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La Balada del Robot - por Américo M. Yañez

Era más que un simple robot. Era mi compañero, mi guardaespaldas, el que en las noches calentaba la cama de mi madre y la hacía dormir con música, historias y calor. Lud Había hecho por nosotros más que muchos humanos, y yo iba a hacer cualquier cosa para recuperarlo.

―¿Te acuerdas cuando llegaste con él?, al moverse sonaba como un catre viejo, tenía el sensor dañado y chocaba con todo. Cuantos destrozos ― dijo madre, entre risas que al apagarse evidenciaron la amargura forjada en su rostro, esa expresión que sólo Lud con sus atenciones había sido capaz de atenuar, esa cara que me hacía desear abofetearla y gritarle: “Levántate, toma un baño, sal de casa, vive”. Pero no hubiera servido de nada. Lo suyo no se arreglaba ni con puyas ni con arengas. El oscuro vacío que la iba absorbiendo era un poder más allá de mi alcance. Me miró con sus ojos gastados y dijo:

― si estás pensando, lo que creo, con este frío del demonio, es mejor que…
― ¿qué?
― …
― ¿qué es lo que crees que estoy pensando?
― Te conozco

No era verdad. Nadie me conoce, ni siquiera yo mismo.

Tomé el tren de las 00:00 y llegué a la estación central de Nueva Zion a las 5:00. A las 7:00 llamé a la puerta. Me abrió una mujer poco mayor que yo, vestida solo con una camisa de franela a cuadros rojos y negros. Me miró con la cara de quien se excusa ante un mendigo cuando no le va a dar nada. Luego, a pesar de que nunca antes nos habíamos visto, me reconoció.

― te pareces mucho, por dios, cómo te pareces ― y me hizo pasar.

Padre me agazajó delante de su amiga, y cuando ella se fue al cuarto de baño me preguntó:

― ¿cuanto?

En otro momento de mi vida me hubiera ofendido, pero entonces sólo me dolió.

Le conté lo ocurrido y empezó con que los Robots cuestan un ojo de la cara y que la cosa estaba mala y antes de que comenzara a juzgar a mi madre lo interrumpí.

― No necesito un nuevo Robot. Quiero recuperar a Lud.

Padre preguntó con sarcasmo:

― ¿Lud? ¿ eso es el diminutivo de Ludwig o de Ludovico?

No contesté. Desde el salón se oía a la amiga de papá cantando bajo la ducha.

― Llegará el día en el que el hombre volverá a tener el control, en el que el hombre dejará de inventar máquinas para hacer las cosas que el hombre puede hacer ―

El hombre, el hombre, el hombre. Qué ganas de echarle en cara que él no había hecho ninguna de las cosas que se supone que un hombre debe hacer y que si hubiese estado ahí cuando debía estar, nunca hubiese tenido la necesidad de traer a un Robot a casa, y ahora que me servía su ayuda, no hacía más que provocarme con sus discursos post-asimovianos trasnochados. Pero callé. Ya no se oía la ducha, pero la fulana seguía tarareando la misma melodía pueril. La imaginé desnuda saliendo de la ducha y sentí una profunda pena.

Con el dinero que logré sacarle a Padre, a cambio de someterme a su tortura psicológica durante una hora, me fui al depósito y pregunté por Lud. El frío me había penetrado hasta los huesos y comenzaba a sentirme enfermo.

― Número de serie 272169009 ― dije, tan congelado que ni siquiera salió vapor de mi interior.

La encargada escribió con sus dedos grasosos en la pantalla de un viejo Tablet y mientras nos adentrábamos por los pasillos de esa siniestra mezcla de cárcel y cementerio, me iba diciendo que Lud se había infectado con un virus nuevo, que estaba buscando a su creador, caminando en línea recta y destruyendolo todo a su paso, que lo encontraron arrodillado a un costado de la carretera, delirando, y que, como lo veía ella, no valía la pena gastar el dinero en la fianza y repararlo, que con eso podría dar la primera cuota para uno nuevo y bla bla bla…

Al ver a Lud tirado en un rincón oscuro, inerte y manchado de barro, se me hizo un nudo en la garganta. Me agaché y apreté el botón detrás de su nuca. Sus ojos se encendieron.

― Padre ― dijo.

Lo estreché entre mis brazos y el calor que emanaba de su cuerpo me reconfortó.

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2 comentarios

  1. 1. Jose Antonio dice:

    La historia es muy buena. Deja una sensación de nostalgia. A la mitad del cuento me perdí un poco por la forma de los diálogos pero me gustó.

    Escrito el 19 octubre 2017 a las 18:40
  2. 2. Roster dice:

    Bueno, te diré mis impresiones. La historia es buena pero se ahoga entre palabras que confunden al lector. Parece que tú sabes más que lo que nos cuentas.

    ― “si estás pensando, lo que creo, con este frío del demonio, es mejor que…
    ― ¿qué?
    ― …
    ― ¿qué es lo que crees que estoy pensando?
    ― Te conozco

    No era verdad. Nadie me conoce, ni siquiera yo mismo.”

    Yo de éste diálogo no se qué pensar…

    El final mejora mucho y vemos a un robot que saca sentimientos de quien lo ha estado buscando.
    Espero leerte pronto.

    Escrito el 21 octubre 2017 a las 20:56

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