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El séquito - por Amanda Quintana

Web: http://seducidaporlasnubes.blogspot.com.ar/

Susana esperaba en el cementerio. Yo la acompañaba desde la noche anterior, cuando llegamos al hospital. Intentamos convencerla de que durmiera un poco, pero mi cuñada no quería moverse de aquel sitio por más inútil que fuera su presencia ahí. Luego de insistirle y contenerla, a la madrugada logramos llevarla a casa. Mi marido se ocupó de todo lo administrativo y yo, de que no estuviera sola en ningún momento.

No quiso llegar al cementerio con todos los demás; hubiera visto caras que no tenía ganas de ver y ya no le quedaban más lágrimas. De todas maneras, tarde o temprano iba a encontrarse con la familia de su marido y algunos, seguramente, la mirarían como si ella fuera la culpable. Susana lo había llamado el día anterior para decirle que creyó sentir contracciones y Jorge, que estaba trabajando en una obra que él dirigía, a más de ciento veinte kilómetros de la ciudad, se subió al automóvil y echó a correr por la autopista de regreso a su casa. Una hora después, los dolores habían cesado; fue una falsa alarma, pero cuando el teléfono sonó de nuevo, la alegría se le escapó como el agua entre los dedos. Era la policía; le informaba que Jorge había muerto en un accidente de tránsito.

El vientre abultado de casi nueve meses no la dejaba moverse con facilidad. Mientras caminábamos juntas, tomadas del brazo por las calles de adoquines del cementerio, Susana miraba las bóvedas y los árboles como quien observa una imagen sin corazón. Avanzaba a paso lento como si arrastrara en su espalda una piedra gigantesca.

El cortejo entró al cementerio por la puerta principal, a las diez de la mañana. Por delante, el automóvil negro portando el ataúd, dejaba ver tras las cortinas de las ventanillas, la enorme corona apoyada sobre el cajón de madera. Detrás de él, tres autos más, grises y con vidrios polarizados, lo seguían a paso lento. El séquito se completaba con otros seis autos, pertenecientes a la familia de Jorge, algunos amigos y compañeros de trabajo. Descendieron en la puerta de la capilla. Los tres hombres que conducían los autos grises, ayudaron a los más ancianos a ponerse de pie. Mi marido se acercó al auto negro y junto con otros cinco hombres, tomaron el féretro y lo llevaron al interior. Adentro, el cura aguardaba en silencio, con La Biblia en la mano y una mirada de condolencia. Luego de terminar con el responso, se alejó para que pudieran despedirse. Las mujeres más sensibles rompieron a llorar y los hombres las abrazaron, conteniendo sus lágrimas.

Luego de que subieran el cajón nuevamente al coche fúnebre, el séquito se alejó rumbo al sector de las tumbas de tierra. Susana me miró desgarrada. Creí que era por la congoja, pero al ver el gesto de dolor y las piernas que se le aflojaron, supe que estaba sucediéndole otra cosa. La sostuve y mi marido, al vernos, se acercó para ayudarla. Susana nos miró otra vez y ahora, sus ojos volvieron a llorar. Había roto bolsa y las contracciones, ahora sí eran verdaderas. La ayudamos a subir a nuestro auto y salimos del cementerio. Mi marido se quitó la camisa blanca y me la dio para que yo la sostenga fuera de la ventanilla. Pidiendo paso de ambulancia, nos alejamos del cementerio, otra vez rumbo al hospital. Llegamos cuando Susana ya tenía varios centímetros de dilatación.

Una hora después, el séquito del cementerio llegó al hospital; los ánimos de la gente habían cambiado. Al llegar a la sala de maternidad, vieron a mi cuñada, acostada en la cama, acunando a su hijo recién nacido. Las caras de tristeza se mezclaron con las de alegría y una tormenta de emociones circuló en el aire. Entonces, todos supimos que Susana, gracias a Dios, ya no esperaba nada más.

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4 comentarios

  1. 1. Dennise García dice:

    Vaya planteamiento, un poco de esperanza entre tanta obscuridad; me agradó.

    Fue bastante triste pero a la vez no fue difícil ser empático con Susana quien se sintió terriblemente culpable del accidente.

    Un relato sencillo, sin pretensiones que plasma una realidad humana, como la mezcla de dos momentos totalmente opuestos.

    Me hubiera encantado que profundizaras en las reacciones de los asistentes al nacimiento del bebé de Susana, hubiera sido interesante leer sus reacciones a detalle, aunque claro, eso no quiere decir que no las pudiera imaginar.

    Fue una buena lectura.

    Por si te interesa y te gustaría pasar a leer mi aportación me encuentro en el 114.

    ¡Saludos!

    Escrito el 17 abril 2017 a las 18:47
  2. 2. guiomar de zahara dice:

    Hola Amanda: me imagino que todas tus frases y palabras, tienen sentido para ti.
    El español en cada país de habla hispana las palabras no significan lo mismo, por lo que no voy a entrar si aquí se dice tráfico y no tránsito…
    Lo que está claro es el mensaje: vida y muerte van unidas y, lo has descrito sin acritud y hasta quizá con cierta belleza.
    ¡Enhorabuena!

    Escrito el 20 abril 2017 a las 09:20
  3. 3. Maureen dice:

    Hola, Amanda.

    Gracias por pasarte por mi relato. Te devuelvo la visita.

    Me ha gustado el narrador testigo; no se ve mucho y en tu historia queda muy bien, porque consigues hacernos ver las cosas con un poco de perspectiva. Aunque me habría gustado saber quién es esa persona: ¿una amiga, una familiar?

    En cuanto a la historia, me ha parecido que te explayas demasiado en los detalles del entierro, y eso te ha quitado espacio para realizar un verdadero contraste entre la vida que ha terminado y la que empieza.

    En la parte gramatical, te sobran algunas comas que usas para separar el sujeto del predicado y que no hay que poner. He detectado las siguientes:
    “Por delante, el automóvil negro portando el ataúd dejaba ver tras las cortinas de las ventanillas”
    Los tres hombres que conducían los autos grises ayudaron a los más ancianos a ponerse de pie.”
    “Mi marido se acercó al auto negro y junto con otros cinco hombres tomaron el féretro y lo llevaron al interior.” o bien “Los tres hombres que conducían los autos grises, ayudaron a los más ancianos a ponerse de pie. Mi marido se acercó al auto negro y, junto con otros cinco hombres, tomaron el féretro y lo llevaron al interior.”
    “Había roto bolsa y las contracciones ahora sí eran verdaderas.”

    Y un tiempo verbal incorrecto: “Mi marido se quitó la camisa blanca y me la dio para que yo la sostenga fuera de la ventanilla.” debería ser “sostuviera”.

    Un saludo

    Escrito el 26 abril 2017 a las 12:47
  4. 4. Gaia dice:

    Saludos. Me ha gustado tu historia. CUmpliste con el reto. Sigue escribiendo. Puedes visitar a mi Susana en el 145

    Escrito el 26 abril 2017 a las 14:30

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