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UN GÉLIDO DISPARO - por Alberto C.

El autor/a de este texto es menor de edad

Tuvo que hacer un pequeño esfuerzo para sacar las llaves que, a primera vista, semejaban estar soldadas a la cerradura. Con un giro firme de muñeca sobre la manilla, abrió la puerta emitiendo un tenue chirrido debido al descuido de las bisagras. Entró en lo que parecía el recibidor, ocupado únicamente por un perchero y una sansevieria deshidratada. Colgó el abrigo y el sombrero en la copa del mueble y se dirigió a abrir la segunda puerta que daba entrada hacia el salón.
Sin haber prendido el interruptor siquiera, advirtió la figura que tenía delante. Levantó la vista y ambos se miraron, desde las sombras, durante unos segundos.
Se aceleró su respiración; hizo un ademán de movimiento y entonces se dio de bruces con una Beretta, tras la penumbra. El enmascarado también temblaba, parecía la primera vez que apuntaba a alguien. Con la velocidad de un rayo y de forma automática, levantó las manos en son de rendición. Pero de poco le sirvió, puesto que el forajido apretó el gatillo de forma involuntaria al percibir el movimiento. Y presa del pánico echó a correr hacia una furgoneta aparcada cerca de la parcela, huyendo del desastre que había provocado su sistema nervioso.
Una mancha roja comenzó expandirse por el jersey de algodón y seda del hombre, justo en el vientre. Cayó de rodillas, abatido; se llevó las manos a la herida tintándose así los dedos de color carmesí. Notaba cómo su cuerpo empezaba a flaquear.
Cuando pretendió incorporarse, una fulminante punzada de los músculos contrayéndose le invadió el abdomen; se adentró en el salón, tambaleándose y chocando contra los distintos muebles. Fue directo hacia el teléfono de la mesilla, junto a los sofás. Sin línea. Se le nublaba la mirada por momentos y la macha se le había propagado hasta los pantalones, los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos. Colgó el teléfono, exhausto.
El hombre no quería morir, y salió camino de la casa del médico junto a la ermita. Con sombría energía dobló la esquina y puso pie en la rúa que en quince minutos lo llevaría directo a su salvación. Su sosegado pa-so se vio interrumpido por un intrépido vómito rojo. Cuando la agonía se apoderó de él, comprendió que no podría llegar él solo, y decidió pedir ayuda a su vecino aunque llevaban disgustados un tiempo.
Quiso llamarle pero la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta. El dolor lo devoraba.
—¡Miguel! —Gritó con cuanta fuerza pudo— ¡Miguel, por dios, no me ignores ahora!
Sin obtener respuesta, tuvo aún valor para volver al camino y así continuar con su viaje.
A eso que los habitantes llamaban pueblo era, en realidad, un popurrí de viviendas separadas por terrenos, de los cuales la mayoría eran campos de cultivo o fincas de ganadería. En el paisaje desierto reinaba un silencio sepulcral, pero es en la hora dorada cuando su belleza lóbrega cobra una majestuosidad única.
Fue con el sol poniente cuando el hombre sintió un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, se enderezó: se encontraba mejor. El abdomen apenas le dolía y apenas jadeaba.
El dolor comenzaba a irse, no había duda. Se sentía casi bien, aunque no tenía fuerzas para incorporarse del todo. Calculó que en menos de diez minutos habría llegado a su destino.
El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia repleta de recuerdos. ¿Cómo le irá a Ibáñez con el bar? ¿Habrá reparado ya el suelo del baño, desquebrajado? Se acordó también de su ex socio de ventas de cultivo, Fermín. Después de la visita al médico iría al bar de su amigo y le invitaría a unas cañas, por los viejos tiempos.
Los aspersores habían iniciado ya su riego vespertino cuando el hombre, que se sentía cada vez mejor, se encontraba a unos minutos de la ermita. Mientras transitaba, pensaba en el tiempo que llevaba sin ver a su amigo Ibáñez. ¿Medio año? Tal vez no, un poco más. ¿Un año y medio? Quizás, o bueno… es demasiado. ¿Un año y algo?, sí; un año y algo.
De pronto, sintió que se le helaba la sangre. Una extraña sensación le invadió; le costaba respirar.
A Lucía, la mujer de Ibáñez, la conoció a la vez que su marido. Fue en la celebración de la apertura del bar, hacía unos diez años… ¿Lucía? Sí… ¿o era Marta?
El hombre suspiró latamente.
Sí, Marta…
Y cayó desplomado.

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8 comentarios

  1. 1. Galia dice:

    Bien desarrollado el cuento, Alberto, vas describiendo muy bien las sensaciones de la víctima hasta su confusión final. Te señalo algunos pequeños detalles gramaticales: Su sosegado pa-so se vio interrumpido por un intrépido vómito rojo. Cuando la agonía se apoderó de él, comprendió que no podría llegar él solo, y decidió pedir ayuda a su vecino aunque llevaban disgustados un tiempo.( Supongo que paso es un error de tipeo y es redundante repetir él, en el segundo caso se puede omitir).
    De todas maneras, muy bien trabajado el personaje, te felicito. Saludos.Galia
    A eso que los habitantes llamaban pueblo era, en realidad, un popurrí de viviendas separadas por terrenos,( Yo pondría Los habitantes llamaban pueblo a ese lugar pero en realidad…)

    Escrito el 18 mayo 2017 a las 17:07
  2. 2. Alberto C. dice:

    Muchas gracias Galia. Significa mucho para mí que me te haya gustado porque Lo hice muy apurado; los exámenes finales y con la selectividad me están mordiendo el cuello.

    Siento no tener tiempo para leer todos vuestros relatos.

    Un saludo.

    Alberto C.

    Escrito el 20 mayo 2017 a las 08:54
  3. Alberto, como tu protagonista, sigue el camino aunque esté lleno de dificultades. Colijo estás en la primavera, así que el devenir está lleno de promesas. salu2

    Escrito el 20 mayo 2017 a las 11:56
  4. Hola Alberto! con gusto te devuelvo la visita.

    No sé si llegaste a escribir para el reto de literautas que consistía en elaborar un “slow motion” literario…es decir todo lo que ocurre en el texto tiene que pasar en tan solo 5 segundos reales..creo que tu texto va en esa dirección…Expresa un momento quizá breve (la verdad que no tengo idea de cuanto tarde alguien en morirse cuando recibe un disparo mortal) contado hasta el mínimo detalle.

    Me ha gustado. Tienes, además un buen dominio del lenguaje. Pero (¡ay los peros!) , para mi gusto, resulta en exceso narrado. Dejas poco espacio al lector para que intuya, descubra, saque sus conclusiones. Está quizá excesivamente detallado, en literatura la máxima es muestra, no cuentes, y encuentro el tuyo quizá con un exceso de detalle …

    Otra cosa que yo , particularmente, echo de menos: le falta de emoción…Es una foto muy bien detallada del momento de la muerte de un personaje con el que no podemos empatizar mucho por que : no conocemos su historia (dificil en un texto tan corto pero quizá a través de los recuerdos que se le vienen a la cabeza en el momento de morir…podríamos haber conocido mucho más), pero además no conocemos de su miedo, de su agonía en el momento…Yo me hubiera centrado mucho más en lo que el personaje siente, que en lo que le pasa..

    Es una opinión, eh? Por lo demás, sigue escribiendo por que tienes dotes .. menor de edad.. ya habría querido yo con diecisiete o dieciocho añitos tu vocabulario , tu soltura y tu gusto por la literatura.

    Nos leemos!

    Escrito el 22 mayo 2017 a las 14:13
  5. 5. Don Kendall dice:

    Hola Alberto C
    Buena propuesta la tuya para la escena de este mes en el taller. El reto se cumple.
    Con tu permiso y desde mi opinión totalmente despreciable, como sabes, te comento un par de cosas.
    Tu autor elige un narrador en tercera persona que va mostrando, con voluntad de notario, todo lo que está sucediendo. Si se decide que sea así , merece la pena mantenerse en él y no meterse en más explicaciones. Podría dar como resultado una escena suspendida en el tiempo, pero que no se hace pesada. Sin embargo el exceso de cultismos, adjetivos, y adverbios entorpece la marcha para el lector. Tal vez merezca la pena el que des un par de vueltas a la idea, releas la escena y hagas un buen podado.
    Aprovecha entonces y saca a relucir y que se luzcan en el relato esos otros personajes que quedaron para una posible “sorpresa” final, que al final no hay ;-). No merece la pena esperar tanto para que no suceda nada. No tengas miedo y lleva al relato a Lucía, a Marta, a Ibáñez ..Por ejemplo, hazte preguntas ¿quiénes son?, mientras la sangre moja las ingles al protagonista ¿ a quién recuerda? ¿por qué? ¿cuándo cenaron juntos? … etc.
    Has destapado una caja interesante, has elegido un punto de vista y se lo has dejado a un narrador. Deja que sea este el que cuente la historia. Así seguro que fluye.
    Muchas gracias por tu trabajo y por permitirme comentar y aprender de él.
    Un abrazo

    Escrito el 22 mayo 2017 a las 16:44
  6. 6. Earendil dice:

    Hola, Alberto.
    Ante todo, gracias por pasarte por mi relato y comentar.
    Aparte de tu texto, he leído también los comentarios, con los que coincido totalmente. No sabía que eras menor de edad, por lo que tu trabajo cobra otra dimensión ¡Ya quisiera yo haber escrito como tú a tu edad!
    Pero no sé dónde ha quedado la distopía que se exigía para cumplir el reto que tu has marcado con la R.
    Por lo demás, una buena historia.
    Un saludo y a seguir escribiendo así de bien.

    Escrito el 24 mayo 2017 a las 18:14
  7. 7. Alohomora dice:

    Hola Alberto soy tu vecina de arriba. Buen texto en general. Yo también coincido con los comentarios aunque me ha gustado como describes el instante. Intenso. Yo tampoco vi el reto de la distopía pero no pasa nada. Nos leemos.

    Escrito el 24 mayo 2017 a las 21:31
  8. 8. Alberto C. dice:

    Muchísimas gracias a todos por vuestras palabras, me ayudan mucho a aprender y a seguir escribiendo. ¡Nos vemos en el siguiente!

    Escrito el 8 julio 2017 a las 11:08

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