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La espera - por Yurisander

Susana esperaba agazapada bajo una lápida a que cerrara el cementerio. Se había escondido durante horas en una esquina. Las grandes dimensiones del lugar permitían a los visitantes disponer de su propio espacio, en completa soledad, cuando iban a las tumbas de sus seres queridos o, como en el caso de Susana, querían pasar inadvertidos.

Susana recordaba que en la puerta del cementerio había leído un cartel que decía que estaba abierto hasta las 5:30 de la tarde, y pedía que las visitas fueran consumadas antes de esa hora. Pero ella esperaba quedarse sola en ese lugar, aunque la idea la aterrase.

“Dios mío, perdóname”, se angustiaba apoyada de espaldas a la lápida. Había decidido sentarse luego de pasar un buen rato fingiendo que visitaba a Antonio de Jesús Hernández, nombre grabado en la piedra, y no ver a nadie portarse por esa esquina del cementerio. Confiaba en que seguiría sola hasta que oscureciera.

Susana se lamentaba en voz baja por haber tomado esa decisión. ¿Pero qué otra alternativa tenía? Había que dar ese paso para seguir adelante. Quinientos mil pesos, le habían dicho. Y Susana creyó que todo había acabado. Para colmo, luego se había muerto el muy cerdo.

El terror le inflaba los poros a Susana, pero se disipaba cada vez que pensaba en Roberto. El muy cabrón la había usado. Y ella había sido tan estúpida que confío en él. Al inicio todo fue como en las telenovelas: la pasión la desbordaba cuando se quedaban solos y hacían el amor de forma desenfrenada. Roberto le había jurado que ella era la mejor mujer del mundo, y le había pedido que esperase el momento oportuno para consumar su unión. Esperanzada, Susana no reaccionó hasta que transcurrió una década. Siempre había sido débil, lenta para rebelarse ante la vida. En todo ese tiempo había estado segura de que María se iba a morir en cualquier momento y Roberto quedaría libre.

Pero María seguía viva –si a su condición de tísica crónica se le podía llamar así–, y Susana le cambiaba las sábanas manchadas de sangre cada mañana. Allí, junto a la cama, una foto de Roberto y María, sonrientes, le recordaban su condición de criada. Y de querida. “Tú eres la mejor mujer del mundo. Juntos vamos a ser muy felices. Ya pronto María estará con Dios, ten paciencia por favor”. La voz de Roberto le martillaba las sienes y le alimentaba el corazón. Recogía las sábanas esperanzada de que fueran las últimas con restos de María.

Las fuertes campanadas de una iglesia contigua al cementerio recordaron a María que Roberto había muerto dónde estaba. La noche se había cerrado sobre su cabeza y el silencio del lugar era más sólido.

Con cuidado, Susana asomó la cabeza por encima de la lápida. No vio a nadie. Sabía a dónde tenía que ir. Enfiló por un pasillo de lápidas y se detuvo ante un sepulcro muy blanco y nuevo. No era una piedra clavada en el suelo, sino el tradicional rectángulo de mármol con un libro de piedra encima, como abierto por la mitad, con un nombre esculpido: Roberto Guterres.

Susana observó el libro durante unos segundos y se recriminó el no haberse alejado antes de aquel hombre. Ya era tarde. Roberto se había ido. Si ella no se apuraba, pronto se le uniría.

A Susana siempre le habían alabado su fuerza. Nadie lograba quitar mejor que ella las manchas de una pieza de ropa, ni transportaba con soltura las pesadas cajas de las compras en la casa de su señora María. Susana asió una esquina de la tapa de mármol en la tumba de Roberto y, con un resoplido bajo, comenzó a tirar de ella. El peso descomunal del pedazo de piedra la obligó a halar varias veces. Al cabo de un rato había logrado rodarlo hasta la mitad.

No pudo evitar un estremecimiento al retirar la tapa de madera del ataúd. Roberto, con los ojos cerrados y las manos cruzadas, parecía dormido. Y sus manos estaban frías, sintió Susana al retirarle, uno a uno, los anillos de oro. Seguro le darían un millón de pesos por ellos. Susana estaba decidida a vivir como fuera. “Gracias, mi amor”, le dijo con sorna a Roberto.

Cuatro días después, tras liquidar los anillos con el joyero de un pueblo distante, Susana fue la primera paciente en la fila de espera de la sala de Oncología.

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7 comentarios

  1. 1. Yurisander dice:

    Con horror supremo descubro un error. En el párrafo donde dice “Las fuertes campanadas de una iglesia contigua al cementerio recordaron a María que Roberto había muerto dónde estaba. La noche se había cerrado sobre su cabeza y el silencio del lugar era más sólido.” el nombre no es María, es Susana! Mil perdones por la confusión que esto puede acarrear en la lectura.

    Escrito el 18 abril 2017 a las 06:03
  2. 2. Josefa Martín González dice:

    Yurisander: Me ha gustado tu relato, pues si bien al principio parecía algo macabro, has logrado un final lleno de ternura y que sorprende.
    Descubrir que el anillo sirvió para el tratamiento del cáncer que sugieres tiene Susana, dulcifica y humaniza todo el relato.
    Prometo seguir leyéndote.
    Saludos,
    Fefa Martín

    Escrito el 18 abril 2017 a las 17:19
  3. 3. María Lucrecia dice:

    ¿qué pasó con María? ¿sigue viva? Me gustó el relato, no le encontré la ternura que dice Josefa Martín, sino por el contrario, Susana decidió cobrarse los años de espera. ¡qué valiente!

    Escrito el 18 abril 2017 a las 19:28
  4. 4. Ebea dice:

    Hola Yurisander;

    Por aquí paso a realizar mi obligada visita como vecina tuya. Quiero disculparme por la tardanza, pero temo que me surgieron compromisos ineludibles que me impidieron hacer un correcto análisis de tu texto hasta hoy. Es la primera vez que comento un texto tuyo así que, como le digo a todos los compañeros, quede por delante que todas las valoraciones son opiniones personales que no tienen por qué ser compartidas o estar correctas ya que no soy una profesional del sector ni una experta. En todo caso, quiero que quede claro que el respeto por tu trabajo se da por sentado.

    Dicho esto, paso con el análisis de la forma en general;

    Trabajo bien expuesto, frases de tamaño adecuado y proporcionado para la narración, buena sonoridad y vocabulario accesible. No hallo fallos ortográficos (no es mi fuerte). Salvo la corrección que tu mismo/a has hecho sólo hallo fallo otra cosa, el del inciso que indicas entre guiones,

    Así lo muestras
    Pero María seguía viva –si a su condición de tísica crónica se le podía llamar así–, y Susana le cambiaba las sábanas manchadas de sangre cada mañana.

    Creo que en este caso el inciso entre guiones no ha lugar pues quien habla en todo el párrafo es el narrador y la aclaración debería ir sencillamente entre comas. Según creo, el inciso está para intervenciones del narrador durante parlamentos (o diálogos) Corrígeme si me equivoco, por favor, pues no estoy segura de este dado. El caso es que nunca había visto un inciso del narrador durante un párrafo narrado.

    Respecto al contenido;

    Nos hablas de una Susana traicionada por un hombre que la mantuvo durante mucho tiempo como amante engañada. Una criada a la que su señor enredaba con promesas vacías y sometida a la obligación del cuidado de la mujer del hombre que amaba. Una Susana que finalmente fue abandonada a su suerte a la muerte de este hombre sin ningún soporte económico para poder luchar por su vida de modo digno. Una mujer que, frente a un diagnóstico de muerte probable, no duda en tomar lo que en justicia cree que le pertenece.

    Me resulta una escena cómoda de leer, bien presentada, desarrollada y finalizada. Gran giro argumental final. Buen modo de transmitir sensaciones de dolor, odio, traición, venganza. No puedo aportar más que una enhorabuena.

    Como valoración personal y comentarios;

    Hablando con sinceridad, me ha gustado tu escena. No sólo es accesible sino que está bien representada y ejecutada. Sí, tuviste un pequeño error con el María en vez de Susana, pero se puede comprender en la vorágine de la escritura. Quizás ahí falló la corrección o la lectura en voz alta.
    En todo caso, mis sinceras felicitaciones por tu más que notable y excelente trabajo.

    Escrito el 22 abril 2017 a las 09:25
  5. 5. Yurisander dice:

    ¡Hola a quienes han comentado hasta ahora!

    Iré respondiendo por partes.

    Muchas gracias Fefa por las buenas vibras. Yo también devuelvo la promesa de seguir leyéndote.

    María Lucrecia: prefiero que quede a la imaginación del lector el distino de María, por eso no lo hice explícito. Acaso hay una ruptura total con el acto de Susana, o eso sentí.

    Ebea, efectivamente, sería un fallo ese guión largo, porque es una intromisión del narrador. Es algo a tomar en cuenta. Esta es mi primera escena. ¡¡¡Muchas gracias por el análisis detallado que hizo!!!

    Reiterar a Fefa, María Lucrecia y Ebea mis gracias por sus palabras, de verdad vale la pena participar en este intercambio, porque aporta mucho.

    ¡¡Saludos fraternos!!

    Escrito el 23 abril 2017 a las 04:38
  6. 6. Ebea dice:

    Para ser tu primera escena está muy lograda, muchas felicidades.

    Escrito el 23 abril 2017 a las 08:07
  7. 7. Laura dice:

    Hola Yurisander.
    Muy buen relato, salvo los detalles señalados, que en el trajín de la escritura, de tratar de que el lector comprenda lo que uno quiere transmitir, se escapan.
    Hasta el próximo mes

    Escrito el 26 abril 2017 a las 11:19

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