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GRACIAS, NEWTON - por MOT

Era más que un simple robot doméstico, era un Omnirobot, lo último en cuanto a robótica doméstica se refiere, y gracias a él conseguí a la chica de mis sueños. Bueno, Isaac Newton tuvo mucho que decir…

En plena segunda mitad del siglo XXI, la gente realizaba casi todas las compras por Internet 5.0, la novísima nueva red exclusiva para el comercio electrónico, y alguien tenía que hacer llegar toda esa ingente cantidad de paquetes a sus destinatarios; ese era mi trabajo. Soy mensajero, y me llamo Jaime.

La tecnología formaba parte de la vida cotidiana, la robótica había invadido los hogares, y tener un Omnirobot estaba a la orden del día. Con sus casi cincuenta accesorios(y cada semana iba saliendo al mercado uno nuevo), además de ser el compañero ideal de piso, puesto que tú elegías sexo, raza, aspecto físico, y carácter ― había por el momento cinco parámetros donde elegir―, era la navaja suiza de los robots.

Sonia vivía en un pequeño apartamento, y me enamoré de ella en el mismo momento en que abrió la puerta. Estaba expectante, ansiosa diría yo. Su vitalidad me invadió, y unos extraños pero agradables retortijones se adueñaron de mi estómago; me quedé sin habla, allí de pie, paquete en mano, embobado, una estatua de hielo… agilipollado. Me había enamorado.

Cuando veía su nombre en el listado de entregas del día, me lo combinaba todo para que Sonia fuera la última de mi ruta. Una vez acabado el penúltimo servicio, durante todo el camino hasta su casa, en mi cabeza me imaginaba toda mi vida con ella, todo un futuro con ella… hijos, nietos… Pero seguía sin poder hacer poco más que entregarle su paquete y marcharme sudando y temblando por dentro. Llevaba ya cuatro entregas con ese patético e infantil comportamiento que, de seguir así, jamás iba a llevarme a romper el hielo, no digamos ya a quedar con ella. Tenía que hacer algo al respecto, rápido.

En la siguiente entrega, después de haberlo ensayado la noche anterior frente al espejo una docena de veces, como primer paso ―al fin― me atreví a preguntarle a Sonia si tenía un Omnirobot en casa; pregunta tonta la mía(podía funcionar o no, como cientos de preguntas tontas que se hacen en estas situaciones), pues a través de los envoltorios corporativos, semitransparentes, se podía entrever el llamativo logotipo del producto. Con una sincera sonrisa, confirmó mis suposiciones y me confesó, previo guiño de un ojo, su adicción a los accesorios para el Omnirobot; los dos nos echamos a reír, el hielo se había roto. Compra tras compra, paquete tras paquete, accesorio tras accesorio, nos fuimos conociendo el uno al otro, y cuánto más tiempo pasaba y cuánto más la veía… más enamorado estaba yo. Y más la deseaba.

Toqué el timbre, un nuevo accesorio bajo el brazo derecho, y cuando Sonia abrió, nuestras miradas se atravesaron mutuamente y se acercó a mí muy despacio. Solo hubo silencio, cinco segundos del silencio más largo de mi vida, roto por el sabroso ruido que produce un beso en los labios cuando se acaba. Como no podía ser de otra manera, en cuanto mi cuerpo dejó de ser, en cuanto mis fuerzas dejaron de ser, Newton entró en escena, la gravedad siempre gana. El paquete, inevitablemente, me cayó al suelo.

Salí de mi trance ipso facto y empecé a disculparme como el más torpe de los torpes, mientras me agachaba e intentaba recomponer la caja que se había medio abierto, dejando a la vista parte del contenido, de sospechosa forma oblonga de punta gruesa, y una pegatina en la que se podía leer “Omnintim – Accesorio íntimo”. Avergonzado, arrepentido, miré a Sonia, cuyas sonrojadas mejillas acompañaban una pícara y sensual sonrisa. Estaba muy tranquila, sumamente tranquila diría yo. Sus ojos se rendían a los míos cuando me dijo:

― Tranquilo, no pasa nada. Esto no tiene por qué variar mis planes… ¿Verdad, Jaime?― Enfatizó sobremanera la pregunta. Se desabrochó el primer botón de la blusa y añadió:

―Además, ¿no dicen que lo natural es mejor que lo artificial? ¿Tú qué opinas?

Se relamió los labios con la punta de la lengua… pausada… cómplice… provocadora… y se dio la vuelta y entró en el apartamento sin cerrar la puerta, su blusa resbalándole por la espalda, ya toda desabotonada.

Me levanté alucinado, miré al cielo y dije en voz baja, sin acabar de creérmelo:

― ¡Gracias Newton!

Y entré en la casa.

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4 comentarios

  1. 1. María Jesús dice:

    Simpatiquísimo relato, MOT, muy bien escrito. Me ha encantado, como todos tus escritos, de los que soy fan. te caracterizas, a mi modo de ver, por una escritura ágil y fácil de entender. Felicidades. Un saludo.

    Escrito el 18 octubre 2017 a las 14:48
  2. 2. beba dice:

    Excelente. Original, ocurrente y muy bien escrito. Un saludo.

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 12:42
  3. Hola MOT, gracias por este relato tan gracioso como ligero y divertido. Se lee fácil y te deja con una sonrisa en los labios.
    Saludos.

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 16:27
  4. 4. beba dice:

    Hola, MOT: Gracias por tu sugerencias para mi relato. Un saludo.

    Escrito el 22 octubre 2017 a las 03:21

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