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Sombras y seda - por Juan Camacho

No sé cuantas horas llevo huyendo, precipitándome hacia oscuros callejones y silenciosas esquinas en la desolada ciudad. En ella habitan unas 20 millones de personas, pero no veo a nadie afuera. Fuimos educados para ello. Mientras más calladitos y tranquilos nos mantengamos en nuestras casas mejor honraremos la voluntad del señor, cuyas palabras son sagradas.
Si quieres desplazarte usas el metro. Por supuesto que para gente como yo este no viene al caso pues no conecta con ninguna salida de la ciudad. Dejándonos como única opción probar nuestra suerte en las calles, en donde nos eliminan sin ningún testigo.
¿Y por qué desertaría? Pues porque estoy harto de vivir una mentira. Desde pequeños nos enseñan a creer en el señor, nuestro dios, ser supremo que derrocha alegría y paz que bajó de los cielos hace quien sabe cuántos años y se apiadó de nosotros, quienes vivíamos en el caos. Nos trajo el orden sin el cual no podríamos ser “felices”.
Jamás me tragué enteramente esas patrañas, o por lo menos al inicio no lo hice, creo. Pues si de verdad hubiera creído todo, no estaría aquí ahora. Lo que sí sé es que tuve una época como fanático, años de repetirme una y otra vez toda la magnificencia del señor, me condicionaron. Ellos hacen un lavado de cerebro que deja cada nueva generación cargada de una fe nociva.
Todo lo que aprendemos se explica con “porque el señor así lo quiso”. En mi época de fanático, creía que yo estaba vivo gracias a la voluntad del señor y ya por eso debía estar agradecido, mucho más cuando nos daba un hogar, comida y educación.
Durante esa época era feliz como todos demás, no sé qué chispa encendió la rebeldía en mí y empecé a cuestionar el mundo. Con ello me di cuenta del engaño. Mi felicidad desapareció y me volví una persona distante y melancólica, había perdido el sentido de mi vida. Lo triste es que no conozco otra manera de ser feliz, así que tengo que conformarme con la tristeza. Por supuesto en un mundo donde ser feliz es una marca de que crees y confías en el señor. Mi tristeza se convirtió en una especie de estigma y se me hizo imposible vivir en este mundo.
No ha pasado ni una semana desde que me siento así y ya estoy en las calles, intentando alejarme de esta locura y rezándole a quién sea que sea el verdadero dios, si es que existe tal cosa, para que me deje encontrar un lugar donde encaje. Estoy tan desesperado que incluso me conformaría con otro mundo falso en donde todos vivan “alegremente”. Estaría bien siempre y cuando no descubriera la mentira. Mi vida se sostenía sobre dos pilares, la fe y la “felicidad”, y una vez perdidos ambos, ya no era nadie. Eso fue lo que me impulsó a huir.
Pero ellos no me lo dejarían tan fácil, ellos se pusieron en movimiento tan pronto como empecé a escabullirme, me vigilaban desde antes. Sus sombras siguen mis pasos como si fueran la mía. Sus caras cubiertas por un velo de seda adornadas con extrañas figuras doradas y con dos enormes agujeros que les permiten ver claramente.
¡Seda y sombra! Malditas sean estas palabras y el señor que cría tales abominaciones. Personas mentalmente desfiguradas que no piensan por sí mismas. Son tan sólo una sombra de las personas que fueron y ocultan su cara bajo la seda para simbolizarlo.
Intento evitarlos pero es inútil, me rodean. Se acercan a mí y en sus ojos veo la ira, sus manos sostienen armas con las que me apuntan nerviosamente, como si se murieran de ansias por disparar. No escucho ninguna voz pues no hablan, tan sólo me miran.
Uno de ellos me da su arma. Le apunto con ella. Él sólo mira a sus compañeros. Si le disparo, caeré muerto enseguida, y ellos no temen a la muerte como para amenazarlos con ella. Al contrario, son educados para morir felices en la lucha por su dios.
Se supone que el suicidio limpia mis pecados. Esto es lo que ellos llaman compasión. Pero no dejaré que se salgan con la suya, así que disparo a matar. No sé a cuantos me llevé conmigo, pero pronto el dolor llegó y caí al suelo en un charco de sangre. Mi visión se hundió en la oscuridad y pensé en que todo había terminado, ya no sufriría. Y en esos últimos segundos de vida, conocí la verdadera felicidad.

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5 comentarios

  1. 1. Galia dice:

    Juan: muy buena la descripción del universo distópico que presentas y bien planteada la desilusión del personaje.Contagia desencanto pero es el mundo que nos toca transitar.
    Saludos.
    Galia

    Escrito el 18 mayo 2017 a las 20:17
  2. 2. drow_jack dice:

    Hola.

    “probar nuestra suerte en las calles, en donde nos eliminan” Este “en donde” me suena raro, suprimiría el “en”.
    “Durante esa época era feliz como todos demás” como todos LOS demás.

    Una ida de olla interesante, a la par de controvertida. El relato en sí es un denso texto narrativo. Creo que deberías comprobar los tiempos, me ha dado la impresión de que había algún cambio de tiempo incoherente. Por lo demás, bien.

    Un saludo.

    Escrito el 18 mayo 2017 a las 20:21
  3. 3. Raymond Carr dice:

    Hola Juan.
    Un soliloquio desde el más allá. Nada que objetar. Por otra parte, cuando empecé con esto del taller creía que las palabras obligadas eran el centro sobre el que tenía que girar el relato; que había que jugar con ellas, pero en realidad sólo hay que incorporarlas de forma coherente.
    Hasta pronto Juan.

    Escrito el 18 mayo 2017 a las 22:15
  4. 4. PerePaella dice:

    Hola, Juan

    Has conseguido transmitirme esa sensación de desesperación, de querer escapar, de que no hay salida posible. Te felicito.
    Quizá formalmente haya algo, pero en la lectura me he zambullido en la historia y no he notado nada, así que no debe ser gran cosa.
    Enhorabuena y nos segumios leyendo.

    Escrito el 25 mayo 2017 a las 08:50
  5. 5. lilian ht dice:

    Hola Juan,
    Tu relato es muy interesante, que una sola religión tenga el poder sí que sería un mundo distópico. A pesar de pequeños errores ortográficos y, la falta de comas en algunas frases, el relato está bien escrito.
    Creo que la trama es muy buena, pero, siento que la introducción es demasiado explicativa, creo que no era necesario; me hubiera gustado que el relato comience desde esta parte:
    Durante mi niñez era feliz, como todos demás, no sé qué chispa encendió la rebeldía en mí y empecé a cuestionar el mundo…
    De esta manera, llamaría totalmente la atención del lector, o por lo menos a mí me atrapó desde esa parte.
    Bueno, espero leer tu próximo relato y que puedas leer el mío soy el número 115, así podemos compartir opiniones.
    Saludos.

    Escrito el 26 mayo 2017 a las 21:01

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