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Loane Inc. - por Arameo

A David se le escapaba el alma a cada zancada. Llevaba ya varios kilómetros sin parar. Sus puños apretados golpeaban las costillas de un invierno que se resistía a ser vencido por un niño de nueve años. Tenía ganas de volar, dejarse caer y flotar. Claro que el cuerpo y la mente no comparten usualmente el mismo nivel de terquedad, al menos no para David. Pues a pesar de que su cuerpo decía basta, su mente gritaba, a través del palpitar en su cabeza, un constante “¡vamos!”.

El Sol le daba en pleno. Tal vez en otros tiempos, los árboles de los que tanto había oído pudiesen repeler el ardor que sentía en el rostro. Se imaginó sombras, un camino repleto de torretas altas en cuyas puntas se erigían grandes lonas traslúcidas de color verde, arqueadas como grandes domos. Y en cada pliegue colgaban grandes turbinas que lanzaban ráfagas de aire fresco, limpiando todo el polvo rojizo y las cenizas.

Aunque en realidad la única sombra era la suya, persiguiéndolo de cerca. A ratos se desprendía de ella, pero cuando parecía llevarle ventaja nuevamente aparecía, furiosa, pegada a sus talones. Como un mallón de seda negra capaz de cubrirlo por completo, tragarlo y no regresarlo jamás.

Alzó la vista, lo hacía cada vez que recuperaba un poco de aire. La casa permanecía a la misma distancia, como si corriera a través de una banda sin fin. El cielo era rojo, calcinante. El aire ardiente se le metía por la fosas nasales y le llenaba la cabeza. Sentía un hormigueo en la sien que se extendía a través de su garganta hasta llegar al pecho.

Una voz en el cielo le dijo: corre, muchacho, corre. Sus pies flaquearon, el aire dejó de proporcionar el aliento suficiente para seguir adelante y tropezó. Su cuerpo débil y cansado rodó varios metros impulsado por la terquedad y la poca resistencia de la ceniza. Sus brazos y piernas sufrieron el mayor embate. Al final de la travesía falleció cabeza arriba, exhalando un último suspiro.

—Despierta, ahora. —Dijo la voz en el cielo en un tono calmo—. Bien, abre los ojos. ¿Cómo te sientes David? Por poco y no lo logras.

—¿Qué es lo que sucedió?¿En dónde estoy?

—Oh, cierto, lo olvidaba. —Dijo el hombre de bata blanca, frente a él—. Usualmente ya no se presenta esta clase de reacción entre los pacientes. Verás David, estás en Loane Inc. Instalaciones de re-memorización. Nos pediste encontrar un recuerdo de tu infancia, y por lo que detecto en mi reporte, lo lograste, felicidades.

—Pero, ¿qué clase de recuerdo? Ni siquiera sé quién soy.

—Bueno David, no es parte de nuestra política el tener noción del recuerdo en sí, pero te aseguro que lo conseguiste. Solo debes darle un tiempo a tu cerebro para canalizar todo. Pronto recordarás.

David se fue, tomó todo lo que dijeron era suyo y salió. Era un día seco y caluroso. Comenzó a caminar, el aire, los árboles, todo era como un sueño para él. Trató de no darle vueltas al asunto, pero tenía miedo. ¿Qué pasaría si no podía recordar quién era? Solo sentía una tremenda necesidad de caminar.

El sonido de la calle, sus silencios. El andar de la gente y las mascotas. Todo era tan discordante y fuera de tono. ¿Dónde estaba la ceniza y el cielo rojo? Observo los árboles, tenían que serlo, esas grandes torres verdes. Pero no eran como los recordaba, eran diferentes. Su único recuerdo sólido era aquel sueño, donde corría sin llegar a ninguna parte. Pero lo último, el último aliento, algo en su cabeza le era aún distante.

Alzó la vista al cielo. Y cuál luna en plena noche estaba ella, la Tierra, su antiguo hogar. Por fin recordó. Recordó a su madre. Consiguió un boleto en la estación interestelar, rumbo a la tierra. El vendedor le dijo que solo una sonda seguía viajando a la tierra, una vez al año. Ya no había nada allá, nada que valiera el viaje. Para David, nueve años y los recuerdos de su padre, bien lo valían.

David le dio las gracias y se fue, boleto en mano, y la esperanza en el corazón de poder seguir los pasos de aquellas palabras agonizantes que recordaba, de la boca de su madre: “hijo, promete poner mis cenizas a lado de las de tu padre. El invierno es cruel allá abajo, y nuestro pequeño hogar no soportará las distancias.. sin mis recuerdos”.

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4 comentarios

  1. 1. Galia dice:

    Muy crudo el relato, Arameo. Por momento le das un buen ritmo.Yo sacaría el verbo fallecer, simplemente pondría un último suspiro, como para dar posibilidades al renacimiento.Daría una transición más metafísica, pero es una impresión personal.Si quieres leerme , estoy en el 37.
    Saludos.
    Galia.

    Escrito el 19 mayo 2017 a las 17:02
  2. 2. Yurisander dice:

    Muy buen relato. Excelente el giro final. Uno cree que es otra cosa, por lo descrito, pero entonces todo encaja. Felicitaciones.

    Escrito el 19 mayo 2017 a las 17:24
  3. 3. Wester dice:

    Buenas Arameo,

    Buen relato, bien escrito, con buen ritmo y un giro final que hace que todo tenga sentido al final.
    No creo que hayas creado realmente un universo distópico pero la historia no lo necesitaba en realidad.

    Buen trabajo, nos vemos

    Escrito el 21 mayo 2017 a las 20:54
  4. 4. Stephany S dice:

    Hola, tu historia me capturó, la descripción del niño corriendo por un lugar desolado y cerca de la muerte es muy intenso. Tú descripción es muy buena, lograste transmitir las emociones y la desesperación de David. La historia se merece una nueva versión más extensa, en la que profundizaras la historia de los padres de David y nos contaras qué pasó con la tierra y cómo sobrevivió el chico a su difícil situación.

    Felicitaciones, hiciste un muy buen trabajo con el relato.

    Escrito el 22 mayo 2017 a las 04:04

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