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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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Web: http://www.mobbyt.com

Era más que un simple robot. Ploter, como lo había llamado, sintetizaba mis anhelos de fabricar un cacharro de esos. Una obra de ingeniería, considerando mi corta edad.

Sobre el kart de rulemanes de mi hermano había montado un cajón de manzanas que oficiaba de cuerpo. Por su parte, un tarro de duraznos al natural servía de cuello para soportar a la caja de zapatos que hacía de cabeza. Dos tubitos de rollos de fotos, en tanto, se proyectaban en ella como los ojos, humanizando a Ploter de manera simpática.

—¡Quedaste muy bien! —dije tras alejarme unos pasos.

Ploter, se limitó a contemplarme sin responder.

Para dotarlo de funcionalidad, instalé fotoresistencias en los tubitos que hacían de ojos; conecté los cables con mi soldador de estaño y los llevé hasta el interior del cuerpo.

—¿Has visto lo bien que sueldo? Estoy haciendo un curso de electrónica por correspondencia —le informé sin que me pregunte—. Cuando sea grande, seré científica —agregué.

Así pasé la tarde, haciendo lo necesario para que luzca de la mejor forma. Incluso, lo forré con papel metalizado y le agregué un parlante para que emita sonidos. Eso sí, no conseguí que la cabeza sostenga el peso de la bocina, por lo que debí atornillarla dentro del cajón de manzanas.

—Hablarás por la barriga, como los ventrílocuos —le dije divertida.

Finalmente, tras aprobar los detalles estéticos, acometí la tarea más delicada: debía conectar los cables a lo que llamaba el cerebro, un chasis metálico poblado de una maraña de componentes electrónicos.

—¿Ves? —le pregunté mientras ponía el aparato frente a sus ojos plásticos— Estas piezas chiquitas, se llaman transistores; estas otras, resistencias —seguí recitando mientras hacía gala de mis conocimientos.

Detuve allí mi alocución, ya que había varios componentes, de ese circuito, que no sabía qué eran.

Me sentía afortunada de tener aquel aparato, es que nunca había visto algo como eso. No era parecido al interior de las radios, ni de los televisores. Don Oscar lo había encontrado tirado en el campo, cuando estaba sembrando, y me lo trajo de regalo. Según él, debía ser de algún globo meteorológico. Mi papá, por su parte, me ordenó que lo desechara ya que tenía unas inscripciones que parecían en ruso y temía que tuviera radiactividad. No le hice caso y lo conservé para mi robot.

—¡Aquí va! —grité entusiasmada. Oprimí el interruptor y la energía del portapilas empezó a circular por el enjambre de cables; el parlante del pecho de Ploter emitió un leve zumbido con algo de ruido blanco; los sesenta y cuatro transistores del extraño aparato se polarizaron y comenzaron a oscilar en una secuencia, que luego de unos instantes, encontraron su punto de equilibrio. Consecuentemente, los diodos leds iluminaron el interior de los ojos, dotándolos del brillo de la vida. La danza de energía empezó, de esa manera, a ensayar nuevas coreografías de electrones en aquel circuito caído del cielo.

—¡Vamos! ¡Funciona, por favor! —rogué expectante.

El parlante volvió a emitir pitidos teñidos de ruido blanco. Sobre él, las sesenta y cuatro luces que había conectado a los transistores seguían apagadas. “Luz apagada es un cero; brillando, un uno”; pensé, recordando los números binarios.

¡Qué pena sentía!, tenía la esperanza de que las luces se enciendan. Me hubiese gustado que oscilen en vaivén, como las del auto fantástico.

Apagué entonces el interruptor y luego volví a activarlo. Las luces de los ojos refulgieron inmediatamente. No así las del pecho.

Me senté algo frustrada, frente a él, y tocando con mi dedo a la tira de luces apagadas, le dije:

—¡Mira, son parte de tu corazón, debes encenderlas y demostrarme que estás vivo!

Estático, Ploter siguió allí. En cambio, en mí, cobró forma un profundo amor por aquella obra claramente imperfecta. Existía y aunque no hacía todo lo que yo quería, comprendí que debía aceptarla tal como era.

No pude evitarlo y abracé al robot fuertemente.

—¡Te quiero! —le dije arrobada por sus ojos luminosos.

Ploter sintió mi abrazo. Es que sacudió peligrosamente su cabeza, despegando —casi— el tarro que le servía de cuello. En consecuencia, los circuitos se crisparon por el movimiento haciendo oscilar, nuevamente, a los transistores. Las luces del pecho, finalmente, se encendieron; aunque no todas: de las sesenta y cuatro, sólo veintisiete brillaron, las suficientes para demostrar, en un nuevo lenguaje de unos y ceros, que yo aún no conocía, que algo había nacido.

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8 comentarios

  1. 1. Servio Flores dice:

    Hola, me ha gustado su relato, tierno y ágil, técnico y sencillo, muy bien llevado hasta el final.
    Cómo observación, hay un juego de tiempos verbales en algunas frases. Cómo aquí: “papel metalizado y le agregué un parlante para que emita sonidos” desde mi perspectiva, creo que sería emitiera.
    También en “correspondencia —le informé sin que me pregunte—. Cuando” creo que sería mejor, preguntara.
    Es solo mi perspectiva.
    El relato está muy bonito.
    Saludos.

    Escrito el 18 octubre 2017 a las 15:08
  2. Hay 10 clases de personas, las que saben lenguaje binario y las que no

    Escrito el 18 octubre 2017 a las 18:44
  3. 3. Jorge Lozano dice:

    Buen texto Germán.
    Me gustó la parte del final que el robot se comunicara en binario. Le da un toque más auténtico a la creación de este nuevo ser.
    El narrarlo en primera persona añade ese toque íntimo que nos invita a querer saber más de ambos personajes.
    Gracias por compartir!
    Si quieres pasar a leer el mío, soy el numero 98 en la lista 😀

    Saludos!

    Escrito el 18 octubre 2017 a las 20:49
  4. 4. Lorkiano dice:

    Hola Germán Lanfranco:

    Leí ayer tu relato y la verdad es que me gustó mucho por lo tierno de la niña con esa vocación temprana por la ciencia.

    Hay algunas frases que me suenan raras, las comentadas por Servio Flores, por ejemplo, pero no me quitan disfrute de tu relato.

    ¡Nos leemos!

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 16:02
  5. 5. R.J. Esperanza Pardo dice:

    Hola, Germán

    Me ha tocado comentarte, soy tu vecina dos pisos más arriba.

    Lo primero decirte que he disfrutado con tu relato tanto como la protagonista con su robot nuevo.
    Me he acordado cuando mi madre nos decía con cierto reproche que en la postguerra los niños (ella) jugaban con cualquier cosa que se encontraban por la calle. Tu cuento me lo ha recordado.
    Creo que la magia de este cuento tiene que ver con la mezcla entre la sencillez de un juego infantil y la hazaña que supone construir y dar vida a un robot. Creo también que está contado con tanto detalle acertado, que el lector se deja llevar por el milagro de la ficción y acaba personificando al robot al igual que la niña.
    Has utilizado la voz del narrador en primera persona y la distancia temporal está lejos, es el pasado de la narradora-protagonista. El narrador en primera persona tiene que tener la voz, las palabras y el tono de quien relata, en este caso una niña de corta edad, y aunque estemos hablando del futuro no parece que un niño tenga tanta capacidad lingüística o cognitiva como para expresarse como lo hace en las acotaciones del relato. ¿Has probado a narrarlo en tercera persona (en pasado o en presente incluso)? Ten en cuenta que un narrador equisciente reporta las mismas ventajas que el narrador en primera persona, pero además tiene otra: libertad de expresión, ya que puede servirse de una voz distinta al narrador en primera persona para casos como éste, en el que sea un niño o una persona con limitaciones lingüisticas.
    De verdad, cuando habla la niña (dentro del diálogo) es genial, está muy lograda su voz, sin embargo, cuando lo hace desde el punto de vista de narradora-adulta y le llama “papá” o se acuerda con tanto detalle de lo que pensaba de niña en aquellos precisos momentos, me choca.

    En cuanto a forma muy poco que señalar. En realidad es solo dos cosas (pero repetidas). Una de ellas es lo que ya han visto otros comentaristas, ese tiempo verbal que se te cuela siempre:

    * “agregué un parlante para que emita sonidos”: emitiera.
    * ” Así pasé la tarde, haciendo lo necesario para que luzca”: luciera.
    * “le informé sin que me pregunte”: preguntara.
    * “tenía la esperanza de que las luces se enciendan. Me hubiese gustado que oscilen en vaivén: encendieran y oscilaran.
    La frase subordinada tiene que tener concordancia temporal con la principal, siempre. Así, si el verbo principal (“tenía”) está en pasado, el verbo subordinado debe estar en pasado (“se encendieran”) y no en presente (se enciendan) como lo haces.
    * “soportar a la caja de zapatos”: una cosa es soportar a alguien y otra soportar la caja. Yo quitaría la preposición.
    * ” tocando con mi dedo a la tira de luces”: también quitaría la preposición: tocando con mi dedo la tira de luces.
    * ” tocando con mi dedo a la tira”: yo quitaría el “a” también aquí.
    * “Ploter, se limitó”: quitaría la coma entre el sujeto y su verbo.
    * “Finalmente, tras aprobar los detalles estéticos, acometí la tarea más delicada: debía conectar los cables”: “Finalmente, tras aprobar los detalles estéticos, quedaba por acometer la tarea más delicada: conectar los cables” o algo parecido, no sé. Pero el “acometí” es una acción ya realizada, por lo que el “debía” que es algo que aún no se ha ejecutado, me descuadra.

    Que no se me olvide decirte que lo del ruido blanco me ha encantado, y, aunque lo he buscado en wikipedia y sigo sin entenderlo, me sigue encantando, es un ruido misterioso, ¿nuestros oídos lo pueden escuchar?
    Otra cosa que me ha hecho mucha gracia es el asuntillo del globo ruso: “Mi papá, por su parte, me ordenó que lo desechara ya que tenía unas inscripciones que parecían en ruso y temía que tuviera radiactividad. No le hice caso y lo conservé para mi robot”. Me río aún.

    ¿Qué más? Pues que el ritmo del relato es perfecto, el título, esos diálogos de la niña como el último “—¡Te quiero! —le dije arrobada por sus ojos luminosos”, y otros muchos, son geniales.

    Espero leerte más veces. Un saludo

    Escrito el 20 octubre 2017 a las 16:23
  6. 6. Juliana dice:

    Hola!
    Es muy tierno tu relato, como transmite la ilusión de la nena creando su robot.
    Me gustó mucho!
    Saludos

    Escrito el 21 octubre 2017 a las 04:29
  7. 7. Osvaldo Vela dice:

    Hola Germán, te felicito.

    Después de leer los comentarios y ver los diferentes descubrimientos vertidos por tus lectores, con sus tiempos verbales, sus palabras fuera de edad, sus números binarios; sólo me queda por agregar que tu escrito es único. Me gustó mucho.

    Nos leemos.

    Escrito el 21 octubre 2017 a las 13:09
  8. 8. Alétheia dice:

    Hola Germán. Necesito saber qué significa el mensaje en código binaria, porque lo pusiste a conciencia, ¿no? ¡¡Me das intriga!!
    Quería destacar me esta descripción tuya me gustó en especial: “La danza de energía empezó, de esa manera, a ensayar nuevas coreografías de electrones en aquel circuito caído del cielo.”
    Es una historia muy sencilla pero me gustó la manera en que la narras y lo que va diciendo el personaje.

    Me despido, y por si te apetece leer mi texto, soy el 21 🙂

    Escrito el 24 octubre 2017 a las 15:43

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