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El mentiroso - por Otilia

Engañó, negó la verdad, fue cobarde y se mintió a sí mismo.

Ahí estaba, en la mejor casa de labranza “Los Anaya”, en el pueblo donde nacieron sus padres. Había quebrantado la ley por allanamiento de morada. Conseguirlo fue sencillo, solo necesitó actuar unos días como cualquier detective de novela.
Residían, la dueña, señora de ochenta años, con unos hábitos fáciles de controlar; y el servicio, un matrimonio de confianza.
Manuela decidió que el mejor momento para entrar era el sábado. A las seis, la doña junto al ama de llaves iba a misa. Luego, invariablemente, visitaban a la madre del cura, anciana impedida que acompañaban hasta las ocho.
Entretanto, el capataz, después de controlar que los mozos habían cumplido el trabajo, se dirigía a la taberna a jugar la partida, tomar un trago y hablar con los parroquianos. Regresaba a las nueve.

Se encaminó al salón, conocía la casa como si hubiese crecido en ella. Su madre, modista de la señora, le había hablado de las escalinatas de madera, del vestidor donde arreglaba los trajes, del dormitorio; alguna vez la recibió en la cama aquejada de jaqueca con un antifaz de raso negro, para no ser molestada por la luz.
El piano presidía la estancia. ¡No tenía que buscar más!
La tapa estaba llena de fotografías. Recordó las palabras de la madre «el portarretrato es de marquetería». En un segundo lo tenía en las manos. No robaba una joya, solo una fotografía de su padre.

Manuela tenía dos años cuando él murió. Acababan de instalarse en la ciudad y todo fue rápido. El padre encontró un buen trabajo pero enseguida enfermó y falleció.
Desde que tuvo uso de razón quiso tener información sobre su progenitor. Mareaba a la madre, a la familia y a todo aquel que le conoció, con una retahíla de preguntas sobre él. Guardaba como un tesoro sus únicas fotografías.
De familia humilde, fue un niño huérfano que creció feliz con los abuelos. Le contaron que en la escuela cuando el maestro no pudo enseñarle más, se lo llevaron los frailes. Estos de vez en cuando pasaban por los pueblos buscando jóvenes para su congregación, y aconsejados por los profesores, se llevaban los mejores.
En el colegio le dieron un hábito y un diccionario de latín. Trabajó duro, aprendió y maduró hasta saber que no quería ser fraile. El prior le mandó al pueblo; solo había dos formas de seguir estudiando, ser hijo de familia rica, o pobre con vocación.

Manuela guardaba estos recuerdos y forjaba la imagen del progenitor mientras seguía con estudios, amigos y diversiones. Pero no pasaba mucho tiempo sin mirar aquellas dos fotografías: una, la boda de los padres y otra, ambos con ella recién nacida.
Un día al volver de la universidad, tenía una sorpresa:
—Ordenando papeles, he encontrado estos de papá ―dijo la madre, dándole un sobre.
Emocionada miró los documentos, eran el carnet de identidad, el de conducir y la cartilla del servicio militar con una entrada de cine.
— ¡Qué pena! Es la misma ―se quejó, mientras analizaba las pequeñas fotos pegadas en los recuadros.
—Existe una cuarta fotografía. ―El anuncio la intrigó.
― ¿Dónde está? ¡Cuéntame!
―Fue en Melilla. Él cumplía allí la mili. Un día le llamó el Teniente Coronel del cuartel. Nervioso, se presentó y encontró al heredero de los Anaya. Este muy amable le estrechó la mano mientras se presentaba y le decía «paisano te invito a comer, charlaremos del pueblo y luego podemos ir al cine».
― ¿Y se sacaron una foto? —preguntó impaciente Manuela.
―Así es, solo la vi una vez. Al volver licenciado, la entregó de parte del teniente a su familia.
—Entonces, ¿está en la casa de los Anaya?
―Sí, tengo noticias que los abuelos se la pidieron para tener un recuerdo. Se negaron alegando que era la última fotografía del hermano militar, ya fallecido.
No había terminado de hablar la madre y Manuela ya pensaba como apoderarse de ella.
En unas semanas preparó el viaje. La tapadera era un yacimiento arqueológico encontrado cerca del pueblo. Se apuntó como voluntaria para hacer excavaciones y en el tiempo libre realizar las pesquisas encaminadas a lograr el objetivo.
¡Estaba conseguido! No sabía cómo iba a terminar la historia, pero ahora era feliz mirando absorta la cara del padre; decidió quitar el portarretrato.
En el reverso leyó la confesión de una verdad oculta, de un pecado secreto que ya nadie perdonaría.
«Querida hermana:
Ese joven es el hijo que repudié antes de nacer. Miguel».

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11 comentarios

  1. 1. Arnolodo Supiar dice:

    Querida Otilia:
    Enhorabuena por tu relato. Me lo he leído de un tirón y me ha parecido muy potente. El final es apoteósico. Se nota que escribes muy bien, tienes mucho oficio.
    Con todo respeto me gustaría hacerte una crítica por ayudar. Mi sensación es que sobran cosas que están bien pero que le quitan fuerza a la historia. Por ejemplo, la vida del padre, la escuela, los frailes. En mi opinión eso distrae de lo principal y debilita el relato. También lo del principio, lo de la planificación del “allanamiento”. Pero puedo estar equivocado. Solo es una impresión. Enhorabuena otra vez.
    Besos.
    Arnoldo.

    Escrito el 17 marzo 2017 a las 22:16
  2. 2. Isan dice:

    Hola Otilia:

    De cinco relatos que he leído hasta ahora, cuatro hablan del seminario. Parece que el latín se prestaba a ello.

    Al principio he dudado con la identidad de la persona ya que en el primer párrafo se dice “así mismo”, pero luego hablas de Manuela. Así que había que convenir en que se trataba de dos personas. Y no me ha resultado fácil desvelar la trama de quién es quién, será que estoy un poco espeso. De hecho me ha quedado la duda. La palabra abuelos de este párrafo “tengo noticias que los abuelos se la…” me ha despistado, así como la identidad de Miguel y quién es la hermana. No sé, no lo he visto muy claro ni siquiera en la segunda lectura.

    Lamento no ser en esta ocasión muy útil.

    Un saludo.

    Escrito el 19 marzo 2017 a las 17:22
  3. Hola Otilia.

    Muchas gracias por pasarte por mi relato.

    El tuyo tiene mucha fuerza, está muy bien escrito. Me ha gustado mucho que el ladrón solo quisiera ese tesoro entre todo lo que podía robar. Y el final, para nada predecible, le da un giro interesantísimo a la trama. ¡Enhorabuena!

    Lo único que yo quitaría es tanta explicación sobre cosas que adornan la historia pero que con menos también se podrían explicar.

    Nos seguimos leyendo.

    Escrito el 19 marzo 2017 a las 23:32
  4. 4. Otilia dice:

    Gracias Jean Ives por leer y comentar.
    Nos leemos.

    Escrito el 20 marzo 2017 a las 11:20
  5. Hola Otilia,
    Me sorprende que no tengas más comentarios porque has escrito uno de los mejores relatos de esta entrega en mi opinión. La historia podría ser el objeto de una novela, tanto es el fondo que tiene. Daría para desarrollar la vida de tres generaciones y de las allegadas y tendría interés. Tu historia tiene un interés emocional/romántico de una niña que busca a su padre, un interés costumbrista/sociológico por desvelar las costumbres de otra época, referirse al éxodo rural, a la pobreza, a la necesidad de alquilarse a familias ricas, a los frecuentes abusos sexuales que imperaban entre los ricos y las personas – mayormente mujeres- que dependían de ellos. Das la sensación de conocer bien la historia que relatas, el marco en el que sucede, la forma de vivir y de pensar de las personas. Entras en detalle y lo haces bien.
    una cosita sin mucha importancia te voy a señalar: “un día, al volver de la universidad, tuvo una sorpresa”:es mejor tiempo verbal.
    Un aplauso.

    Escrito el 20 marzo 2017 a las 22:06
  6. 6. Ratopin Johnson dice:

    Hola Otilia,
    Coincido con los demás en que hay exceso de cosas que podrían quitarse para quedarte una historia muy redonda. Detalles que quizá no aportan, como si te fueras un poco por las ramas. Y eso a veces despista al que lee. Así irías preparando mejor al lector para el final, que es muy bueno.
    Y me queda la duda, entonces el padre de Manuela era hijo del abuelo Anaya o de la abuela Anaya, entiendo. Al principio, cuando dices “Engañó, negó la verdad, fue cobarde y se mintió a sí mismo.”, ¿a quién te refieres?.

    Se te ve solturae en cuanto al uso del lenguaje, usas mucho vocabulario, y se lee muy fluido, pero es el contenido lo que no acaba de cuajar, en mi opinión.

    Saludos

    Escrito el 20 marzo 2017 a las 22:14
  7. 7. lectora70 dice:

    Hola Otilia!

    Gracias por comentar mi relato!

    El tuyo me parece muy interesante. Está bien escrito, con un buen planteamiento, nudo y desenlace. Has integrado perfectamente las palabras del reto.

    Lo único decirte que, al igual que a otros compañeros, me ha despistado el número de personajes. Al final he creído entender que el padre de Manuela se llamaba Miguel y era un Anaya.

    Felicidades!

    Escrito el 22 marzo 2017 a las 22:09
  8. 8. Otilia dice:

    Gracias Lectora70 por leer y comentar.
    Saludos.

    Escrito el 23 marzo 2017 a las 10:20
  9. 9. Roger/NHICAP dice:

    Hola Otilia,
    ¡Excelente! Desde que te descubrí, hace casi un año, me parece el mejor trabajo de los que has presentado aquí.
    Destaco el progreso en la consolidación de tu propio estilo, sobrio y claro, enraizado con el carácter austero de los castellanos, me refiero a los de mitad del pasado, tan bien representados por el gran Delibes.
    Me han encantado las descripciones, todas, incluso las prescindibles en un relato de tan corta extensión, con ese lenguaje cuidado y detallista que trasmite el cariño, y un conocimiento profundo, hacia la vida, e historias, de ese pueblo donde localizas la casa “Los Anaya”.
    Felicidades y hasta la próxima.
    Un abrazo

    Escrito el 23 marzo 2017 a las 13:15
  10. 10. Otilia dice:

    Gracias Roger por leer, comentar y sobre todo por los elogios.
    Luego pasaré por tu relato.
    Un abrazo.

    Escrito el 24 marzo 2017 a las 10:53
  11. 11. Laura dice:

    Hola Otilia.
    Me ha llevado más de una lectura tu relato.
    Es muy bueno, para desarrollar en todo una novela. La trama es muy densa creo para desarrollar adecuadamente en 750 palabras.
    Pero nada lo desmerece.
    Felicitaciones. Hasta el próximo mes

    Escrito el 28 marzo 2017 a las 11:16

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