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El Mentiroso - por Mª Jesús Hernando Navas

No estaba para carnavales, así que le dije a Teresa que mejor me quedaba en casa. Sin embargo mi amiga ignoró mis angustias y a los pocos minutos aporreó mi puerta con la fuerza de un huracán.
− ¿Qué haces aquí, como una alfombra apolillada?
–Estoy meditando −contesté quejumbroso, intentando darle lástima y ganar tiempo.
− ¡Anda menos autocompasión, siempre puede ser peor! No hay que amargarse, ya pasará, de otras más gordas has salido –me dijo, plantándose ante mí, vigorosa como un general de división.
Así que taciturno y con desgana, solo por no desairarla, me plegué a sus deseos. A la media hora, echaba de menos mis pantuflas, el silencio monacal de mi casa y sentía vértigo. Sin atreverme a confesar mi flojedad, musité.
−Hace un frío de narices, necesito algo calentito. Allí, mira, tu mesa preferida junto a la ventana, está libre. ¡Perfecto para ver todo el desfile a tu gusto!
Accedió remolona y mientras esperábamos su cubata y mi café con leche descafeinado, volví a mis preocupaciones. Por la confianza que teníamos, le rogué que hiciera correr la voz de que necesitaba con urgencia un trabajo porque, todo el día encerrado, se me estaba cayendo el mundo encima. De hito en hito, Teresa ojeaba el exterior, y en el momento más dramático de mi discurso, comenzó a reír mientras me indicaba con el dedo que mirara yo también.
Al otro lado del cristal, una gran boca con la lengua afuera parecía burlarse de mi… pero… no era posible…no podía haber escuchado mi cantinela, y… no conocía de nada a la persona que se escondía tras el antifaz. ¿O sí?
Miré con más atención y entonces reconocí las pupilas ambarinas de Mauro, mi vecino de escalera en la niñez y compañero de colegio después. Pasábamos las tardes en el descampado planeando como saltar la frontera invisible que nos separaba de la gran ciudad. Yo era su único amigo, los demás le llamaban ta-tauro por su tartamudeo. Sin embargo, su entusiasmo no tenía límites y yo le escuchaba alelado, como un devoto feligrés. Quería dinero y, a menudo se jactaba de tener tanto como para poder comprar una entrada de cine cada día. Aunque yo sabía que su cartera estaba tan vacía como la mía, sus fanfarronerías me transportaban a un mundo más soportable.
No me dio tiempo a invitarle a entrar, mientras levantaba la mano para hacerlo, se presentó ante nosotros y empezó a darme palmadas más que amistosas en la espalda y, a tropezones, nos contó lo bien que le iba la vida: Vivía rodeado de un enorme jardín; se dedicaba a la banca, la burbuja inmobiliaria le había abierto un camino ancho y esplendido, decía con un rictus torcido en la boca, que le permitía vivir como en realidad siempre había querido. No me dejó hablar, me quedé sin saber de dónde salía ahora, por qué había dejado a sus padres y el barrio, si había conseguido pasar al otro lado o por qué había perdido el contacto conmigo. Su bla, bla, bla, continuó durante cinco minutos, diez quizá, y después, tal y como había aparecido, desapareció.
Teresa me miró y con el dedo en la sien, hizo un expresivo gesto de tornillo.
− Te ha mentido
− No sé por qué dices eso Teresa. Mauro tiene una inteligencia brillante a pesar de su problema. Sacaba buenas notas y en el instituto era una lumbrera: traducía de corrido, “la conjura de Catilina”, porque tenía un diccionario de latín en la cabeza. Los profes sabían que lo había aprendido de memoria porque no podía hacer lo mismo con otros textos. Le seguían la corriente porque era un tipo simpático y muy resuelto.
−Pues no parece que haya prosperado.
Me encogí de hombros e interrogué con la mirada.
− Llevaba las manos sucias y las uñas, sombreadas de negro. Los zapatos, desastrosos –sentenció.
− Ayayay, qué cosas tienes Teresa.
− Es importante –me dijo seria.
Durante varias semanas, comparé al Mauro actual con el bondadoso y cándido que yo conocí en el arrabal donde vivíamos. Concluí que a pesar de los años transcurridos, su imaginación seguía intacta y di carpetazo al tema hasta que… Una mañana, mientras paseaba por el gran parque de la ciudad para tratar de templar mi ánimo vi a lo lejos un grupo de indigentes alrededor de un banco junto al estanque. Me paré en seco cuando entre ellos reconocí a Mauro. Fue un instante, después sus ojos ambarinos me esquivaron.

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8 comentarios

  1. 1. Perla Preciosa dice:

    Hola, María Jesús:
    Primero te corrijo un par de cosas:
    “− ¿Qué haces aquí, como una alfombra apolillada?”: quitaría la coma.
    “− ¡Anda menos autocompasión, siempre puede ser peor!”: te faltó la coma después de “anda”, dado que es una interjección que lleva implícito un vocativo.
    “…planeando como saltar la frontera invisible que nos separaba de la gran ciudad”: ese “como” lleva tilde, dado que es adverbio interrogativo, no conjunción.

    Por lo demás, la historia me ha gustado, dado que le das un aire nostálgico y sombrío que evoca el pasado, a lo que también soy muy dada. Ese pasado monacal, me recuerda igualmente mi niñez con monjas en el colegio, y ese triste final, la triste realidad en la que nos vemos envueltos a lo largo de nuestra vida, progresando o retrocediendo. Tienes un realismo muy vivo y una buena capacidad de síntesis para lograr un equilibrio entre lo nostálgico y lo ameno. Si te apetece pasar por el mío, estoy en el 72:
    https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-42/7502

    Escrito el 18 marzo 2017 a las 16:34
  2. 2. María Jesús Hernando Navas dice:

    Muchas gracias Perla Preciosa por tus comentarios y las correcciones ortográficas. Tengo que prestar más atención porque, en ese tema, tengo demasiados gazapos. Ahora paso por el tuyo. Un abrazo.

    gazapos en

    Escrito el 18 marzo 2017 a las 20:30
  3. Mª Jesús, muchas gracias por acercarte a mi cuento chino. Tu historia me ha parecido de una gran sencillez, y veo que tienes una gran riqueza para crear situaciones con personajes muy reales.
    Creo que el tipo que retratas es uno muy común, empieza de mentiroso compulsivo y termina creyendo sus propias mentiras, aunque es difícil juzgarles.
    Un saludo.
    Vigila a tu corrector, se le ha escapado el acento de una esdrújula.

    Escrito el 18 marzo 2017 a las 21:54
  4. 4. Claudia Bellini dice:

    Hola M. Jesús,
    La historia de un mentiroso que inventa una vida ideal para ocultar su triste realidad es muy recurrente y aún así siempre resulta apropiada e interesante.
    Me gusta el hecho de que el protagonista esté pasando un mal momento y esa situación sea como ver que no es el único.
    Lo que sí creo, desde mi punto de vista, es que le falta cierta hilaridad al relato.
    En cuanto a errores gramaticales, aunque tienes algunas faltas de puntuación, ya te las han comentado anteriormente, supongo que con un nuevo repaso de tu texto podrás subsanarlas.
    Muchas gracias por escribir y leer!
    Saludos

    Escrito el 18 marzo 2017 a las 22:04
  5. 5. María Jesús Hernando Navas dice:

    Hola Pepe gracias por el tiempo para leerme. Mauro se esconde tras las mentiras por necesidad, esa era la idea que quería transmitir. Y para su amigo las mentiras infantiles son las que estrechan sus vínculos. He buscado la palabra sin acentuar y no la he encontrado. Nos seguimos leyendo

    Escrito el 18 marzo 2017 a las 22:26
  6. 6. María Jesús Hernando Navas dice:

    Hola Claudia gracias por comentar mi relato. No entiendo a que te refieres con hilaridad. Crees que la historia podría haber acabado de forma cómica? . Me parece una buena idea quizá la retoque . Gracias por la aportación. Buscare el tuyo. Un saludo

    Escrito el 18 marzo 2017 a las 22:50
  7. 7. amparo rouanet moscardó dice:

    Hola María Jesús, gracias por tus comentarios.Me he pasado por tu relato y me ha gustado como escribes.

    Escrito el 21 marzo 2017 a las 00:08
  8. 8. Laura dice:

    Hola María Jesús.
    Me ha gustado tu historia, el final, aunque se veía venir, se vino con todo, no esperaba que estuviese tan caído el mentiroso.
    Me resultó muy pueril la forma en que mentía con tantos signos de deterioro en su aspecto, indicios que la amiga había detectado fácilmente.
    Maravillosa inserción del diccionario de latín.
    Te sigo leyendo.

    Escrito el 21 marzo 2017 a las 11:01

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