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Desengaño cibernético - por Maurice

Web: http://mauricenipapaian.blogspot.com

DESENGAÑO CIBERNÉTICO

Era más que un simple robot. En el departamento nadie lo sabía, pues formaba parte de una prueba piloto. Tenía rostro, piel y se movía como hombre; la voz sonaba un tanto metálica pero no se diferenciaba de la de otros empleados “fumadores”. Incluso, estaba diseñado para “tener necesidades fisiológicas”; esto, en el afán de no distraer al personal con riesgo de disminuir la productividad. Según recomendaciones técnicas de Robotic Leadership, Arthur ME -máximum efficiency─ significaba la última generación de robots fabricados a pedido, lanzados cinco años atrás y que hoy, en el 2030, completaban la experiencia piloto en el país. En esta fábrica de indumentaria deportiva, Arthur era un operario que no se distinguía del resto. Solo que no se alimentaba, cobraba salario ni estaba sujeto a leyes laborales. Era un robot con software, dotado de un programa de trabajo en serie de 500 GB, controlado desde el centro operativo de Leadership. Significaba la gran inversión de Sport Live.
Además ─elemento ignorado por todos excepto por los científicos de Robotic─, la máquina poseía un sensor exteroceptivo captador de sustancias químicas en el ambiente, entre ellas, las feromonas segregadas por las personas, siendo su existencia probada en la atracción sexual de los animales. El estímulo era enviado en forma de señal al software de Arthur y transformado en órdenes motoras que el androide ejecutaba. Para gerentes y empleados, el robot era un “aparato” programado para realizar tareas. Eso sí, con el aspecto de un hombre atractivo.
Amanda llegaba puntualmente a la fábrica. Sin saber porqué, encontraba su área de trabajo limpia y ordenada: los cierres colocados en cajas, listos para remachar; las piezas ya confeccionadas dispuestas en los estantes; el piso libre de todo retazo de tela o fana residual del día anterior. Existía un trabajo extra del que ella no se ocupaba, pero advertía que se realizaba. A sus treinta años, el horario en la fábrica le resultaba interminable para qué, después de terminado el mismo, se quedase a ordenar o limpiar. Se mentía en que en algún momento de la semana lo haría, aunque “ese momento” no llegaba jamás.
Por otro lado, veía en el robot una actitud hacia ella que no condecía con su naturaleza mecánica y cibernética, diferente para con el resto de las personas excediendo las funciones para las que estaba programado. Si no supiera que Arthur era una computadora, diría que la cotejaba. Igual, guardaba esos pensamientos en el fondo de su alma y sonreía cuando la asaltaban.
Esa mañana empero, fue diferente. Amanda halló su sector tal cual lo dejo la tarde anterior, es decir, en estado de caos. No veía a Arthur por ningún sitio extrañando el “buen día muñeca” con que la recibía diariamente. Solo él le llamaba así.
Disponiendo de unos minutos antes de comenzar su turno, salió a recorrer los pasillos de la planta dirigiéndose al departamento asignado al robot. Tenía la esperanza de hallarlo en la sección de cortes, quizá con más trabajo del habitual. Pero el lugar estaba vacío. Continuó la búsqueda dentro del sector y al final lo encontró sentado frente a su banco de trabajo en actitud meditabunda. Llamó mucho su atención pues no estaba programado para ello.
—Arthur, ¿pasó algo? ─inquirió Amanda perpleja.
— ¡Buen día muñeca! ─contestó la máquina socarronamente─, “también me alegro de verte”.
— ¡Arthur, por favor! Me extrañó. Siempre tan atento, ayudando aquí, sonriendo allá, siempre dispuesto; y hoy… viéndote aquí, no sé…, me preocupé.
Arthur levantó la cabeza. Triste y resignado respondió:
—Amanda, solo soy una máquina, ¿qué puede pasarme? Tal vez “él”, te responda.
—Él, ¿quién?
La máquina se incorporó, dirigiéndose a la cortadora dando la espalda a Amanda. Ella observaba esos hombros fuertes, marcha firme, sin advertir su naturaleza artificial, anhelando que fuera real. Lo siguió con la mirada viendo cómo, decididamente, encaraba su labor. Mientras, pensaba intrigada quien sería “ÉL”.
Después de hurgar en sus recuerdos inmediatos, comprendió. Aunque la evidencia escapaba al entendimiento humano. Estaba maravillada por el descubrimiento a la vez que anonadada. Pero Arthur no lo reconocería, por ser ajeno al carácter electrónico de su corazón; pero no al chip.
Dos días antes, Eugenio, su actual pareja, la buscó a la salida de la fábrica. Arthur había visto la escena sin que ella lo advirtiera. Y por supuesto, los celos no pueden digitalizarse.
Amanda percibió en ese momento, y más allá de la razón, que la creación humana no podía sobreponerse a la naturaleza del Amor. Tampoco detectarse en una prueba piloto.

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6 comentarios

  1. 1. Jorge Lozano dice:

    Hola Maurice,

    Aquí Jorge, el vecino del 98. Buen relato en general, sobre todo al descubrir los celos del robot.

    Una observación, en la parte de: “Si no supiera que Arthur era una computadora, diría que la cotejaba” – Es cotejar o cortejar? igual y faltó por ahí una R.

    La página igual y no ayuda mucho en el tema de los espacios, igual y poner doble espacio entre renglones ayudaría un poco a la lectura quese siente un poco amontonada… no se, simple sugerencia.

    Saludos y gracias por compartir!

    Escrito el 18 octubre 2017 a las 21:02
  2. 2. Leosinprisa dice:

    Hola Maurice, muy entretenido relato que nos descubre a una máquina que no parece serlo tanto. Le has dotado al texto de mucha imaginación y eso se agradece pues me gustan ese tipo de relatos que mezclan realidad y ciencia-ficción.

    Lo que más resaltaría a la hora de ponerle una pega a tu texto es, como bien ha dicho el primer compañero, separar los párrafos para que no se amontone la escritura, lo haría mucho más legible y atractivo.

    Poco más he de decirte, un placer leerte y un saludo.

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 07:51
  3. 3. Alonso García-Risso dice:

    Saludos Maurice:
    Me encantó tu trabajo, lo hallé atractivo e impactante. Me sorprendió: A medida que me adentraba en la narración, sentí que me tocaba personalmente… Te lo aclaro: Mi niñez la viví en medio del Golfo de Arauco, Chile. Cursé a muy temprana edad la primaria. Tendría 5 o 6 años en el primer año de preparatoria, mi profesora, Silvia, era preciosa, con una figura nórdica… me enamoré de ella desde un principio. Se me pasó la idea de poblar el mundo con Silvia; hasta que un día la sorprendí colgada del cuello de un mocetón. Me resultó insoportable (hasta la fecha. Esto último es un chiste; ahora, que soy más grandecito). Camino a casa, me fui pateando tarros y piedras por la calle…
    Disculpame que te haya tomado por psicoanalista; pero tu relato me disparó el chip… Gracias
    PD: Viste la película “Analízame”, en que trabaja Robert de Niro…
    Otro día te aclaro la cuestión sobre el “Dios Verdadero”. Es una explicación larga, porque hay muchos dioses y sólo uno se debe escribir con “D” mayúscula. Al final es una cuestión de conciencia, de lo cual tenemos poca, empezando por el suscrito.

    Escrito el 21 octubre 2017 a las 21:32
  4. 4. Sabina Duque dice:

    Hola Maurice.

    El título de tu relato cobra fuerza al final, con la comprensión el mismo.
    Me gusta la trama. También me gustó que nos hayas mostrado a Arthur meditando, y a la mujer extrañándolo.
    Ver el lugar limpio y ordenado, y después el caos de residuos textiles, me pareció interesante.
    Lo que me resultó un poco pesado o aburrido, perdóneme la sinceridad, fue el exceso de información técnica.
    Si bien es un aporte importante el conocimiento sobre la robótica, tengamos en cuenta que en el relato, es muy importante el carácter literario.
    Tengo una inquietud: Cuando dices que: “Existía un trabajo extra del que ella no se ocupaba”. Yo entiendo que ese trabajo extra no le corresponde. Sin embargo, unos renglones abajo dices que: “Se mentía en que en algún… (acláralo un poco).

    Perdóname el atrevimiento.
    ¿Qué tal te suena tu frase con este cambio?:

    “—Muñeca, solo soy una máquina, ¿qué puede pasarme? Tal vez “él”, lo sepa.”

    Me llamó la atención, que tu androide tenga la capacidad de captar las feromonas liberadas por las personas.
    Sería bueno que nos contaras con qué tipo de animales, demostraba el robot, esta habilidad.

    Para finalizar, me pareció curioso, que tu robot fuera operario en una fabrica de confecciones; y el mío, vendedor en una tienda de lencería.
    Ambos son Futuristas: El tuyo de 2030, y el mío, de 2025.

    Próximamente, comentaré tu comentario a mi relato.

    Soy Madrigal 101
    Nos vemos en escena.

    Escrito el 23 octubre 2017 a las 15:04
  5. 5. Sabina Duque dice:

    ¡Ah!, Se me olvidó decirte que me gust
    o el final. Es una reflexión muy buena.

    Soy Madrigal 101
    Nos vemos en escena.

    Escrito el 23 octubre 2017 a las 15:19
  6. 6. Silvina dice:

    Hola Maurice, no puedo hacerte muchas criticas constructivas todavía, porque me queda mucho por aprender antes de hacerlo. Así que opino solo sobre las historias que voy leyendo.
    La tuya me pareció entretenida y hasta un punto casi me olvido que habla de un robot porque está tan metido en una de las situaciones más comunes de los seres humanos:los celos.
    Estoy segurísima que era más que un simple robot.
    Saludos y muchos éxitos.

    Escrito el 24 octubre 2017 a las 21:14

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