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El mensaje - por Tavi Oyarce

Era más que un simple robot, era mi padre hecho un energúmeno. No soy una máquina de producir dinero, reclamaba, y no estoy dispuesto a mantener tu vida de holgazán. ¡Estudias o te vas!, terminó diciendo. Me voy respondí lleno de rabia y lo dejé hablando solo. Todo sucedió cuando recién cumplía irresponsables diecisiete años.
Ya en el dormitorio me di cuenta que no tenía a donde ir, pero soberbio como era seguí adelante. Yo pensaba que el mundo giraba en torno a mis caprichos y que era él y no yo el equivocado; así que dando un portazo me dejé llevar por la ira. Ni siquiera me di la oportunidad de recapacitar. Lo vi sentado en el corredor, juraría que lloraba. Como él decía: no era un simple robot, era un ser humano. Una palabra razonable hubiera concluido con la disputa; pero el corazón irritado no razona, y sin más, me eché a recorrer el norte.
Tuve que romperme el alma entre caseríos y cerros donde no crecía ni un mísero musgo. El desierto era un desafío nuevo para mí. Las noches gélidas, el sol fatigante, me obligaban a un esfuerzo que ni yo mismo cría capaz de realizar. Mi padre a esas alturas era un recuerdo plagado de contradicciones; aunque por las noches hubiera querido estar en sus brazos. Cuantas veces me dirigí al correo dispuesto a enviarle un telegrama, pero la incertidumbre me detenía.
Hacía treinta años que había salido de casa y el rostro de mi padre palidecía en la memoria. Todo cambió cuando sorpresivamente recibí un sobre escrito con su letra. Más que una carta era un mensaje: Jenaro, decía, te necesito.
No entendí en ese momento cómo había averiguado mi dirección. Ese día estuve inmerso en la incertidumbre. Me debatía entre viajar y no viajar; pero la sangre ─como decía mi abuelo─, reivindica. Al día siguiente tomé el primer avión hacia la capital. Ya en el aeropuerto de Santiago alquilé un automóvil y conduje cuando aún no amanecía. El tránsito era lento, demasiado para la urgencia que de improviso se había apoderado de mí.
Después de siete horas de conducir tomé el camino ripiado hacia el oeste. La montaña me encaró con su carga de recuerdos: allí estaban mis desatinos, mi rebeldía, la mañana aquella cuando resuelto o estúpido abandoné el techo paterno. Fueron demasiadas mis torpezas, jamás tomé un libro y si algo odiaba era la idiotez de los mayores; tal vez la temprana muerte de mi madre influyó en ello. Pero no quería juzgarme, eran otros los tiempos, otra la manera de ver las cosas. Ahora solo quería abrazar a mi padre, en silencio: él lo entendería.
Por fin apareció la calle larga con su cañada de agua torrentosa, orillándola. Pero el pueblo ya no era el mismo, era un caserío. Estacioné el automóvil en lo que alguna vez fue la plazuela central y caminé lento hacia mi casa. Me vi pequeño acompañando a mi padre cuando aún no comenzaban nuestras inútiles discusiones.
Mi casa, una de esas casas que en su tiempo descollaba por sus grandes palmeras y su majestuosa construcción, parecía deshabitada. Tenía los postigos clausurados. Uno de los muros había cedido al paso del tiempo y por el entretecho asomaban vigas apolilladas: en cualquier momento se derrumbaría. Estuve un rato golpeando la puerta, llamando a viva voz, sin resultados. Había comenzado a fastidiarme cuando de improviso la puerta chirrió como si no se abriera en siglos. La cabeza de un anciano asomó temerosa. Sus ojos huidizos me auscultaban en una especie de reconocimiento.
─Busco a don Manuel Franco ─dije sintiendo que la ansiedad mordía.
El hombre movió la cabeza de lado a lado y dijo:
─No.
─No qué.
Siguió mirándome sin responder. Volví a insistir.
─Está muerto ─dijo con una expresión de fastidio.
─¿Cómo que muerto?
─Sí, bien muerto.
─Tengo esta carta suya ─grité enarbolándola.
El tipo se exaltó:
─Usted está loco, señor. Sí…, loco de remate.
Eso dijo cerrando la puerta de golpe como si yo fuera un bicho raro
Nunca anhelé tanto que mi padre fuera un robot, al menos estaría conmigo.
Saqué la carta de mi chaqueta, examiné de nuevo el mensaje, su caligrafía: no tenía la menor duda, era mi padre. Pero todo se fue a negro al examinar un detalle que había pasado desapercibido: el matasellos del sobre estaba fechado veinte años atrás…

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5 comentarios

  1. 1. Juan andres dice:

    Hola Tavi,

    Me ha gustado mucho tu relato. Sobretodo el final, cuando dices que el matasellos es de 20 años atrás. Le encuentro un tono algo poético por las palabras que utilizas, y me parece positivo porque están bien empleadas en el texto. Lo único que he visto un poco raro es la comparación de su padre con un robot (al inicio ), mas que nada porque creo que se nota forzado por cumplir con la condición que tenía que tener el texto.
    Felicidades por tu relato.

    Escrito el 18 octubre 2017 a las 17:30
  2. 2. Ramón Temes dice:

    Es un buen relato, muy bien contado con un sorprendente final que se adivina tan pronto el anciano sale a la puerta.
    Pero no tiene nada que ver con robots, aunque sea una historia de amor/odio.

    Me gustó y está muy bien escrito. Te felicito.

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 19:04
  3. 3. Juana Medina dice:

    Hola Tavi,
    Emotiva y conmovedora historia con descripciones muy bellas.
    Supiste transmitir perfectamente ese conflicto tan común entre generaciones que muchas veces se alarga por puro orgullo.
    Te felicito.
    Me alegra el reencuentro después de tantos meses
    Un abrazo

    Escrito el 21 octubre 2017 a las 21:10
  4. 4. JeSS dice:

    Hola Tavi! Un relato con buena narrativa. Las descripciones están en la linea de lo poético sin caer en metáforas redundantes e innecesarias. Ese es uno de los elementos de un cuento, difícil de dominar, y a mi parecer lo hiciste muy bien en ese aspecto.
    Hay un par de detalles en cuanto a como introduces los diálogos, algo con los signos de exclamación y signos de puntuación que debes revisar.
    Además, aunque me agrado el hecho de que no es un relato que esperas leer en esta asignación en particular, por la temática de la misma, si me parece muy forzada la frase inicial, y hacia el final donde mencionas al robot. Quitando el elemento “robot” sigue siendo un hermoso relato, aunque entiendo que en ese caso no estarías cumpliendo con la premisa planteada.
    Saludos

    Escrito el 27 octubre 2017 a las 23:57
  5. 5. Hilda G.M. dice:

    Hola, Tavi. No había tenido tiempo de comentar los textos que me han tocado en este taller, por lo cual pido disculpas. Se me ha juntado muchísimo trabajo.
    Como ya te comentaron, también me parece un poquito forzada la comparación del padre con un robot. Y para mí, el final no fue ninguna sorpresa, ya me lo imaginaba desde el momento en que es otra persona la que abre la puerta. Pero me ha gustado tu historia. Sigue escribiendo.
    Saludos

    Escrito el 31 octubre 2017 a las 22:15

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