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Escarlata - por Julieta Ortiz

El zumbido del motor de la camioneta le envolvía las ideas. Con la mirada fija en el tacometro permaneció, los kilómetros acumulados le pesaban en la mente, hechos y recuerdos que de a poco iban volviéndose más claros, mientras la neblina se disipaba. Carol y los niños se dijo. Si, ellos están bien… Con dificultad encendió un cigarrillo, ya que sus manos estaban algo adormecidas por la rigidez del volante, le temblaba la pierna derecha amenazando con empecinarse sobre el acelerador. Descendió del auto, había dado un par de pasos cuando escuchó un ruido proveniente de la caja de carga, rodeó la camioneta y molesto golpeó un costado del armario atado en la parte trasera. -¡Cállate¡- gritó, acomodó la tela que lo cubría y se alejo.

Al entrar en la cafetería el timbre de la puerta atrajo a la camarera, quien le dio la bienvenida con un café caliente, a lo que aquel musitó un casi imperceptible gracias, mientras tomaba asiento en la barra la mujer le acercaba la carta, con una sonrisa le dijo tómese su tiempo señor, el pay esta fresco, calabaza de temporada. Reviso la carta de arriba a bajo un par de veces sin entender lo que decían las letras, repitiéndose a cada línea se convirtió en un movimiento automático. La mujer lo observaba desde la rendija de la cocina, hablaba con un hombre del que solo podía verse la barba. Veía su camioneta por la ventana derecha del establecimiento, de reojo miraba a los viejos y después la camioneta cruzándose en el cambio de dirección con el menú. Después un sorbo de café, tanto que le quemó los labios, se quejó en silencio y volvió a mirar a la cocina, los viejos ya no estaban, la mujer apareció de pronto frente a él, la miro fijamente, tenía los ojos verdes atrapados dentro de unas cataratas espesas, soltó la carta y dijo frotándose el entrecejo; carne con papas, fritas… carne y papas fritas. La mujer lo miro entrecerrando un ojo, gran elección, un largo viaje le espera. Como podría ella saber si eso le esperaba, si ni siquiera el sabía lo que haría después, no recordaba como había llegado ahí. Solamente el rostro de Carol y esa certeza de que sus hijos estaban bien. Después nada, todo en blanco, como si la neblina hubiese entrado en su cabeza y estancado, desconocia la razon de porque había golpeado el armario. De pronto miro a la ventana, el viejo estaba afuera, recorría el lugar aparentando que revisaba las bombas de gasolina y los autos estacionados asegurandose que todo estaba en orden. En seguida se levantó de la barra, el sudor comenzó a brotar sobre su frente, le empapaba el cuello mientras se dirigía a la puerta y sus piernas iban poniéndose rígidas, le costaba tanto andar como respirar, luego sintio presión en el pecho, también en las sienes. El viejo continuaba deambulando cerca de la camioneta, lo miró acercarse, me he dejado la billetera, dijo. El hombre lo miro con extrañeza, llevaba al hombro un rifle y a cada mirada recorría con los dedos el tirante del que colgaba su arma. Entonces el viejo se acercó a la parte trasera de la camioneta y se apoyo, sacó una cajetilla de cigarros y ofreció uno a su visitante. Mientras lo encendía le dijo, no se preocupe amigo, solo revisando, uno no sabe lo que le puede traer el camino. Estamos alejados de todo. Ándese con cuidado, no maneje de noche, su carne ya debe de estar lista, se retiro hacia el establecimiento.

La preocupacion lo inundaba, se toco la frente y sintio el sudor frío, de pronto otro ruido proveniente del armario. En automático miro hacia atrás, el viejo se dio vuelta cargando su rifle. Apuntándole directo a la cabeza avanzó, quítate le gritó. Aterrado se apartó, de rodillas, dijo. Sin dejar de apuntarle, jalo la tela y se abrio, dejando caer a una mujer atada de manos y pies, la boca sellada.

Los recuerdos comenzaron a caer como cristales al suelo, las imágenes se proyectaban rápido, Carol y los gritos, una lámpara volando y la ira, era como si todo se tornara de un rojo intenso y después la ropa en el suelo, los niños sangrando y las manos de Carol atadas, las lagrimas y sus gritos, porque no se callaba.

Entonces dijo, se tenía que callar. El viejo no dudó en dispararle. De nuevo el escarlata encendido invadió su vista y Carol volvió a gritarle.

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3 comentarios

  1. Julieta: está bien descripta la desazón del personaje, su culpa y sus miedos pero se vuelve un poco confuso el final, después del flashback.
    Saludos.
    Galia

    Escrito el 18 noviembre 2017 a las 21:31
  2. 2. Millpond dice:

    Te felicito por la tensión. Efectivamente, se pueden palpar.los nervios del protagonista.
    La escena es fácil de imaginar pero un poco compleja de seguir. Creo que la estructura de los párrafos y los diálogos podría fragmentarse más.
    Hay alguna frase que no me quedó totalmente clara: “las lágrimas y sus gritos, porque no se callaba”. Es que no se calla y además grita o que él grita porque ella no calla (en este caso iría sin coma).
    Muchas gracias por compartir tu relato, espero leer más pronto.

    Escrito el 20 noviembre 2017 a las 18:08
  3. 3. amadeo dice:

    Julieta:
    Buen texto. Se siente la tensión. De acuerdo con los comentarios anteriores.
    Te marco algunos detalles

    Cambiaría el orden y tiempo en la frase: Con la mirada fija en el tacómetro permaneció, por Permanecía con la mirada fija en el tacómetro.
    Confuso: Carol y los niños se dijo. Tal vez sería: Carol se dijo: ¿Y los niños? Si, ellos están bien…
    ¿Molesto o molesta? en y molesto golpeó un costado
    Falta tilde en Reviso la carta. Igual en otros varios verbos.

    Estoy en el 55 por si quieres leerlo y comentar
    Saludos

    Escrito el 23 noviembre 2017 a las 13:38

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