Fast love - por Rigo

Ella bailaba y él la miraba. Estaban en una habitación de hotel, una que él había elegido de todas las que ofrecían ese día, la mujer era nueva, no había estado con ella antes. Al verla en el catálogo supo que era con ella con quién quería pasar ese día. Y ahí estaban ambos, de alguna manera, en el mismo lugar.

Su piel era tersa, pulida, llevaba puesto un vestido de seda y nada más. Lo miraba fijamente, mientras se desprendía de su ropa. Así lo hizo hasta que quedó completamente desnuda, Inmaculada. Él alzó sus manos como queriendo alcanzarla y entonces su pulsera vibró. Marcaba siete horas con cincuenta minutos en color rojo. En su campo de visión apareció un mensaje de alerta y tuvo que salir.

Pulsó el táctil y de nuevo se encontraba en su apartamento.

Había incrementado el tiempo que pasaba en la realidad virtual, dedicaba más tiempo a mujeres virtuales que a horas de sueño e incluso horas de realidad, tomaba largas sesiones de fast love, un servicio que ponía a su disposición las mejores experiencias, según la publicidad

Una vez que recupero sus sentidos comenzó a sentir hambre, tomó una bebida energizante y salió a la calle a buscar algo que comer.

Ya era de noche, las calles de la ciudad estaban iluminadas por los anuncios holográficos y algunos letreros de neón en centros nocturnos. Caminó algunas cuadras para llegar a la cafetería, a su paso se encontró con algunos yonquis de la VR, se drogaban con estimulantes sensoriales mientras entraban a la realidad virtual para incrementar la percepción. Se les solía ver por las noches tirados en algún lugar oscuro moviendo los brazos y piernas como si sufrieran de un evento epiléptico.

Al llegar al lugar pidió un café desde su Tab, el despachador miniatura que estaba en su mesa se activo y en un breve momento tenía su café listo. Bebió con calma mientras proyectaba su pulsera sobre la mesa para ver noticias. Prostitución virtual. Robos informáticos. Bioterrorismo. Lo de siempre, una y otra vez.

Un estimulo visual lo hizo apartar la vista de la mesa. Una mujer vestida de rojo, entró en la cafetería y se sentó en la mesa contigua. Él no pudo evitar mirarla a detalle. Era delgada, tenía el callo oscuro y largo, sus ojos eran verdes claros. En su cara tenía una cicatriz que empezaba debajo del ojo y terminaba a un lado de su boca.

Belleza fugitiva.

Pasó mucho tiempo para que tomara el valor de acercarse a ella. Tomo un respiro y fue hacia su mesa. Ella levantó la mirada y lo observó. No dijeron nada en varios minutos.

No había visto a alguien con una cicatriz en mucho tiempo, le dijo él al fin. No me gusta pulirme, le respondió. Luego sonrió y él sintió más confianza, así que tomo asiento en su mesa. Hacía mucho tiempo que no hablaba con una mujer real. Ambos conversaron de distintos temas. Al momento de despedirse él le pidió su contacto y ella le sonrió, sacó su Tab y le envío su información. Después se marchó.

La miró hasta que se convirtió en una sombra entre las calles. Sacó su Tab y miró la pantalla, sólo estaba ahí el nombre de la mujer y su foto, nada más.

Salió de la cafetería y caminó de regreso hacia su departamento, sólo pensaba en su encuentro y en las escasas posibilidades de verla de nuevo.

Al llegar se fue directamente a dormir.

Esa noche soñó con ella y su cicatriz.