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Memento Mori - por Nira Morland

Susana esperaba a que sonase el repicar del campanario de la Iglesia Nuestra Señora del Piadoso Corazón. Dong, dong, dong… Doce campanadas rompieron el silencio de la noche, y ella aprovechó la atmósfera creada con la última vibración metálica, cuando apenas quedaba un ligero zumbido en los oídos, para hacer su gran entrada:
—Bienvenidos a la casa del descanso eterno, damas y caballeros —dijo saliendo lentamente tras un sepulcro algo alejado del camino donde se encontraban los visitantes—. Esta noche se adentrarán en el mundo de las sombras, allá donde la luz no alcanza a disipar las tinieblas y los ojos engañan a la razón.
Detuvo su paso y observó de reojo la reacción de los visitantes, algunos de los cuales ya venían con el tembleque de casa. Siempre pensaba que esa presentación era demasiado rebuscada y, si de ella dependiese, la habría cambiado por algo más parco como “bienvenidos al lugar donde algún día acabarán criando malvas”. Pero el Sr. Monfragüe, ducho en el noble arte de la retórica más efectista, quería que siguiese su guion al dedillo.
—Si tienen el coraje de seguirme, y las almas perdidas dispuestas están, podrán atravesar la voluble línea que nos separa del más allá. Es su última oportunidad para abandonar este camposanto: no pecarán de cobardes si lo hacen, tan solo estarán siendo cautos.
Susana nunca había visto desertar a nadie. Sospechaba que las 10 pesetas que el Sr. Monfragüe cobraba a cada visitante, sin posibilidad de devolución, tenían algo que ver. Todos los que acudían a aquellas excursiones nocturnas eran señoritos de bien, como se veía en sus ropas limpias y sin remiendos. Aun así, el precio seguía siendo descabellado para semejante mentecatería, y Susana se preguntaba si tener dinero les hacía perder la escasa sesera que evidentemente traían de base.
El pequeño grupo la seguía a través del sinuoso sendero que conducía al mausoleo de Don Tomás de Arces, la construcción más emblemática de aquel cementerio. Tenía al menos un siglo o dos de antigüedad, pero por el penoso estado de conservación bien podría ser del día previo a la primera papilla de Cristo. Susana ignoraba quién sería el tal Don Tomás, pero como no había familia cercana que defendiera el buen nombre de aquel difunto, su jefe había encontrado en él el perfecto protagonista de sus pequeños espectáculos nocturnos.
—El Sr. de Arces, que en paz descanse, vivió y murió en este pueblo. Cuentan los lugareños más ancianos que era un hombre extremadamente pudiente y de buena planta, mas vivía aislado en una casa que apenas se sostenía en pie, sin más compañía que su propia sombra. Con nadie hablaba, y nadie sabía de él más que lo que yo ahora les estoy contando. Los años transcurrían, las generaciones se sucedían, y abuelos y nietos temían a aquel huraño por igual. Un día de otoño, los vecinos avistaron una humareda en un campo cercano a la casa del hombre. El fuego no causó desperfectos pero, al no acudir con el resto del pueblo a apagar las llamas ni contestar a los gritos que le avisaban, algunos hombres decidieron adentrarse en su vivienda. La escena que presenciaron fue perturbadora. Sobre la cama yacía muerto el hombre, cuyo rostro impoluto no aparentaba tener más de treinta años. Algunos opinan que llevaba años fenecido, y que el paso del tiempo no lo había disuelto en polvo por un milagro. Otros aseguran que había hecho un pacto con el mismísimo diablo y que, en el día de su muerte, éste había emergido de entre las tinieblas para llevarse su alma al averno, iniciando así el fuego que los había alertado. Con el dinero de Don Tomás de Arce, el párroco mandó construir este mausoleo que, a diferencia del hombre que bajo él descansa, enseguida se empezó a marchitar. Una única inscripción reza en su lápida: “Memento mori”.
Esa frase era la señal. El Sr. Monfragüe, que se escondía tras el mausoleo, había de accionar la palanca que desataba un mecanismo, ideado por él mismo, que abría de golpe las puertas de la fachada. El mal estado de las vigas, la avaricia de no querer invertir dinero para reparar la construcción o el propio espíritu de Don Tomás, hicieron que uno de los balaústres le cayera encima, partiéndole la mollera en dos. Los gritos que manchaban la oscuridad de la noche enmarcaron el lema del negocio. Pagaron por ver La Muerte, y La Muerte habían visto.

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4 comentarios

  1. 1. Bea dice:

    Hola Nira:

    ¡Gran relato! No le cambiaría nada, ni la forma en la que lo escribes, ni los diálogos, ni la historia.
    Me ha gustado sobretodo la forma en la que lo cuentas, le da un aire verídico, como si fuera una historia que cualquiera te estuviera contando que le ha ocurrido de verdad.
    El final también es muy Bueno, esa vuelta de tuerca me ha parecido muy ingeniosa, le queda perfecta al relato.

    Si te apetece pasarte yo estoy en el 102.

    ¡Felicidades nos leemos!

    Escrito el 17 abril 2017 a las 23:17
  2. 2. Carmen Ramacciotti dice:

    Muy bueno Nira! Muy actual ese turismo necrológico y el desenlace, contundente.
    Me encantó.
    Te felicito.

    Escrito el 19 abril 2017 a las 02:35
  3. 3. Earendil dice:

    Hola, Nira.
    Muy bueno tu relato, sí señor.
    Está muy bien ambientado, con un lenguaje muy acorde a la escena y el tiempo en que lo enmarcas. Hay detalles bastante aclaratorios de todo ello, como el precio de la entrada y detalles como este: “Todos los que acudían a aquellas excursiones nocturnas eran señoritos de bien, como se veía en sus ropas limpias y sin remiendos.” No llevar remiendos en la ropa era algo que declaraba tu posición social y la limpieza…
    El argumento es bastante original, muy bien estructurado y con un giro final muy acertado. Los pequeños toques de humor negro le dan un desenfado al trágico final de la pobre Susana que, sin comérselo ni bebérselo, acaba siendo la verdadera protagonista del espectáculo.
    He visto un par de pequeños errores a rectificar:
    * “guión”, con acento.
    * “10 pesetas”, el número en cifras. La R.A.E. nos recomienda que escribamos los números cardinales con letras, a no ser que se trate de un número muy complejo. Es decir, se escribirán con letras aquellos números que puedan expresarse en tres palabras o menos.
    * ” Con nadie hablaba”, me imagino que quisiste decir “Como” en vez de “con”.
    * Hay una frase que me ha gustado especialmente: “y Susana se preguntaba si tener dinero les hacía perder la escasa sesera que evidentemente traían de base.”
    Muy buen trabajo el tuyo. Me ha gustado mucho, por lo cual te felicito.
    Un saludo

    Escrito el 19 abril 2017 a las 22:01
  4. 4. Cesar Henen dice:

    Hola Nira Morland gusto en leerte. Me perdí un tanto entre el diálogo del narrador y el diálogo del personaje, hace falta separar los renglones para diferenciar cada cual.

    ¡Saludos!

    Escrito el 22 abril 2017 a las 03:21

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