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La espera de Susana - por Manuel Merino

Susana esperaba entre la niebla, con los ojos bien abiertos, esperando verle aparecer. Había perdido la noción del tiempo pero sabía que era tarde y cerrarían el cementerio en pocos minutos. Cuando llegó, no pudo hablar con el encargado para pedirle que le avisara al cerrar, aun así estaba tranquila, porque desde donde esperaba podía vigilar la zona de entrada, y ante cualquier movimiento evitaría quedar atrapada en aquel lugar. No recordaba haber visto a nadie durante el tiempo que llevaba esperando y eso la incomodaba. Alberto no tardaría en llegar. Le prometió que iría a verla y que se encontrarían en el lugar donde se conocieron.
Cinco meses atrás, ella había ido a visitar la tumba de su madre que había fallecido hacia poco tiempo. Visitar ese lugar la relajaba. Era un lugar agradable aunque lleno de dolor. Los altos cipreses le conferían una calma que contrastaba con el bullicio de la ciudad y, siempre que podía, se refugiaba entre sus muros de vegetación intentando escapar de la rutina malsana. Él asistió al entierro de un amigo y, cuando todos se disponían a abandonar el lugar, la vio en la distancia, sentada y sola. Se acercó a ella con la excusa de no encontrar la salida.
Susana empezaba a impacientarse. Faltaba poco para que cerraran el cementerio, y Alberto no había aparecido. Decidió sentarse porque comenzaba a marearse. Solo esperaría cinco minutos más. Con seguridad, Alberto, habría tenido algún contratiempo justo antes de salir del trabajo. Esa sería la razón del motivo de su retraso.
Dos meses atrás habían diagnosticado una enfermedad grave a Susana pero los médicos le habían dado esperanzas de poder superarla. A pesar de haberlo conocido tres meses antes, Alberto le prometió que estaría a su lado y juntos superarían ese pequeño bache. Durante ese tiempo, Susana no se encontraba bien, pero los médicos le advirtieron que podría pasar un año hasta que notase alguna mejoría.
Entre la niebla, Susana le pareció ver la figura de una mujer de avanzada edad que se dirigía hacia la salida. Eso la puso nerviosa porque significaba que estaban a punto de cerrar. Dirigió su mirada hacia la puerta de salida pero no vio movimiento alrededor de ella. Era extraño no ver al encargado realizando el protocolo diario para cerrar el cementerio. Quizás, seguía ocupado en algún trabajo de mantenimiento y se había retrasado.
Susana se levantó y comenzó a caminar hacia donde había visto dirigirse a la anciana. Si Alberto llegaba en aquel momento, se cruzarían por el camino. Poco a poco se iba acercando a la salida. Por culpa de la niebla no podía ver la reja de la puerta, pero estaba segura que estaría abierta, porque en el tiempo que llevaba esperando, no vio movimiento alrededor de ella. Pronto podría distinguir el motivo floral hecho de forja en la puerta del cementerio. Seguía los barrotes de la cerca perimetral esperando distinguirlo pronto. Cuando llegó a la zona que había estado vigilando toda la tarde, se percató de que allí no había ninguna puerta. Aceleró el paso esperando verla un poco mas adelante. Hacia esa zona se dirigía la anciana y estaba segura que encontraría la salida. Susana ya no caminaba, corría siguiendo la cerca del camposanto. La puerta de salida no apareció. Se detuvo mirando en todas las direcciones esperando distinguir alguna referencia que le indicara por dónde salir de ese lugar, pero sólo podía ver las lápidas repartidas aleatoriamente. Todas las direcciones parecían iguales. Se le aceleró la respiración, empezaba a faltarle el aire. Corrió hacia el interior, abandonando el perímetro, esperando ver alguna señal o algún edificio que le indicara la salida. El paisaje, hasta donde podía ver, seguía con su uniformidad de sepulcros repartidos al azar.
Corrió atravesando el cementerio hacia su otro extremo. Empezaba a distinguir la verja que lo delimitaba pero ni rastro de la salida. Entonces, se dio cuenta de algo que no había advertido hasta ese momento. Paró bruscamente a apenas dos metros de la verja, y se dirigió caminando lentamente hacia ella. Más allá de los barrotes la niebla era densa, tanto que no le permitía ver a más de un metro de distancia. Pidió ayuda a través de ella, después gritó. Parecía que esa niebla infranqueable no dejaba pasar su petición de auxilio. Estaba atrapada eternamente.

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3 comentarios

  1. 1. Ortzaize dice:

    Hola un angustioso relato que m ha tenido pendiente d susana toda la lectura.m ha gustado la cruda realidad que impide salir de esa nuebla eterna. Saludos

    Escrito el 17 abril 2017 a las 22:33
  2. 2. Edu SC dice:

    Hola Manuel Merino.

    Me ha parecido un buen relato y bien contado. Creo que transmites con la pausa adecuada la sensación de que algo extraño está ocurriendo hasta llegar al angustioso final. Sí me parece que queda algo desconectado lo que explicas de Susana (su enfermedad, la muerte de su madre, sobre todo la relación con Alberto) con la historia en sí, el hecho de abandonar el mundo real para quedarse atrapada por siempre en ese “plano” de la realidad. Tal vez, es que Susana ha muerto y es una alma errante, pero si es así, no me ha quedado lo suficientemente claro. Echo de menos un enlace que de unidad a lo que explicas en el texto para que sea más redondo.

    Fuera de esto, buen trabajo.

    Un saludo,

    Escrito el 18 abril 2017 a las 22:04
  3. 3. lilian ht dice:

    Hola Manuel,
    Me gustó mucho tu relato, la trama realmente me mantuvo en suspenso creo que tuve un sueño parecido y el sentimiento de impotencia es horrible.
    En general, me agradó la descripción de la escena y los sentimientos de tu personaje.
    Espero que leas mi relato para compartir criterios y consejos ya que es la primera vez que participo soy el Nro. 178.
    Saludos.

    Escrito el 5 mayo 2017 a las 20:29

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