La habitación - por June

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El autor/a de este texto es menor de edad

Era más que un simple robot.
Al menos eso era lo que Karla pensaba en aquel momento, mientras miraba los montones de metal encima de la vieja mesa de trabajo de su padre. Se levantó de la silla y paso una mano por su largo cabello negro.
De reojo alcanzaba a ver su reflejo en el espejo colgado en las oscuras paredes. Una chica de quince años, quizás demasiado alta para su edad, pero su padre decía que…
Decía…
En pasado. Ya no iba a volver a hacer uno de aquellos comentarios que la hacían sentir bien con ella misma. Ya no iba a volver a entrar en aquella habitación para poder trabajar tranquilamente en sus planos. Ya no iba a hacer muchas cosas.
Soltó un suspiro y se acercó a la ventana de cortinas cerradas. No recordaba cuanto tiempo llevaba sentada ahí a oscuras sin atreverse a tocar nada más que la silla en la que estaba sentada hace un minuto.
Apoyo la frente en las cortinas mientras sentía como sus ojos se volvían a llenar de lágrimas. Con el dorso de la mano se los limpio antes de derramar alguna.
Se dio la vuelta y su mirada volvió a entrar el montón de metal. Su madre, sus tías, sus amigos y casi todo el mundo le había dicho que no había sido su culpa, aun así no podía evitar sentir aquella pequeña espina en su corazón que le recordaba día tras día lo que había pasado.
Estúpido proyecto científico. Hubiera reprobado con gusto si aquello significara que su padre iba a abrazarla una vez más.
Estúpida idea de construir un robot para poder ser la mejor.
Estúpida ella por pedirle ayuda a su papá.
En las películas la gente muere en accidentes de autos cuando están enojados con alguien que amaban. Para él fue distinto.
Karla recordaba perfectamente lo feliz que su papá estaba cuando le pidió ayuda, como le dio un beso en la frente y le dijo que iría a la ferretería a comprar las cosas necesarias. Recordaba como ella se negó a ir porque quería terminar de hablar con una amiga por Skype.
Él estaba feliz con ella, orgulloso de que su hija quisiera hacer un proyecto tan difícil. Aquel mismo día le habían dado un ascenso y su matrimonio era muy feliz.
Una persona con una linda vida…
Una linda vida que fue interrumpida por culpa de una curva muy cerrada en la que el auto iba muy rápido. Que fue interrumpida por unos materiales que faltaban para construir un robot.
Un sollozo escapo de los labios de Karla, mientras se abrazaba a ella misma con fuerzas y se aferraba al jersey favorito de su papá que casi no se había quitado en las últimas dos semanas.
Aspiro con fuerzas la tela de lana y se dio cuenta de que poco a poco la prenda de ropa iba perdiendo su olor característico a cigarrillos y café.
Miró a la derecha y vio una foto suya de bebé en los brazos de su mamá. No había nada más en el mundo que él amara más. “Sus chicas”, así las llamaba. Sabía que le hubiera gustado tener un chico hombre, para poder compartir su pasión por los deportes, pero nunca se había quejado.
Lo amaba. Amaba a su papá con todas sus fuerzas. Odiaba que no pudiera estar con ella físicamente para todos aquellos momentos importantes que iba a vivir en el futuro, pero sabía que, por muy cursi que sonara, siempre estaría con ella sentimentalmente.
Limpiándose nuevamente los ojos por lo que parecía la millonésima vez aquel día, se dio vuelta y abrió las cortinas. Entrecerró los ojos cuando un fuerte rayo de sol entro en la estancia, abrió las ventanas y lleno sus pulmones de aire limpio, todo en un movimiento.
-No me voy a quedar estancada papá, te lo prometo- susurro para ella misma, mientras se sentaba frente a la mesa y tomaba un papel para poder diseñar el robot.
Iba a hacerlo sentir orgulloso, porque lo amaba.