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Piedras preciosas, viajes intergalácticos y él - por Katherine ME.

Web: https://www.instagram.com/kathenyc/

Era más que un simple robot. Él, fue la antítesis de lo que me encontraba buscando en ese momento, pero a su vez, la tesis.
Me vi a mi misma en el extraño punto de la vida, en que hay centellos coloridos bajo un cielo grisáceo, pero que en la cabeza, vuelan repletos de ilusiones coloridas que pasan de un lado a otro como fuegos pirotécnicos. Estaba recién graduada, con el corazón roto y con miles de sueños.

Quería ser libre y sí, tener mucho dinero para ser una milenial de las que hacen lo que se les da la gana, porque pueden, y porque han terminado con su novio de cuatro años. Y porque las han engañado con una arquitecta mucho mayor y adinerada que ellas, y porque han regalado sus días soleados, dentro de en un trabajo que encapsulaba sus días en un cubículo.

Probé emprender con muchas cosas para alcanzar mi libertad. Vendí desde collares hasta baritas de incienso, me ingenié una agencia de viajes intergalácticos, contabilicé granitos de arroz, pinté pedacitos de luna que había caído sobre la calle, jugué a las escondidas con mi crédito universitario, conté los canticos de los peces, probé tantas cosas, que le vendí mi alma a un multinivel. Duele decirlo, pero me prospectaron.

La tarea era simple: Vender toneladas de sus productos, inducir a unos cuantos millones a que renunciaran a sus empleos, y se dejaran lavar el cerebro, ah y facturar centenas de dinero bajo una red piramidal en la que se recibía un cero punto tanto. Es más, sí lo hacía bien, dejarían de llamarme por mi nombre, para ser una piedra preciosa. Al fin y al cabo, una esmeralda vale más que muchos humanos para muchos, aunque no más que una cuenta de Instagram.

Me puse como loca a llamar a toda mi familia, incluyendo esas tías que de vez en cuando critican, pero tienen dinero. Una que otra me compró con la idea de ayudarle a la sobrina hippie y desadaptada.

Ni hablar cuando pasé a la lista de amigos. En ese momento, me comencé a quedar sin amigos. Fue como una especie de masacre social. Pero entonces pasé a un nivel más oscuro y diabólico: “Tínder”.

Dice la leyenda que quién crea una cuenta en Tinder, no vuelve a ser el mismo. Y así fue, conocí a muchas personas, desde chicos agradables que luego me insultaban con mi amablemente malvada propuesta, hasta los que ocuparon los lugares de amigos que me eliminaron de sus vidas. Pocos esperaban que de una cita amorosa, saliera una loca a venderles jabón y cremas dentales. Muchos me compraron, otros salieron despavoridos, hasta que llegó él…

Él, con una sonrisa de ensueño, rutilante en mi cabeza desde que lo conocí, rudimentario, conversador, jodidamente egocéntrico, me gustó desde que no pude hablarle sobre mi plan maquiavélico, y decidí dejarme llevar y tener una cita normal.
No sabía exactamente que me atraía, pero parecía tener una vida muy poco convencional. Me habló de lanzarse por las montañas en bicicleta, y de vivir con un montón de amigos que llegaban para luego dejarlo solo en su vida de aventura y agobiada por los días de sol, el deporte y los viajes. ¡Pobre hombre! Parecía sufrir mientras se quejaba de su horrenda libertad.

Mi sueño, hecho persona. Dejé de perseguir el objetivo real para encontrar un representante que reflejaba cada deseo más profundo.

Él, resultó sorprenderme cada día, aún lo hace así ya no estemos juntos, luego me di cuenta de que ninguna de sus historias era real. Tenía una enfermedad mental que lo hacía inventar historias y personalidades. Tenía sueños de colores, historias de actos extraordinarios, y por alguna razón nada había sido imposible para él. La manía era tan extrema, que luego entendí que en determinado punto, el prefirió la fantasía a la realidad de este mundo.

Con él, me envolví en la idea de una vida sin preocupaciones porque era más divertido caminar junto al mar escuchándolo, que trabajar. Y así fuera una adulta, era excitante hablar de los distintos tipos de dinosaurios extraterrestres. Por un instante, olvidé la obsesión por el dinero y volví a sentirme viva. Me di cuenta que yo era una mujer de carne y hueso que podía amar e imaginar como en los viejos tiempos sin tener que un diamante para ser alguien, con él supe que yo era más que un simple robot.

K.

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4 comentarios

  1. 1. Ian Auri dice:

    Me gusta mucho tu historia, es muy ágil y juvenil a mi parecer, tiene un toque muy íntimo en lo que dices, se puede notar que disfrutaste escribiendo… puedes hacerlo más largo incluso para otra ocasión, tal vez volverlo una novela?…

    Me gusta, lo desarrollaste mas que excelente 😀 felicitaciones.
    Ah… y muy buen titulo.

    Escrito el 18 octubre 2017 a las 15:21
  2. 2. Wanda Reyes dice:

    Hola Katherine,

    Me gustó tu historia. Es fluida y te invita a seguir leyendola. Disfrute como cerraste todo con la última linea dandole sentido al ejercicio de escribir sobre un robot.
    Te invito a que leas mi cuento es el #138.

    Escrito el 20 octubre 2017 a las 03:34
  3. 3. ÁNGELL dice:

    Muchas gracias por tus comentarios, Katherine.

    Siempre asocio la palabra robot a algo cargado de servos, tornillos, aceite y la repetición de acciones. Nunca me dió por plantearme que yo mismo soy ya uno de ellos, desde que me levanto hasta que me acuesto.

    Por eso me gusta tu relato. De hecho, ahora mismo voy a desconectarme.

    (…)

    Solo dos o tres cosas me “molestaron”, en una redacción por otro lado espléndida, que me hicieron perder el ritmo y releer un par de veces para comprender el significado de la frase (los paréntesis son míos):

    “…hay centellos (coloridos) bajo un cielo grisáceo, pero que en la cabeza, vuelan repletos de ilusiones (coloridas)”. Repetición. ¿“Centellos”= Rayos?, pregunto; la palabra “centello” no viene en el diccionario. En el mío, vaya.

    “…pinté pedacitos de luna que había(n) caído sobre la calle”. Tiene poca importancia, pero…

    “…cada día, aún lo hace así (aunque) ya no estemos juntos”. ¿Puede ser?

    “…como en los viejos tiempos sin tener que (aquí falta algo) un diamante para ser alguien”.

    No estoy de acuerdo con Ian Auri. No lo hagas más largo, no, así está bien. Relee con detenimiento, corrige, ajusta de nuevo —si te apetece o lo encuentras necesario—, mantente en el margen de las 750 palabras, déjalo descansar unos días… Nada más.

    Cada cierto tiempo, mis relatos me llaman. Para que los arregle de nuevo. Un toque aquí, otro toque allá… Son víctimas de un narcisismo incorregible. Soy su creador y, al mismo tiempo, soy su esclavo… ¡Estoy enamorado de ellos!

    Deseo que llegue pronto el día 18 de Noviembre para leer tu nuevo texto.

    Saludos. ÁNGELL

    Escrito el 24 octubre 2017 a las 20:08
  4. 4. Bellaan (SC) dice:

    Hola, interesante historia. Aparte de lo ya dicho más arriba, decir también que en unas partes creo que faltan algunas palabras.
    Espero leerte en el próximo reto.
    Saludos!

    Escrito el 24 octubre 2017 a las 20:51

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