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El mentiroso - por Lucas

El mentiroso

Iría a buscarla. Una y otra vez. Juró que iba a hacerlo. ¿Lo creyó?

En aquel momento no se sentía capaz de arrancar el coche. Sentado, con las manos al volante, sentía un áspero picor por todas las piernas. Resopló: estaba presa del pánico. Con dificultad tragó saliva. Sus manos sudaban cuando accionó (¡al fin!) la llave de contacto.

Circula. La recordaba: con su vestido verde, que dejaba al descubierto sus hombros pálidos. Tan blanquita ella, tan linda, como una princesa Disney. Estaba enamorado. Cuando la cogía por la mano los tonos de piel contrastaban: él bien moreno y ella… Recuerdo cómo me embelesaba cuando los veía hacer el amor. Dos figuras jugando a entremezclarse. A achucharse y cobijarse. Divertidas, jóvenes, en una especie de danza astral. El semáforo pasa de ámbar a rojo.

Para el coche. Sí. Definitivamente, aquel vestido verde era su preferido.

Volvía a incorporarse como un elemento más entre el tierno oleaje del tráfico. Los coches iban y venían. Tenía que concentrarse bien para poder sentirlos (¡si cerraba bien los ojos!).

Comienza a sonar una voz por la emisora de radio. Intenta no escucharla: obviarla.

Su respiración es entrecortada. Se ha detenido en el espacio del autobús. Era allí donde había quedado con ella, ¿no?

Viene. Va dando pequeños saltitos y golpeteando los zapatos conforme anda. Siente ondear su pelo como aquella noche: recién lavado con champú sabor melocotón. Sube al coche y se lanza sobre él. Se besan. En la boca, en los ojos, las mejillas (¡qué alegría que estés aquí! Estas tres semanas sin ti… te he echado muchísimo de menos. Llévame lejos).

A día de hoy lo tiene claro. La amaba. La había conocido hace ya dos años. Hasta que se había decidido a sacarla a cenar a un italiano muy cerquita de donde ella trabajaba (¿había ayudado encontrarla llorando, sola, muy sola, desamparada, en un banco?).

Siente las piernas a punto de estallar. Quiere volver a estar allí con ella. Pero está atrapado, no puede salir. ¡Jamás podrá escapar! Encarcelado… Está en el coche y es ya de noche. Tranquila, duerme a su lado. Van por la autoestopista, camino de la playa donde le ha prometido que irían a pasar el fin de semana. Al fin, los dos juntos.

Suena la radio: frenética. Empieza a tronar una voz (¡es desesperante!). Quiere apagarla. No puede. Ella se sobresalta y despierta. Entran ya en Valencia. Quedarán, a lo sumo unos cincuenta minutos de recorrido.

Para en un área de servicio. Reposta y se lía un canuto para tranquilizarse. Son ya las dos de la madrugada y se siente molido. Mientras, ella vuelve del baño de las gasolineras. Se acerca tiritando, resoplando y sacudiéndose los brazos con las palmas para entrar en calor. Conforme reconoce salir el humo de su boca se le forma una mueca de desagrado.

“Pensaba que lo habías dejado”. “No me encontraba bien. Ha sido una tontería. Perdona”. Tira la colilla sin empezar y le da un beso que en un principio ella recibe reticente. “Lo siento mucho reina”, le coge las dos manos, “te quiero. Vuelve a dormirte. Llegaremos en seguida”.

****

Los informes policiales dijeron que había sido el vehículo integrado por dos jóvenes de respectivos veinte y veintidós años, el que circulaba en sentido contrario. Aquello había ocurrido en una carretera comarcal de Valencia. El conductor del camión cuenta que pese a que él frenó en cuanto los vio, no fue suficiente para evitar el desastre.

Los servicios sanitarios llegan lo más pronto que les es posible, y pese a sus esfuerzos, no se puede hacer nada para poder recuperarla. Ha muerto al instante. Él es hospitalizado y queda postrado durante dos meses en coma.

El análisis forense detectó consumo, aunque en cantidades mínimas, de estupefacientes.

****

Allá en el hospital de su ciudad, Adrián (así se llamaba, ¿no lo había dicho?), lleva ya dos años. Incapaz de mover más que los ojos, cuenta con la compañía de su madre y de la enfermera que siempre deja puesta la radio para que no se sienta solo en la habitación. Muchas veces, incluso a máximo volumen no suaviza el llanto de su desencajada madre.

Cada vez que puede, él, cada tarde, cada mañana, noche, momento que cierra bien (con mucha fuerza) los ojos, pretende recordar aquel último viaje con Laura. Donde al fin descansarán juntos, durante un fin de semana en la playa.

Pero no es más que un mentiroso.
Ella nunca tuvo un vestido verde.

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5 comentarios

  1. 1. Zulema dice:

    Hay algunos problemas con el narrador que confunden. Los comentarios en paréntesis me parecen muy buenos. SALUDOS

    Escrito el 18 marzo 2017 a las 03:49
  2. 2. Patricia Luna dice:

    Hola!
    Muy bueno tu relato. Al principio me desorientó el narrador, pues iba de tercera a primera persona, después se lee con fluidez. Excelente los comentarios entre paréntesis.
    El motivo por el cual es un mentiroso está genial.

    Escrito el 19 marzo 2017 a las 21:12
  3. Hola, Lucas.
    Una historia muy fuerte, Pero real. lamentable que pasen estas cosas tan a diario.
    Bueno al tema, el narrador y los cambios me despistaron un poco pero nada que no se pueda remediar.
    Te dejo un enlace para que le des un vistazo. https://www.literautas.com/es/blog/?s=el+narrador&submit=Search
    P. D. Gracias por tu comentario tan amable, tus palabras me animan a seguir escribiendo.

    Un saludo.
    Liliana

    Escrito el 20 marzo 2017 a las 10:52
  4. 4. Marisa dice:

    Hola, Lucas. ¡Gracias por leer mi relato y por tu análisis!

    Tu historia me encantó. Buen ritmo, buena estructura, muy bien los comentarios entre paréntesis y bien el final.
    Muy buenas las pistas que vaticinan (sin delatar) la postración de Adrián.
    Una observación: el tiempo verbal cuando dice: Allá en el hospital de su ciudad, Adrián (así se llamaba,…) el “llamaba” debiera estar en presente porque el final está contado en presente y el personaje, por lo que entiendo, no murió.

    A seguir escribiendo!
    Saludos

    Escrito el 20 marzo 2017 a las 14:28
  5. 5. Lucas dice:

    ¡Muchas gracias a las cuatro (mujeres, ¿verdad?, espero no equivocarme) por comentar mi texto!

    La verdad que ese fluctuación en cuanto a la persona del narrador supone una deformación que me surgió ya hace tiempo tras quedarme impresionado/prendado con el vaivén vocal de Vargas Llosa (un poco pretencioso referirme a él como ejemplo, lo siento).

    Tenéis mucha razón con que debería centrar o una u otra voz en el relato (porque semejantes malsonancias solamente quedan bien dentro de mi cabeza. ¡A mejorar!).

    Me congratula que me señaléis el detalle de los comentarios en paréntesis. Mi forma de contar historias a veces toma un cierto cariz demasiado loco e intimista, pero por lo que veo, a veces funciona.

    A Marisa: ¡qué razón con ese “llamaba”! ¡Gracias por hacérmelo ver!

    PD: Es la primera vez que participo en este taller ya que encontré esta página web hace nada casi por casualidad, y… ¡la experiencia ha sido asombrosa e hiper-motivadora!

    Saludos a todas, y hasta el próximo mes (¡espero!)

    Escrito el 20 marzo 2017 a las 16:47

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