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EL HOMBRE DEL MAZDA RJO - por Ramón Temes

Roberto estacionó cuidadosamente su flamante Mazda 5 rojo junto al surtidor de Gasolina Súper. Abrió la tapa del depósito mediante el botón interior y salió sin prisas pensando en la belleza de su nueva adquisición y en la buena idea de su esposa al recomendarle el color.

«Es precioso», pensó admirándolo.

A su hijo iba a gustarle y Roberto pensaba en él. Juan estaba sin trabajo desde hacía ya dos años y sufría por ello una fuerte depresión. Odiaba tener que depender de sus padres. No cobraba el paro y no podía contribuir a los gastos de la casa. Había decidido terminar la carrera para mejorar sus posibilidades de empleo y se consumía entre la espera, la ansiedad y el miedo al futuro. Pero hoy Roberto le llevaba el correo con una oferta de empleo y el título universitario y esto iba a resolver todos sus problemas.

Insertó la manguera de Súper 98 en la embocadura del depósito y, como era tarde, se dirigió hacia la ventanilla de prepago de la gasolinera.

A mitad de camino se dio cuenta de que no había cerrado el coche. Se volvió pulsando la llave electrónica y vio salir de dentro a un hombre con su maletín negro en la mano. Le vio correr y pudo distinguir fugazmente sus ojos azules asomando por la apertura del pasamontañas.

¡Le estaban robando!

El ladrón aprovechó el estado de shock de su víctima para alejarse un poco. Roberto subió al coche en su persecución. La manguera saltó culebreando del depósito de gasolina.

El Mazda rojo seguía al atracador por las vías interiores de la gasolinera y Roberto, que iba comprobando mentalmente el contenido del maletín, se asustó al pensar que, si no lo recuperaba, podría perderlo todo, el sueldo del mes, los papeles del seguro y el pasaporte pero, sobre todo, le preocupaba la pérdida del título universitario de su hijo Juan y la oferta de empleo. Era necesario recuperar el maletín.

La gasolinera estaba poco iluminada pero se podía distinguir perfectamente la figura del ladrón recortada contra el pinar del fondo. Escapaba sin saber a dónde. Debió de tropezar, se cayó y cuando se levantó cojeaba.

Roberto advirtió como se dirigía a los baños y maniobró para tratar de adelantarle, sin conseguirlo. Aparcó frustrado frente a la puerta de los aseos y salió decidido a recuperar el maletín.

Dentro, la oscuridad era total. A la luz difusa del móvil pudo vislumbrar el pasillo y los cubículos del baño. Los lavabos, que hacía tiempo habían perdido el blanco original, se apoyaban sobre la pared de la izquierda, y, en un pequeño armario brillaba peligrosamente un espejo roto.

Roberto sabía que el ladrón estaba allí. Podía oír su respiración al final del pasillo en uno de los baños. Se fue acercando despacio, precavido, nervioso pero dispuesto a todo.

—Por favor, devuélvame el maletín— gritó exaltado y con voz desgarrada. —Es muy importante para mí. Pásemelo por debajo de la puerta y le prometo que no le haré nada—.

El ladrón callaba. Roberto percibía su respiración acelerada y no podía aguantar la tensión creciente que le atenazaba la garganta y aceleraba la frecuencia de su corazón que estaba a punto de estallar.

—Sera mejor que salga, tengo un revólver apuntando—, mintió.

La espera se hacía eterna… insoportable. El silencio pesaba oscuro y plomizo y Roberto, cuya sensibilidad había aumentado con la tensión y la ansiedad, podía escucharlo y sentirlo como si estuviera hecho de carne y hueso.

—¡Salga! ¡Salga! ¡Abra la puerta!—, gritó indignado.

Bruscamente, la puerta se abrió. Del oscuro interior salió un hombre alto, bien vestido, con el maletín en la mano. Un pasamontañas negro ocultaba su rostro. Extendía el brazo izquierdo y su mano abierta parecía querer detener la amenaza del disparo. En sus ojos azules se leía el miedo. Se sentó en el suelo con los brazos cruzados y la cabeza hundida entre los hombros y empujo el maletín.

Roberto encontró por fin el interruptor y una luz brillante iluminó el recinto. Pudo ver claramente al ladrón, que se quitaba lentamente el pasamontañas, y quedó asombrado al reconocer de inmediato sus facciones.

—Perdona papá. No sabía que te habías comprado un coche nuevo—, resonó en las paredes del baño la voz de Juan.

Padre e hijo se miraron pensativos. Roberto negaba incrédulo con la cabeza mientras los dos salían abrazados, admirando el Mazda Rojo que, todavía con las luces encendidas, ronroneaba al ralentí, sonoro y acompasado.

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7 comentarios

  1. 1. Jesús López Conesa dice:

    Me ha dejado sensaciones contradictorias. Me ha gustado el principio y como transmites la angustia de Juan. Por otro lado me ha parecido muy predecible lo del ladrón. Pese a todo la redacción es sublime y le das el toque de poner los dos puntos de vista como yo suelo hacer. Felicitaciones por el buen trabajo!

    Un saludo y te dejo mi texto por aqui, si no es molestia https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-48/8677

    Escrito el 19 noviembre 2017 a las 13:19
  2. 2. María Jesús dice:

    Hola Ramón: Tu relato me ha gustado mucho aunque a mitad de camino me he imaginado que el ladrón era el hijo. Sin embargo creo que has hecho un buen ejercicio claro de entender y con una trama que te implica y despierta el interés.Este tipo de relatos son los que a mi me gustan, que sean claros y no te hagan pensar en lo que el autor quiere decir.Por ello te felicito.Yo estoy en el 103 por si te interesa. Un saludo.

    Escrito el 20 noviembre 2017 a las 11:46
  3. 3. ortzaize dice:

    muy buena historia, la angustia del padre mientras detiene al ladron y el final cuando el hijo era el ladron. muy interesante la historia.
    saludos

    Escrito el 20 noviembre 2017 a las 16:26
  4. 4. Arge Galván De Mesa dice:

    Hola Ramón, Bueno, después de leer los comentarios que me anteceden, los cuales comparto, creo que mereces algunos puntos de vista, que a mi juicio, se pueden mejorar: Analizar la utilización de la frase vio salir de dentro; da la impresión que el sujeto ya venía en el auto; pudo ser, vio a un sujeto que sacaba.También el hecho de fijarse en el color de los ojos en primera instancia y en altas horas como que no cala muy bien y la insistencia en este aspecto me parece innecesaria,porque creo que fue muy oportuna en la ultima escena. Sugiero revises también, las palabras que utilizas para describir las primeras impresiones del personaje, me parecen un tanto exageradas e imprecisas, fijarse en el estado del lavabo en ese instante de apremio creo que es algo trivial que puede restarle significado a la escena, si tenemos en cuenta la poca visibilidad del momento. Esperaba mayor emotividad al final, cuando Roberto descubre a su hijo.
    Felicitaciones por tu participación! Espero tu comentario en el 92.

    Escrito el 22 noviembre 2017 a las 02:10
  5. 5. Lunaclara dice:

    Hola Ramón: tu relato está muy bien escrito. Se lee de un tirón, describes muy bien, hay mucha acción y transmites la emoción de la relación entre padre e hijo.
    Enhorabuena!

    Escrito el 22 noviembre 2017 a las 17:34
  6. 6. Arge Galván De Mesa dice:

    Hola Ramón, me han sido muy utiles tus comentarios, especialmente, sobre el tiempo de los verbos, de los guiones, la puntuación y sobre la división del último parrafo. te agradesco mucho tu atención a mi trabajo.
    En verdad realizar comentarios sobre los trabajos presentados es muy acertado. Es un ejercicio muy enriquecedor.
    Espero nos sigamos encontrando.

    Escrito el 23 noviembre 2017 a las 04:00
  7. 7. isan dice:

    Hola Ramón:

    Un relato bien narrado, con intriga desde el principio hasta el final. Sorpresa final morrocotuda. La idea del hijo que no tiene nada y se dedica a robar es genial y más con los desvelos de su adre.

    Hace unos cuantos relatos que no había leído uno bien escrito. Quizás el fondo me ha hecho que no viera si hay fallos, no lo voy a repasar, pero no los he visto. Me ha parecido correctísimo y se agradece.

    Te felicito.

    Un saludo.

    Escrito el 24 noviembre 2017 a las 19:39

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