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Una difícil decisión - por Paola Panzieri

Era más que un simple robot, sin que lo sospecharan aquello iba a suponer un cambio en sus vidas.

Con el mono azul, Jorge avanzaba a grandes zancadas por la calle y sorteaba los corrillos de compañeros que se paraban a charlar tras la jornada de trabajo.
El autobús era un lujo que pocos podían permitirse en esos tiempos y las piernas de Jorge eran fuertes.
Mientras avanzaba silbando sintió la necesidad de rascarse una mejilla. Lo hizo y advirtió en la piel la misma aspereza del papel de lija, entonces se fijó en sus manos.

Es normal, pensó, los callos de un trabajador, de alguien honrado, del que saca a su familia adelante con el sudor de la frente. Pero el caso de Marieta no tiene perdón de Dios. Esa piel tersa y sedosa, esas manos esbeltas de dedos finos se están convirtiendo en trozos de carne amoratados. Esto no puede seguir así.

Esa noche Marieta se acostaba temprano.

—Estoy cansada, el día ha sido duro y las niñas no han parado de llorar —dijo en el momento en que Jorge se acercaba a ella bajo el calor de la manta.

—Solo pretendo envolverme en tu olor y recorrer con las manos un cuerpo bien torneado como el tuyo.

—¡Haces que me sienta una pieza de las que construyes en la fábrica!

—¡Ya quisieran! Y que después de dos partos siguieran estando tan perfectas como tú.

—¡Tus piezas no paren!

—¡Si parieran seríamos millonarios! Y hablando de millones he comprado un cupón de la Once para mañana.

—Pero si no toca nunca… —contestó Marieta con un hilo de voz.

—Esta vez tocará. He tenido un presentimiento, anoche soñé algo curioso ¿te lo cuento?

Marieta no contestaba y Jorge comprobó que su respiración era distinta. Profunda y pausada.

A la mañana siguiente, el joven descubrió la fiambrera preparada al lado de la puerta y, al entrar en la cocina vio que su mujer había dejado tostadas untadas con aceite sobre la mesa. En ese momento Marieta estaba removiendo el contenido de un cazo en el fuego, al baño maría.

—Buenos días gatita, ¿y las niñas? —preguntó acercándose a ella. Luego le susurró algo a la oreja mientras sus brazos se enrollaban en las largas piernas de la mujer.

—¡Eres incorregible! Las niñas duermen —contestó Marieta alejándole con un movimiento de caderas.

—Ya entiendo el origen de este olor, estás preparando la poción ¿verdad? —preguntó Jorge mientras saboreaba su café—. ¿Cómo era la mezcla?

—Una parte de manteca, un cuarto de aceite de ricino y otro tanto de cera de abeja —Retiró el cazo y apagó el hornillo—. Ya está, ahora solo tiene que enfriarse. Creo que funciona, ¡mira, no quedan grietas en las manos!

Jorge no se dejó escapar la ocasión:

—¡Ya sabes que con lo que gano podríamos vivir!

—¡Ya sabes que no pienso dejar mi trabajo! —contestó Marieta alzando la voz— Soy buena en lo mío, las clientas están contentas con la colada y el dinero nos viene bien. ¡Ya hemos hablado de esto!

El hombre bajó la cabeza.

Al día siguiente sucedió lo impensable: a Jorge le había tocado la lotería y se había gastado la totalidad del dinero en el mismo día, solo quedaba esperar la llegada del paquete. Le había costado decidirse: esa Ossita con horquilla Radexi que conducía El Cansino era el sueño de toda una vida, pero unas vacaciones en la playa, el secreto deseo de su mujer. Sabía que todo no iba a poder ser.

El lunes Jorge volvió a casa más cansado de lo habitual y encontró a Marieta rodeada por un grupo de vecinas. Tenía los ojos hinchados y estaba llorando.
Al verle entrar, la mujer se echó en sus brazos sollozando palabras inteligibles. Jorge no se atrevió a preguntar, esperaba lo peor.

De repente un ruido desconocido llamó su atención, parecía el sonido de la bomba de un pozo. Marieta le soltó y, sonriente, sostuvo su cabeza entre las manos, le dijo un cuánto te quiero, mi amor, y le dio un beso en la punta de la nariz. Se secó las lágrimas, le cogió de la mano y le llevó a la cocina con el séquito de las vecinas detrás.

Un cajón blanco desaguaba en la pila a través de un tubo de plástico y en su parte delantera, a través de una ventanilla redonda como la de un barco, se podía distinguir la ropa de las clientas dar vueltas sin parar.

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14 comentarios

  1. 1. Jerónimo Guillén dice:

    Hola. Es mi primera vez en todo: relato y comentario, espero hacerlo bien.
    Entiendo que Ossita es una motoclicleta ¿no? se me escapa la referencia.
    Una historia cotidiana aunque bonita y un premio de loteria algo escaso.
    Saludos!!

    Escrito el 18 octubre 2017 a las 16:39
  2. 2. Don Kendall dice:

    Hola Paola,
    En cuanto a lo formal:
    1 – «palabras inteligibles» son palabras que pueden ser oídas con claridad. Tal vez no querías usar ese término.
    2 – Jorge no sedejó escapar la ocasión. El reflexivo en esta frase no me acaba de convencer.
    En cuanto a la trama de la escena, como lector empedernido, la encuentro floja. En un relato corto de este tipo si no aparece el conflicto por algún sitio se escurre entre las manos sin consistencia para agarrar.
    Merece la pena hacer un esfuerzo por fijar el narrador con precisión.
    Tengo la impresión de que planteas una suerte de neorrealismo en los primeros párrafos, pero de algún modo se diluye a medida que la autora se mete en el relato empeñada en hacer un final “sorpresivo”.
    Está bien planteada esa caracterísca propia del neorrealismo :
    1 – Los sentimientos priman sobre la descripción y el contexto.
    2 – De igual forma el peso de los diálogos es un elemento clave.
    Sin embargo ese neorrealismo que en este caso está en línea con la ternura meliflua de “Milagro en Milán” creo que es más una dificultad que una ventaja. Esa lotería (al principio juego de la ONCE, ¡no es lo mismo! ) que aparece para que la autora coloque su final brillante(¿?) puede espantar al lector que se siente engañado.
    En fin, un trabajo prometedor y bien estructurado pero que no se acaba de saber para qué. Quizá mereciese la pena empezar el relato como acaba. No hay que tener miedo a plantear de mano el conflicto : La lucha por la lavadora en un contexto hostil pintado en blanco y negro. A partir de ahí puedes buscar el cabreo de Rosellini, el cerebro de Visconti o la “melifluidad” de De Sicca o Zavattini:-).
    Un abrazo y el agradecimiento por ofrecer tu trabajo para que podamos aprender y comentar

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 09:55
  3. Hola Paola.

    Siento de decirte que me ha costado entender tu relato. Hay algunos pasajes con frases muy largas que hay que leer varias veces. Es como si usaras un lenguaje demasiado coloquial, como si nos lo quisieras contar con tu propia voz.

    Tampoco entendí si lo que compró el marido fue la lavadora porque el nombre “Ossita con horquilla Radexi que conducía El Cansino” parece más un coche o una bici.

    Y si no ha sido él ¿quién ha sido?

    Creo que has dejado demasiadas cosas a la interpretación del lector como lo de la respiración “profunda y pausada” de Marieta.

    También me ha causado una imagen extraña que él se “se enrollaban en las largas piernas de la mujer” con los brazos. Mi primera idea es que en realidad era un gato pero, luego pensé que, como había un robot en alguna parte, quizá era uno.

    Este mes no me encontrarás en el listado porque metí la pata al enviar el relato. Le cambié el orden a las palabras de la frase inicial y se quedó fuera.

    Si te apetece ver cómo quedó puedes pasarte por el blog en donde voy colgando algunos de los trabajos:
    https://jeanivesthibauth.wordpress.com/2017/10/18/ego-me-absolvo/

    Lo había hecho con reto opcional y todo.

    Nos seguimos leyendo.

    Un saludo.

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 11:49
  4. Hola Paola, seguí tu relato con interés. Me pareció bien hilvanado. El relato en sí, lo situaría a principios del siglo XX, postguerra mundial, con la escasez y las limitaciones de entonces… en blanco y negro tal como ha apuntado don Kendall. Me queda desencajada la frase inicial, “era más que un simple robot” y no logro casar la atmósfera general del relato, la mujer lavandera, el marido operario, con el mudo de la cibernética… a o ser que me haya perdido un enlace. Me pareció que él trabaja en una fábrica de robots femeninos. Aparte de esto, es ameno, bien redactado y puede dar pie a estructurar una historia más larga de corte costumbrista haciendo caso omiso de las condicionantes del taller, que quizás te han supuesto una limitación.
    Un saludo.

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 11:58
  5. 5. Edu SC dice:

    Hola Paola,
    La historia me parece muy bien escrita, has conseguido que me metiera en ella sin problemas, a pesar de que, como dice María, no parece existir un continuidad lógica entre el inicio obligado y lo que sigue. Pero me ocurre que no entiendo el desenlace, y al no hacerlo, no puedo valorar bien el resultado del cuento. Simplemente, no he pillado el final, no acabo de ver la relación entre lo que pretende comprarle el marido y lo que se encuentra al llegar a casa.
    Te animo a seguir escribiendo y mostrando tus trabajos, para mí será un placer seguir leyéndote.

    Edu SC

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 14:40
  6. Gracias Jerónimo: la ossita es una moto (Ossa 50) y las primeras lavadoras eran algo caras.

    Gracias Don: me ha encantado lo del milagro en Milan, un poco acaramelado sí que es, es que estoy en fase tierna… Tendré en cuenta las correcciones.

    Hola Jean Ives: la respiración pausada y tranquila de Marieta era porque dormía (y lógicamente no roncaba) y fue él el que compró la lavadora.

    Gracias María: la lavadora es un robot (algo sencillote pero no deja de ser un robot) ese es mi punto cibernetico del relato.

    Tendré en cuenta todos vuestros apuntes.

    Saludos

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 14:47
  7. 7. Bellaan (SC) dice:

    Hola, buena historia. Dejaré algunos comentarios sobre el cuento por aquí:

    Me parece que esto sucedió demasiado rápido, quedé un poco descolocada:
    “El hombre bajó la cabeza.

    Al día siguiente sucedió lo impensable: a Jorge le había tocado la lotería y se había gastado la totalidad del dinero en el mismo día, solo quedaba esperar la llegada del paquete”

    “e había costado decidirse: esa Ossita con horquilla Radexi que conducía El Cansino era el sueño de toda una vida, pero unas vacaciones en la playa, el secreto deseo de su mujer.” ¿tenía que elegir entre esas dos opciones? no entiendo bien esta parte.

    Me gustó que el esposo cuidara de forma tan linda a su mujer, se nota que la ama.

    Saludos

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 19:36
  8. 8. María Jesús dice:

    Hola Paola: me ha gustado mucho tu relato, por su sencillez y por la forma en que está escrito. Algunas de las cosas que no he entendido bien, ya las has aclarado más arriba. Lo del tema de la lavadora me trae a la memoria cuando en mi casa mi madre compró la primera que centrifugaba, no te lo vas a creer pero toda la familia nos sentamos delante para ver como el tambor daba vueltas, así que me ha llegado mucho la importancia del electrodoméstico en un hogar. Buen trabajo.
    un saludo.

    Escrito el 20 octubre 2017 a las 18:51
  9. Hola Paola, un placer volver a entrar en tus historias que nunca dejan indiferente al que las lee. Pero esta vez nos has llevado al huerto, como se dice vulgarmente en España, esto es un relato de costumbres, a no ser que admitamos pulpo como animal de compañía, y un viaje al pasado, mediado el sXX, nos permita admitir lavadora con centrifugado como elemento definido por las tres leyes de la robótica.
    Por lo demás muy bien escrito, y como en los relatos de posguerra, con un cierto sabor a ajo y a sudor encallecido.
    Un abrazo, amiga.

    Escrito el 21 octubre 2017 a las 11:02
  10. 10. Luis Ponce dice:

    Hola Paola:
    Hace mucho tiempo no leía algo tuyo.
    La lavadora es una especie de robot con cierto retraso, diríamos que usando términos actuales es un robot “especial”, es decir lo aceptamos pero con ciertas distancias. En el caso de tu relato cobra mayor importancia dado el nivel de vida de los nuevos beneficiados con sus servicios. Es una especie de teoría de la relatividad a nivel electrodoméstico.
    Pero me ha gustado el enfoque con un sabor campesino de mediados del siglo pasado.
    Un gusto volver a leerte.

    Escrito el 22 octubre 2017 a las 00:59
  11. 11. Miguel Rojas dice:

    Hola Paola.

    He leído tu relato dos veces. En esa última pillé que estabas hablando de una lavadora. Cuando llegas al final es que lo he podido encajar con la frase inicial. Si no fuera por el comienzo obligatorio, yo lo cambiaría. Es una historia costumbrista, diría que a mediados del siglo XX.

    No me ha quedado claro si Jorge trabajaba en una fábrica donde hacen robots o algo por el estilo, y que hablas de la lavadora como una especie de robot. Lo que me gusta es el elemento sorpresa que presentas al final, por lo que no me cabe duda de que sabes «hilvanar» la historia. 🙂

    Escrito el 22 octubre 2017 a las 02:18
  12. 12. Paola Panzieri dice:

    Gracias Edu, Bellaan, María Jesus, Luis y Miguel. Ando un poco liada pero me pasaré por vuestra casa.

    Gracias Pepe por comentar que está bien escrito, visto que es algo meloso, la trama hace aguas y está al revés… tengo un salvavidas al que agarrarme.
    Me alegro de que aceptes pulpo, la ciencia ficción no es mi estilo y visto que hoy en día hasta los más pintaos se saltan la ley a la torera, he pensado que por una lavadora…

    Escrito el 23 octubre 2017 a las 08:39
  13. 13. Ane dice:

    Hola Paola, te devuelvo la visita con agradecimiento. Me ha gustado cómo has ambientado el relato, logras que la imagen vaya al blanco y negro. Si bien a medida que leía, se me escapaba la conexión entre el inicio exigido para el taller con la historia. Una vez llegado al final entendí que el robot era la lavadora, quien cambiaría sus vidas, y tanto. Lo que a mi modo de ver no queda muy claro es si llegó allí porque la compró Jorge o no.

    Un saludo.

    Escrito el 24 octubre 2017 a las 21:23
  14. 14. Perla preciosa dice:

    No me queda que añadir más que lo que ya te han dicho algunos compañeros: el relato costumbrista podría haber estado muy bien, si le hubieras sacado un poco más jugo, pero ocurre que ha quedado un poco flojo y ha perdido interés. De todas formas, todo se aprende con la práctica, amiga. Estoy en el 154, si quieres pasarte.

    Escrito el 1 noviembre 2017 a las 00:16

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