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Amor o mezquindad - por Roberta

Era más que un simple robot.
Por supuesto que lo era. Era mi criatura. Y yo lo amaba…

Soy Cliff Robertsen, ingeniero IA y trabajo en la fase IV del “Proyecto Prometeo”. Allí construimos robots y los dotamos de características cada vez más humanas, implantándoles en sus circuitos bioelectrónicos material genético que acopiamos e inventariamos en una SUPERBASE de ADN, que gestionamos con un bioordenador poderoso, la ZR28. La SUPERBASE tiene material genético de cada habitante del Sistema Planetario.
El ciclo de vida de un robot consta de cuatro etapas: activación; asignación al propietario; desarrollo de su actividad y desactivación.
La fase IV del Proyecto es la última, donde el robot se pone en funcionamiento. Cada robot es único, como únicas son las secuencias de ADN. La asignación de la cadena la realiza la ZR28, de manera aleatoria y por programación. Sólo ciertas personas autorizadas tenemos acceso al código que inocula el material: yo soy una de ellas.
Una vez que funcionan, los robots se subastan en el Mercado Robótico, donde cualquiera puede adquirirlos, según gustos o necesidades. Inclusive los que trabajamos en el Proyecto podemos adquirir uno. Eso fue lo que hice con BXA399HJC.
Él escondía un secreto que sólo yo conocía. En una maniobra riesgosa e ilegal lo había inoculado con mi propio ADN, cosa que está terminantemente prohibido hacer.
Yo sabía que BXA399HJC era mi hijo. Lo llamé Lennard.
Varias decenas de años planetarios atrás, mi hijo biológico Sven, que era astrofísico, falleció en la plataforma espacial Delta Andrómeda, durante una explosión positrónica. Ese hecho me convirtió en un ser callado, solitario y algo resentido, hasta que Lennard entró en mi vida.
Convivimos desde hace siglos con robots, y sabemos que ellos no son más que nuestros servidores. El material genético les otorga cierta flexibilidad en sus conductas, pero nunca dejan de ser lo que son: máquinas que obedecen a un programa.
Pero entre Lennard y yo se creó un lazo que excede todo lo esperado y conocido hasta ahora. Lo terrible es que Lennard lo sabe y lo entiende, ya que alcanzó un nivel de inteligencia superior a los de su especie: Lennard conoce las emociones.
Como ingeniero IA mi mayor orgullo sería mostrar un robot que alcanzó tal grado de evolución y que es de mi propiedad. Eso haría que me nombraran director de todo el Proyecto Prometeo inmediatamente.
Pero ninguno de los dos podemos hacer nada, ya que si alguien supiera el motivo de ese progreso, lo desactivarían a él y me condenarían a muerte a mí.
Hace unos días, al volver del trabajo encontré a Lennard investigando sobre distrofias. Le pregunté que estaba sucediendo y me explicó que había notado cambios imperceptibles en su motricidad fina. Me aboqué de inmediato a estudiar su programación y descubrí, para mi sorpresa, que la falla estaba en la secuencia de ADN. Eso nos llevó a los dos a realizar estudios en mí: allí descubrimos que Lennard estaba manifestando en él una enfermedad que yo padecía. Inmediatamente, Lennard se puso a trabajar sobre la cura, haciendo experimentos en él. A medida que avanzábamos en ellos, la salud de Lennard se fue deteriorando, a la par que la enfermedad en mí iba desapareciendo.
Volvió a presentarse el dilema de contarle a la comunidad científica lo que yo había hecho, ya que la primera consecuencia inmediata era que los robots servirían para salvar vidas, solo si podíamos relacionar los ADNS de humanos y máquinas.
Lennard no tenía nada que perder. Sin embargo el descubrimiento no atenuaría la pena que me iban a aplicar a mí: nuestro descubrimiento abriría nuevos campos de estudio a la robotgenética, pero yo perecería sin dudas.
Mi mezquindad fue superior a mi abnegación: llevé a Lennard a Proyecto Prometeo para que lo desactivaran, aduciendo una falla en los circuitos.
Lenny había conocido el amor gracias a mí.
Y yo seguí viviendo, curado de mi enfermedad, gracias a él.
Pero no pude aprender nada de ese amor…

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5 comentarios

  1. 1. Juan Sauce dice:

    Hola, Roberta.

    ¡Extraordinario tu relato! Me ha encantado. La historia es interesante y engancha. A pesar de usar bastante jerga científica, te desenvuelves muy bien para que todo sea comprensible. Y la dualidad que envuelve al personaje… ¡muy bien!

    Como único aspecto «negativo» (así, entre comillas), opino que en la frase «descubrimos que Lennard estaba manifestando en él una enfermedad que yo padecía», las palabras «en él» sobran; ya está implícito que es él quien desarrolla la enfermedad; además, que vuelves a repetir «en él» en la siguiente frase.

    Por lo demás, tan solo felicitarte por este gran trabajo. Te ha salido redondo.

    Un saludo.

    Escrito el 18 octubre 2017 a las 21:31
  2. 2. Helkion dice:

    Hola, Roberta.

    Desde un punto de vista técnico, he visto algunas cosas que me han llamado la atención. Por ejemplo, en las primeras frases el protagonista nos habla de “un bioordenador”, y luego emplea “la” para referirse a ese ordenador, lo cual puede llevar a alguna confusión. Más adelante asegura que “ciertas personas tenemos acceso” a cierto código. Ese “tenemos” ya deja claro que incluye al protagonista, por lo que la puntualización posterior con pausa incluida de que el protagonista también forma parte de ese grupo de escogidos resulta redundante, y no aporta información nueva. Está bien si se quiere enfatizar lo dicho por el protagonista, quien, a juzgar por cómo se expresa, sí que parece dado a enfatizar. Luego, en la frase donde explica que su hijo Sven murió, creo que quedaría mejor “había fallecido” que “falleció”, aunque imagino que es cuestión de gustos. Y, por último, en la frase “Le pregunté que estaba sucediendo”, ese “que” lleva acento. El uso del verbo “abocarse” tal y como lo empleas de “entregarse con entusiasmo a una tarea” me hace pensar que eres una escritora del otro lado del “charco”, de América ¿me equivoco? 😀
    Como conclusión de este apartado, me ha parecido un buen trabajo a nivel técnico.

    En cuanto al contenido, creo que hay una historia bien trenzada aquí, con un protagonista/narrador bien definido, muy “humano” (tanto para lo bueno como para lo malo), con el que uno podría llegar a identificarse, otro (el robot) que se mantiene en un segundo plano aunque su papel en el desarrollo de la historia resulta clave, un conflicto de esos que le hacen a uno preguntarse qué hubiera hecho de estar en lugar del apesadumbrado protagonista, y una estructura donde puede reconocerse con facilidad el eje de la historia: su inicio, su desarrollo y su final. Y es un muy buen final, pese a que, tal vez, hubiera ahondado algo más en el drama del protagonista el conocer la reacción/opinión de Lennard cuando su creador/padre le comunicara que había decidido desactivarlo. Sin duda, hubiera añadido una gran tensión dramática a ese final propuesto, donde destaca una excelente frase que resume y contiene todo lo anterior.

    Como opinión personal, me hubiera gustado que la historia hubiera sido “mostrada” más que “contada” por un narrador, que hubiera habido diálogos donde pudieran cobrar fuerza esas emociones que, de esta manera, quedan un tanto atenuadas. Y pienso que este relato se merece y agradecería una explosión de emociones más que una presa que las contenga. En cualquier caso, creo que es una buena historia la que has tejido para este reto.

    Recibe mi enhorabuena, Roberta.

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 07:12
  3. 3. Roberta dice:

    Gracias Helkion, gracias Juan.
    Me encantaron sus devoluciones, me aportan muchísimo.
    De paso quiero decir que es la primera vez que participo en el taller, y Uds. me dan ánimo para seguir adelante.
    Inmensamente agradecida, nuevamente.
    Un saludo cordial.

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 15:08
  4. 4. Kupuri Tatei dice:

    Hola Roberta:
    Agradecerte que has puesto una buena historia.
    Quiero exponerte algunas ideas.
    Me queda dando vueltas la frase: “me explicó que había notado cambios imperceptibles”, si son cambios imperceptibles ¿cómo los ha notado?
    Luego, creo que sería una historia más “redonda” si hubieras usado el nombre del proyecto (Prometeo) con la historia de un ingeniero valiente que le roba sus secretos a la ciencia para el beneficio de cada habitante del Sistema Planetario.
    Te invito a que pases por el cuento #181-“El invento.” Leelo y destrúyelo.
    Nos seguimos leyendo. Gracias.

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 19:31
  5. 5. Jerónimo Guillén dice:

    Hola. Me ha gustado tu relato, aunque creo que das excesivas explicaciones, una historia puede ser de ciencia ficcion sin contener jerga complicada.
    Tengo esta duda:”El ciclo de vida de un robot consta de cuatro etapas: activación; asignación al propietario; desarrollo de su actividad y desactivación.
    La fase IV del Proyecto es la última, donde el robot se pone en funcionamiento” si la cuarta etapa es desactivación ¿cuándo se pone en funcionamiento? Esta parte me confundió.
    Creo que queda mejor la palabra arriesgada e ilegal que riesgosa, pero es un gusto personal.
    En general me gustó tu relato.
    Saludos.

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 23:53

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