El mentiroso - por Laia Gabue

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—Ya es suficiente.
—Se que no me crees, pero te juro que es verdad. Esta vez sí, en serio.
—Estoy harta de tus mentiras, no hace falta que te esfuerces más, se acabó—.Dice mientras empieza a levantarse de la silla. Él apoya la mano en su hombro intentando retenerla.
—Espera, no te vayas. Siento mucho haber llegado tarde. Esta vez no te miento, lo juro. Ese tío entró en el cine con un antifaz y se lió a tiros, así sin más.
—Ya claro. ¿Y se puede saber qué hacías tú en el cine si habías quedado aquí conmigo?
—No, no lo entiendes. Yo he entrado al cine a las doce del mediodía, tenía tiempo de sobras para llegar a la cita contigo. Hasta ahora he estado en la comisaría prestando declaración. Como testigo.
—¿En serio?, a ver ¿quien va al cine un jueves a las doce del mediodía?, o no, mejor ¿A qué cine se le ocurre la brillante idea de programar una película un día laborable a las doce?
—Es uno de esos cines donde ponen películas alternativas. ¡Imagínate, la de hoy era en latín!
—¿En latín? Tu no hablas latín.
— Lo sé. Estaba subtitulada.
— ¿Pretendes que me crea que has ido a ver una peli en latín subtitulada?
—Se que suena extraño, y no te había dicho nada para que no pensaras que era un friki, pero hace un par de meses que he empezado a estudiar lenguas clásicas. El lunes fuí a comprarme un diccionario de latín y me regalaron la entrada de cine.
—O sea, que hoy, en vez de ir a trabajar, te has ido a ver una peli en latín subtitulada de la que te regalaron la entrada en una librería al comprar un diccionario, y a mitad de la película un tío con antifaz ha entrado y se ha liado a tiros sin ton ni son. ¿Es eso no?
—Exacto—apoya la espalda en el respaldo de la silla satisfecho.
—Ya….—ella lo mira fijamente—.Y entonces han llegado tres ambulancias, ocho coches de policía, los bomberos y hasta los geos para detener a ESE tío. Y una vez os han rescatado os han llevado a todos a la comisaría para declarar, y ese es el motivo, por el que has llegado una hora tarde a nuestra cita.
—Así es—contesta regalándole una enorme sonrisa a la que ella contesta de la misma forma.
Rápidamente agarra la copa de vino y con un movimiento fugaz del que él es incapaz de percatarse le vacía la totalidad de su contenido encima.
—¿Pero tu te crees que soy idiota?—le grita estando ya de pie—La semana pasada perdiste la cartera y a consecuencia el autobús, la anterior os dejaron encerrados en el despacho por equivocación, la de antes le dió un infarto a tu abuela, que más tarde resultó llevaba dos años muerta, y no se cuantas gilipolleces más me has llegado a contar, y ahora ¿esto? Desde luego te has superado. Se acabó. No voy a permitir que me mientas ni una sóla vez más. Hemos terminado. Ni se te ocurra volver a llamarme. ¿Me oyes? ¡NUNCA!.

Y se larga furiosa mientras las gotas de vino siguen goteando de sus pestañas.

Por la mañana mientras desayuna todavía en calzoncillos, descubre un titular en el diario:
“HOMBRE CON ANTIFAZ PROVOCA UN TIROTEO EN UN CINE”, y le asalta la duda de si mandarle una foto, aunque sea sólo para restablecer su dignidad.