Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Descarnada desaparición aparente - por Guillermo Forgeron

Absorto en sus pensamientos, Rafael circulaba con su coche por la autopista tras recoger a su hijo de casa de su madre. En la parte trasera, Jorge se entretenía jugando con su consola portátil. El sonido del testigo del combustible le sacó de su ensimismamiento. Desde donde se encontraban, sabía que a un par de kilómetros se encontraba una estación de servicio. Desde que se había divorciado de Elena hacía cuatro años, recorría cada dos semanas ese mismo trayecto una y otra vez. Avistó la salida, activó la señal luminosa del intermitente y salió de la autopista.

Estacionó al lado del surtidor. Llenó el depósito e informó a su hijo que iba a pagar, que tardaría apenas unos minutos. Jorge asintió sin levantar la vista de la consola. Regresó al coche, se sentó y miró por el retrovisor. ¡Su hijo no estaba! Sintió frio en la boca del estómago y ganas de vomitar. ¡Oh no! ¡Otra vez no! Trató de tranquilizarse, se le ocurrió la idea de que tal vez hubiese ido al baño, a grandes zancadas se dirigió a los aseos. Entró en los servicios, realizó un rápido registro pero tan sólo encontró a un anciano lavándose las manos. Al salir, se tropezó con otra persona que seguramente también se veía en la necesidad de hacer uso del mismo, le preguntó si había visto a un niño de nueve años, con el pelo castaño, el interpelado negó con la cabeza y continuó su trayecto hacia los lavabos con gesto de desconcierto.

Rafael continuó buscando a su hijo, ahora su temor se centró en el tráfico, corrió a la carretera, miró a derecha e izquierda, ni rastro del niño. Escudriñó por todos los rincones de la gasolinera, lo que en un primer momento era una sensación de intranquilidad y desasosiego dio paso a una histeria incontrolable con un Rafael que aullaba el nombre de Jorge. Semejaba como si todo aquel torrente de angustia hubiese permanecido encerrado en un armario que, al ser abierto, había dejado salir todos aquellos sentimientos reprimidos hasta ese momento. Mientras, no cesaba de rebuscar. Desbocado, con la cara desencajada y las lágrimas escurriéndole por sus mejillas, abría las puertas de los coches que se hallaban en la estación de servicio. Preguntaba a todo aquel con el que se encontraba si habían visto a su hijo, un niño de nueve años con el pelo castaño, repetía una y otra vez. ¡Mi hijo ha desaparecido! ¡Llamen a la Policía! Bramaba.

La gente se sumó al rastreo, al mismo tiempo, otras personas permanecían en silencio observando lastimeramente cómo su padre buscaba a su hijo desaparecido, algunas mujeres sollozaban contemplando la infructuosa búsqueda de un padre desesperado. Al cabo de una hora, se dio por vencido. Sentado en la acera donde se encontraban los surtidores lloraba desconsoladamente, maldiciéndose a sí mismo por su estupidez y su ineptitud, formulándose preguntas que le hundían todavía más en aquel pozo insondable de dolor. ¿Por qué lo he dejado solo? ¿Por qué no he cerrado el coche? ¿Por qué no le obligué a bajarse e ir conmigo a la tienda? ¿Por qué…? ¿Por qué…? ¿Por qué…?

No tardó en hacer acto de presencia una patrulla de la Policía. Excitado, les narró lo acontecido. Escuchaba sus voces, pero tan sólo eran un murmullo lejano. Abstraído, respondía a sus preguntas como un autómata, su cuerpo y su mente se encontraban a kilómetros de allí. Una vez hubo terminado se sentó de nuevo mientras los agentes hacían su trabajo. En la lejanía le pareció escuchar la voz de Elena. ¡Había venido! Distinguió como dialogaba con los agentes, parecía serena. ¿Cómo era posible que con lo que había ocurrido lograse mantener aquella calma? Su ex mujer realizó un gesto de asentimiento, le dio la mano a los dos policías y se dirigió hacia donde él estaba con mirada atribulada. Se sentaron, ella puso su mano sobre la suya y se dirigió a Rafael con voz afable.

–Tienes que tratar de olvidar lo sucedido. Jorge desapareció hace ya dos años. Es muy duro lo que ocurrió, pero debes intentar pasar página y seguir adelante sin culparte por lo acontecido. Tú no tienes la culpa, nadie la tiene, solamente el desalmando que se llevó a nuestro pequeño–. Permanecieron sentados largo rato en silencio viendo alejarse el coche de la Policía en la oscuridad. –Venga, vámonos a casa –dijo Elena mientras se levantaba y ayudaba a un abatido Rafael a hacer lo mismo.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

3 comentarios

  1. 1. Ocitore dice:

    Hola, estimado Guillermo, si no conociera la dificil situación por la que atraviesa nuestro pais, pensaria que la historia es demasiado melodramática, pero por desgracia suceden esas cosas y son horribles dejan traumas para toda la vida y parece mentira que cosas en las que ningun europeo o americano, incluso asiatico o africano, pensarian, es para nosotros algo de primera necesidad. En el supermercado, cerca de la escuela, hasta en el patio de la casa puede suceder. ¿Cuándo volverá esa calma de la que gozabamos hace veinte años? Me ha gustado tu historia. Echale un vistazo a algunas frases para mejorar el cuento. Un abrazo y suerte.

    Escrito el 17 noviembre 2017 a las 13:18
  2. 2. Alonso García-Risso dice:

    Saludos Guillermo: Soy tu vecino del #76 y escribo bajo el seudónimo : Alonso García-Risso.

    Tu historia es dramática y presenta un historial clínico psiquiátrico o tal vez responda mejor a un cuadro paranormal. Muy bien logrado y durante la narración se mantiene el enganche. En el desenlace nos percatamos de una segunda historia, la de los padres del desaparecido. Están juntos en el suceso…
    Felicitaciones

    Escrito el 20 noviembre 2017 a las 18:17
  3. 3. Stinkelgeneroso dice:

    Muy buena historia. Como ya te han comentado, hay que corregir algunas frases. El ritmo es fluido y la lectura agradable. Me gusta el personaje atormentado que has creado.
    Saludos.

    Escrito el 26 noviembre 2017 a las 01:16

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.