos seguimos leyendo.

    Escrito el 20 marzo 2017 a las 22:25
  5. Vaya, una historia bastante profunda y lograda para ser así de corta. Me a parecido muy buena, me recordó un poco a un cuento que leí de un cura (aunque la temática es algo diferente). Lo cierto es que tiene varios giros interesantes e inesperados.

    Lo que no entendí muy bien fue la frase “Roberto, no deja de entregarse a las penitencias que dice le encomienda Dios.”

    Aun así de principio a fin ha estado muy bien. Saludos y gracias por tus comentarios en mi texto. Para la proxima vez tomare en cuenta las sugerencias. 😀

    Escrito el 21 marzo 2017 a las 01:00
  6. 6. Nora C.P. dice:

    Hola, buenas noches!
    Gracias por pasarte y comentar.
    Un relato muy bueno, lo único que me desconcierta es al principio cuando pones: “con Roberto nos paralizamos del asombro” No se entiende. ¿Quienes se paralizaron?
    El lo único que puedo decirte que desencaja, por todo lo demás es una pasada el desarrollo y tantas trabas que has conseguido que le de la vida en tan poco espacio.
    Saludos,
    Nora C.P. numero 54

    Escrito el 22 marzo 2017 a las 22:53
  7. 7. Osvaldo Mario Vela Sáenz dice:

    Que tal Marisa, muy buen relato.

    Debo comenzar con decirte que la introducción me pareció inentendible, tanto que me dije para mis adentros ¿de que se tratara la historia?
    Vaya sorpresa que me he llevado: con fineza de introducción fuiste llenando de datos los huecos que habían quedado Yyme encuentro con una historia la cual me aquejumbraba y deseaba una solución.
    Y vuelvo a repetir !vaya soluciona! el sacerdocio.

    Creo que por espacio la historia no da para más y el desenlace es algo precipitado y con poca fuerza. Yo extendería un final mas detallado, tienes un buen texto en ciernes.

    Te felicito y saludos.

    Escrito el 23 marzo 2017 a las 18:18
  8. 8. Laura dice:

    Hola Marisa.
    Tu relato me ha parecido muy bueno, aunque el final me resultó un poco demasiado brutal, no sé si me puedes entender.
    ¿Se trata de un mentiroso redimido?¿Se castiga por lo que ha hecho cuando supongo que tiene tanto bueno por dar?
    En fin, como que quedé helada con el final.
    En todo lo demás, coincido en felicitarte por lo bien llevado con la franja de tiempo tan amplia con tan pocas palabras.
    Excelente inclusión del antifaz y la entrada de cine!!!
    Hasta el próximo mes

    Escrito el 26 marzo 2017 a las 22:20

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.