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Amor sin prejuicios - por Perla preciosa

Era más que un simple robot. Sin embargo, para cristóforo, suficiente para producir esa sensación placentera que pocas personas saben proporcionar a los demás y también a sí mismas: cocinaba como pocos saben hacerlo para paladares exquisitos, y era tan educada e inteligente que lo avisaba, no solo cuando la comida estaba hecha, sino también cuando faltaba o sobraba algún ingrediente del conjunto.
Se había separado de Laura hacía un mes y las noches en soledad le resultaban eternas, por lo que todas las tardes salía a recorrer los bares de los alrededores de su casa, en busca de alguna mujer a la que prodigar sus caricias y su cálido afecto, además de los suculentos platos que él mismo preparaba, dado que, según le contó su abuelo de pequeño, el amor se aloja en el corazón o tal vez en los genitales del cuerpo –eso no lo tenía muy claro-, pero es indudable que entra siempre por el estómago.
-¿Qué tal? ¿Es la primera vez que vienes a este bar?
-Sí –contestó tímidamente Leocadia.
Así pues, dispuesto a empezar una nueva amistad, cristóforo pidió un cubalibre para cada uno.
-Aunque llevo ya dos meses en Madrid, hasta ahora no me he animado a salir para conocer gente nueva –le confesó ella.
tras unos cuantos cubalibres, tanto individuales como compartidos y una borrachera fenomenal, la llevó a su casa, mientras cantaban a coro y con bastante desacierto: "solamente una vez amé en la vida…".
-Tienes unas manos asaz sensuales, Leocadia, que enamoran a cualquiera. Tengo preparados spaghetti alla carbonara, que, si quieres, podemos cenar esta noche.
Pese a estar borracha, Leocadia no se decidía a entrar en su casa: además de ser muy tímida, nunca había oído la palabra asaz, por lo que no entendió lo que le había dicho. Sin embargo, llevada por la fuerza y la pasión de las caricias que le prodigaba mientras caminaban, se decidió a hacerlo.
-yo nací en Rímini –le confesó mientras cenaban-. De allí es mi padre, y de vez en cuando se me escapan palabras propias de la zona. Las mujeres españolas son muy similares a las de Italia: se enamoran enseguida y da gusto compartir tu habitación con ellas.
-bueno.
Leocadia no tenía opinión para lo último. Sin embargo, cuando se desnudaron, apenas tuvo tiempo de digerir lo que pasaba: la tumbó en la cama y, tras unos breves masajes en el clítoris, le levantó las piernas y la penetró de lleno. Ella lanzó un alarido de dolor, que él ahogó con besos, mientras se desahogaba en un lapso de tiempo no mucho mayor del que había necesitado ella para expresarse.
Al amanecer, Leocadia se marchó y quedaron en verse nuevamente esa misma tarde a la misma hora, aunque esta vez en casa, a instancias de él.
Cristóforo utilizaba las herramientas de las que disponía: se enamoraba de las mujeres por la voz y por el tacto, pues era ciego, y de vez en cuando en sus reflexiones se indignaba con los fabricantes de aparatos domésticos adaptados a sus necesidades, cuyas voces eran casi siempre masculinas. Sin embargo, su robot-cocinera había sido en algún modo su salvación, pues era de los pocos que poseía una voz femenina.
En una ocasión, una mujer de voz atiplada lo despreció en la calle. Después supo que era lesbiana, y aprovechando que se encontraba frente al escaparate de un comercio, lo destrozó. Esta vez no sería excepcional: llegadas las siete de la tarde, Leocadia no se personaba en casa. Diez minutos más tarde, fue al bar a buscarla, por si había entendido mal y estaba esperándolo allí. Nadie la había visto desde el día anterior.
Cristóforo comenzó a caminar sin rumbo por las calles. Meditaba acerca de cómo suplir la ausencia de ella, y no podía reprimir la indignación de haber sido engañado. Se hubiera quedado en el bar dando conversación a otra mujer, de no haberle dicho el camarero que se marchara, pues estaban todos los sitios llenos.
Cerró la puerta de casa tras de sí, dando un buen portazo. Ya dentro, agarró la cocinera y se la llevó a la habitación. La enchufó y cuando comenzaba a despedir calor suficiente, se la acercó al cuerpo. Mientras cavilaba concienzudamente, se acariciaba el pene, y con la mano que le quedaba libre pulsaba las teclas del aparato para escuchar su voz: "¡ojalá fuera ella!". Finalmente llegó al clímax, exhalando un estruendoso gemido. ¡Lástima que no les fabriquen artilugios que les digan "te quiero"!

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10 comentarios

  1. 1. Guagner dice:

    Hola, Perla.
    Tu relato está muy bien escrito. Pero debo decir que la sorpresa de que el tipo es ciego me pareció engañosa. Creo que ese dato debe estar antes.
    A partir de ahí el cuento cambia y se vuelve confuso.
    El final está bien, aunque se me hizo algo anticlimático (puede ser culpa de las 750 palabras).
    Saludos.

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 00:05
  2. 2. Luna Paniagua dice:

    Hola, me ha ocurrido lo mismo que a Guagner, así que no lo repito…
    Te han faltado algunas mayúsculas: el primer Cristóforo y un par de comienzos de diálogos.
    Me ha gustado el final, por lo inesperado.
    Un saludo.

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 21:24
  3. 3. Sonia dice:

    Me parece un buen relato y creo que se podría haber mantenido el suspense de que el prota es ciego hasta el final

    Escrito el 20 octubre 2017 a las 07:50
  4. 4. Yoli dice:

    Hola, Perla Preciosa.
    Está bien tu relato, sobretodo el final, que ha sido sorprendente. Yo, lo que el protagonista es ciego, lo pondría al principio o al final.
    Algunos guiones los has puesto cortos, cuando tendría que ser largos.
    Si quieres leer el mío, soy el 144.
    Saludos

    Escrito el 21 octubre 2017 a las 14:36
  5. 5. Perla preciosa dice:

    Apreciadas compañeras y compañeros:
    En realidad, no he entendido muy bien el hecho de que el protagonista sea ciego confunda y engañe. ¿Por qué? Otra cosa es que quizá debería haberlo dicho en otro momento, pero no entiendo lo que decís los dos primeros. Ya me lo aclararéis, si os apetece.

    Escrito el 21 octubre 2017 a las 22:02
  6. 6. Blanca Barojiana dice:

    Hola Perla Preciosa: tu relato me ha divertido, tienes un gran sentido del humor. Está muy bien construido. Gracias por el buen rato.

    Escrito el 23 octubre 2017 a las 12:22
  7. 7. Perla preciosa dice:

    Querida Blanca:
    Me alegro de que te haya divertido, pues eso era lo que pretendía: hacer reír un rato, a consta de las tretas de una serie de persona. Si de paso ven la crítica, mejor, pero mi intención era una mezcla de humor con la citada crítica.

    Escrito el 23 octubre 2017 a las 20:36
  8. 8. Ane dice:

    Hola Perla Preciosa, !o primero gracias por visitarme. Lo siguiente darte mi punto de vista. Es un relato que destila ironía, cosa que me gusta. Lo de la ceguera del protagonista yo lo hubiera puesto al final y jugar con esa sorpresa durante el resto del relato. El lector se va haciendo una idea de la historia pero cuando llega el final ¡zas!, le cambias los esquemas.

    También he observado alguna que otra falta ortográfica, propio de algún despiste, nada relevante por otro lado.

    Lo dicho, buen relato y a seguir escribiendo. Saludos.

    Escrito el 23 octubre 2017 a las 21:05
  9. 9. JeSS dice:

    Hola Perla! Pues me gusto mucho tu historia, el relato está bastante fluido, la redacción permite que uno como lector se deje llevar. Sin embargo, yo particularmente me perdí.
    A mi parecer esta mal estructurado o desordenado. Por que la historia esta allí, y es palpable, pero en un punto pierde coherencia. Por lo menos eso me paso a mi.
    Saludos

    Escrito el 25 octubre 2017 a las 22:47
  10. 10. María Jesús dice:

    Hola Perla: Tu relato me ha parecido un poco confuso, sin embargo creo que se le puede sacar mucho juego si le das una vuelta. Al final he entendido (creo) que el protagonista es un hombre con una tara física que se encuentra muy solo y que solo encuentra fiel consuelo en su electrodoméstico. Si no es así, pues me he quedado pez, jeje. Un saludo.

    Escrito el 26 octubre 2017 a las 15:17

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