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Rehabilitación - por El Recreo

Web: http://www.elrecreoderafa.wordpress.com

Era más que un simple robot, más que cables, microchips, programas computacionales e inteligencia artificial. También tenía sangre. Un líquido viscoso y del color de uva madura se derramaba incompasible ante su mirada y resbalaba por sus antebrazos. El bebé yacía inerte en su regazo.

Quien le conociera sabía bien que tiempo atrás habría sido incapaz de hacer tal afirmación, pero ahora ninguno de los allí presentes se atrevió a discutirle que aquel era su hijo. El niño tenía los mismos ojos que su abuelo y la nariz de su abuela. Exacta y genéticamente los mismos. Del resto se le podría sacar parecido a su madre. Sin duda había salido a ella. Bueno, a ella y a aquel catálogo de apéndices corporales que, como si fuera una revista de moda o costura, se guardaba en la tercera balda del mueble del salón. Diferentes morfologías de narices y orejas estereotipadas que a base de constancia se había ganado la normalización en aquel salón y ninguno, ni el médico, ni el informático ni el de la funeraria, ni los familiares mismos se extrañaban de que aquello, que hoy en día supondría una aberración, resultara convencional ante sus ojos, que ajenos y propios se habían acomodado a la nueva realidad con una facilidad pasmosa.

El de la funeraria, un tipo de apariencia extraña, se le acercó y de manera casi imperceptible al oído humano, le ofreció varios servicios que había contratado desde hace tiempo para este tipo de circunstancias. El padre le miró de manera sentenciosa. El tipo se apartó. Lenta y sigilosamente retrocedía dando pasos atrás como si estuviera escapando del posible ataque de una fiera de la selva.
No quería oír ni hablar de resurrección, ni entierro.

Con mimo se liberó las manos y fue al baño. Abrió el grifo de agua caliente y con suavidad y parsimonia fue limpiándose los brazos. Liberándose de esa sensación viscosa sobre su piel, al mismo tiempo que limpiaba y ordenaba sus pensamientos. Apesadumbrado sentía que lo que más le gustaba de su bebé, era aquello intemporal y duradero que lo rodeaba: la calidez de su mirada, la suavidad de su piel y el olor a nuevo. Todo ello junto al fulgor de su sonrisa, eran características propias que lejos de perderse con el paso del tiempo podían permanecer inalteradas, aunque se quedase mellado o tuerto.

Se estaba secando las manos cuando la desdicha le invadió pues fue sabedor de jamás podría corroborar todo lo anterior.

Mientras regresaba al salón, las palabras de aquel tipo resonaban en su conciencia. “Rehabilitación”. Esta era la palabra técnica, el eufemismo que utilizaban para comunicarle que le podían devolver lo que esa noche había perdido. A pesar de que el bebé no sería el mismo y aunque de hecho así fuera, valoraba dicha opción sin percatarse de que él tampoco sería el mismo. Ni ella. Su mujer, que llevaba horas con la mirada perdida, ya no era su mujer, sino otra cosa.

Fue a la cocina por impulso, bebió un vaso de agua. Recordó cómo empezó todo. Como si de la adquisición de una mascota se tratase. Un encargo material que podría apaciguar de manera artificial el deseo de maternidad. El producto de consumo que consumaba una frustración. Se preguntó por qué tener un hijo natural no había estado al alcance de su familia y en qué momento sus antepasados habían perdido ese derecho. ¿Por qué sólo se lo podían permitir unos pocos? Todas las respuestas posibles llegaban tarde. Dinero o esterilización. Ni si quiera existía un mercado negro al que acudir para evitar lo otro si lo uno.

Cerró la puerta del frigorífico. No recordaba haberlo abierto. Ni el porqué. Abrió un cajón. Cogió de la cubertería ese cuchillo que nadie usa normalmente. De mango perfectamente balanceado y una hoja ancha de más de tres centímetros. Puso la mano sobre la encimera de madera, donde solían filetear el pollo. Un líquido viscoso comenzó a brotar de sus falanges. A su manera se aseguró de que él no era más que un simple robot. Acto seguido se dirigió al comedor. Su mujer y su bebé de juguete seguían exactamente igual que los había dejado. La familia enmudeció al verle. El resto salió por la puerta de la casa como si hubiera un incendio, en orden, con calma pero sin pausa. Antes de que él saliera de dudas existenciales, a ella le brotaron dos lágrimas de los ojos, pero ninguno de los dos supo qué hacer con ellas.

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8 comentarios

  1. 1. Ana Luna dice:

    ¡Hola! soy tu vecina de arriba, el 113-Elmo. Me ha encantado tu historia. Es original, entretenida y con un final genial. Además de estar muy bien escrita.
    Me ha gustado muchísimo.
    ¡Felicidades!

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 09:53
  2. 2. El recreo dice:

    Gracias! ya me pasaré por el tuyo y te digo.
    Saludos

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 10:21
  3. 3. Baltasar Vals dice:

    El mayor defecto que veo es lo mal que me hace sentir conmigo mismo. No se que haré el día que agote la excusa de “es que estoy empezando”.

    Cuenta mucho, el subtexto también es interesante, como mucho que algunas expresiones ralentizan el ritmo, pero eso también va en el estilo de cada uno.

    Felicidades.

    Escrito el 22 octubre 2017 a las 13:56
  4. 4. El recreo dice:

    Muuuuchas gracias Baltasar!

    Escrito el 22 octubre 2017 a las 19:45
  5. 5. Otilia dice:

    Hola El Recreo,
    Tu relato me ha parecido una idea muy original.
    Han dicho que el mio es triste, pero el tuyo me ha producido mucha tristeza. La última frase de las lágrimas es potente.
    Cuando escribes:”El producto de consumo que consumaba una frustración” no sé si lo has hecho a propósito para reforzar, a mi me parece redundante.
    Buen trabajo. Saludos.

    Escrito el 25 octubre 2017 a las 10:56
  6. 6. Wiccan dice:

    Buenas El recreo,
    Antes de nada muchas gracias por tu extenso comentario, estoy de acuerdo con la mayor parte de las cosas que indicas con lo que muchas gracias por tus opiniones.
    En cuanto a tu relato creas una atmosfera perfecta de desconsuelo y, sobretodo, desorientación. Manejas muy bien la historia para que el lector llegue a entender las sensaciones de ese “padre” ante todo lo ocurrido, antes y durante la acción de la historia.
    El único pero que le encuentro es que no tengo muy claro el final con el cuchillo, seguramente porque no lo he entendido bien, ¿va a comprobar si su mujer tampoco es un robot? Es lo que yo entiendo por ese “antes de que él saliera de dudas existenciales” pero no me queda claro.
    En cuanto a la forma en sí me parece que está muy bien, personalmente revisaría comas y puntos, en algunos momentos las frases me parecen demasiado largas y en otras demasiado cortas pero, como siempre digo, esto es muy personal. Coincido con Otilia en esa frase del “consumo que consumaba” estoy seguro que lo has puesto con toda la intención pero mi sensación como lector es que suena repetitivo. Otras cosillas más concretas:
    – La construcción “el de la funeraria”, “el padre”, “el tipo” del tercer párrafo se me hace repetitiva, en las dos primeras no lo notas pero al llegar a ese “el tipo” si que chirria un poco (aunque igual es que no me pega esa referencia un poco “vulgar” de identificar a alguien después de referirse a “el padre” que suena como más solemne”).
    – Las palabras “liberándose” y “liberó” muy cercanas en el quinto párrafo, hacen que pierda un poco de fuerza usar ese verbo.
    – Cuando dices “fue sabedor de jamás” se te coló el que “fue sabedor de que jamás”.
    Todo esto te lo comento por rizar el rizo, el relato me parece que está muy bien, transmites la historia de forma natural y haciendo sentir al lector lo que siente el protagonista, es entretenida a la vez que desesperanzadora. Buen trabajo!!

    Escrito el 29 octubre 2017 a las 21:39
  7. 7. ELRECREO dice:

    Gracias Otilia y Wiccan tomo nota de la sugerencias y si os chirría la repeticion será mejor quitarla.

    Saludos y gracias!

    Escrito el 30 octubre 2017 a las 12:08
  8. 8. El recreo dice:

    Por cierto, efectivamente va a comprobar si su mujer es un robot.

    Escrito el 30 octubre 2017 a las 12:18

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