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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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El armario y la montaña - por Helkion

Un nuevo temblor sacudió la tierra, pero esta vez fue mucho más fuerte que el que había despertado a los habitantes de la ciudad esa misma fresca y húmeda mañana de otoño. Quinto Petilio se recostó en la pared para evitar caer al suelo, mientras hasta sus oídos llegaba, desde más allá de los muros de la vivienda, una cacofónica mezcla de gritos de pánico, ladridos de canes asustados y el distintivo estruendo provocado por varios objetos al estrellarse contra el suelo. Sin tiempo para dirigirse al larario, el hombre ofreció una breve pero, no por ello menos sincera, oración a los manes de la casa, rogándoles protección. A continuación corrió en dirección a la puerta a fin de interesarse por el bienestar de sus vecinos.

Esta no era la primera ocasión que la tierra temblaba bajo sus pies. De hecho, en la ciudad aún se realizaban importantes labores de reconstrucción tras el fuerte terremoto que había destruido buena parte de la urbe, diecisiete años atrás. Quinto no podía creer que los dioses permitieran que fuera arrasada una vez más, como si todos y cada uno de sus habitantes hubieran cometido algún terrible sacrilegio que fuera merecedor de semejante punición. Elevó una nueva plegaria, esta vez dirigida a la tríada capitolina, formada por Júpiter, Juno y Minerva, aunque puso especial énfasis al musitar el nombre de Júpiter, padre de los dioses y especial protector de la colonia de antiguos soldados destinados en Pompeya, para que la catástrofe no volviera a abatirse sobre la ciudad.

La calle se había llenado de gente, temerosa de que los tejados de las casas se vinieran abajo y los sepultara, como los mayores recordaban sin descanso que ya había sucedido en el pasado. Estos trataban de calmar y aconsejar a los más jóvenes, que acudían a las gentes de edad en busca de orientación sobre qué hacer, pues estaban acostumbrados a sobrellevar los pequeños temblores de tierra que se producían con frecuencia en la región, pero no como el que acababan de sufrir, y menos aún si iba acompañado de aquel retumbe ensordecedor que los había obligado a salir de sus hogares para averiguar qué estaba pasando. Quinto se percató de que un nutrido grupo de personas dirigía su atención hacia la montaña, y entonces él mismo quedó atrapado en la contemplación del extraordinario espectáculo que se mostraba a sus incrédulos ojos. Una enorme y larguísima columna de humo —tanto blanco como negro y que parecía no tener fin— se elevaba hacia el cielo. Y allá arriba, en todo lo alto, crecía más y más una gran nube que, llegado a cierto punto, empezaba a abrirse en todas direcciones, como si de un enorme pino se tratara. No tenía la menor idea de qué era aquello, pero de lo que sí estaba seguro era del miedo que aquel fenómeno insuflaba tanto en su pecho como en el de aquellos que lo rodeaban en ese momento. Si se trataba, como afirmaban algunas voces alrededor, de una señal de los dioses, ignoraba a qué se debía, y también cuál era la respuesta más apropiada.

En medio de la creciente confusión, Quinto fue capaz de intercambiar algunas palabras de estupor y de ánimo con varios vecinos, tan apesadumbrados o más que él, pues aquellos temían por sus hijos, y dudaban sobre qué hacer ante la furia desatada —sin duda por terribles ofensas a alguna divinidad— justo frente a las puertas de su ciudad. Tal vez esa fuera la razón por la que le viniera a la cabeza aquello que él consideraba más valioso, y dudó entre si sería más prudente sacarlo de la casa para llevarlo lejos o, por el contrario, mantenerlo en el lugar más seguro de la misma. Sin la decisión tomada aún, regresó al interior y se dirigió al patio. Al otro lado del mismo, tras un acceso tapado por una cortina, se hallaba su habitación, y en una pared lateral el armario donde guardaba sus más preciadas pertenencias: las armas que lo habían acompañado a lo largo de su larga carrera militar. Las examinó una a una y, por fin, empezó a distribuirlas sobre el cuerpo con la destreza que otorga una dilatada experiencia en su manejo. Tras una rápida incursión a la cocina en busca de algo de queso y un par de cantimploras —una para el agua y otra para el aceite—, vistió su pénula y se encaminó a la puerta de Nocera, adonde marchó sin dejar de mirar atrás.

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10 comentarios

  1. 1. Nelson Canelo dice:

    Hola Helkion,
    Buen relato, casi histórico del Vesuvio con su erupción que causó la destrucción de Pompeya. Incita a continuar la lectura de esa verdadera tragedia. Pues el relato posee varios aspectos buenos y no tengo mucha observación más de la que es un poco lineal, y que también quedé esperando a que horas salía la gasolinera en Pompeya (¡bromas!)
    Por último, ¿qué era lo que él consideraba más valioso?

    Nelson C.

    Escrito el 18 noviembre 2017 a las 01:19
  2. 2. Helkion dice:

    Hola, Nelson.

    A ver, se sobreentiende que la gasolinera, al estar muy cerca del Vesubio, estalla, y eso desencadena la erupción del volcán… Lo demás es historia. 🙂

    Ahora ya en serio, desde el principio tenía claro que no iba a participar en el reto opcional, dado mi escaso interés por escribir sobre temáticas “actuales”.

    Me alegro de que te haya parecido un buen relato, sobre todo porque una buena recreación de ambientes históricos exige un esfuerzo extra de documentación que a veces pasa desapercibido, pero que resulta imprescindible para conseguir que el lector se transporte a esa época.

    En cuanto a tu pregunta, la respuesta se encuentra en el último párrafo del propio texto. Se trata de las armas que este veterano soldado romano guarda en un armario. De hecho, el nombre del mueble hace referencia a su función original, que era la de guardar armas. Y es por eso que escogí la época romana para ambientar mi relato de este mes.

    Un saludo, y muchas gracias por tu comentario.

    Escrito el 20 noviembre 2017 a las 17:32
  3. Hola, Helkion,
    Un buen relato de corte histórico aunque con ecos de película moderna catastrofista. La verdad es que me hizo ponerme en la piel de aquellas personas de Pompeya que nunca habían visto un volcán ni tenían palabra para denominarlo. Hiciste una buena interpretación de los sentimientos antagónicos y el desconcierto que debieron experimentar, así como de la atribución de significado que hicieron de castigo de los dioses por algo que habían hecho, tal como solía suceder en diversas etapas de la historia, cuando los desastres naturales promovían el arrepentimiento y los sacrificios de reparación en las poblaciones afectadas.
    Pienso que debiste documentarte bastante para poder escribir este relato. Me pregunté si te habías basado en uno de los moldes de forma humana recuperados para crear tu personaje.
    Me hizo gracia leer que Pompeya era un lugar de esparcimiento de los romanos y que estaba repleta de frescos de índole sexual fuerte (hoy diríamos pornografía) y que dichos frescos fueron censurados y los volvieron a enterrar durante otros 150 años, hasta 1819, cuando salieron de nuevo a la luz y fueron encerradas… ¡en un armario secreto!
    Enhora bueno y saludos.

    Escrito el 20 noviembre 2017 a las 21:01
  4. 4. Helkion dice:

    Hola, María.

    Jeje, me ha hecho gracia la referencia a “película moderna catastrofista” (la verdad es que aún no he visto la última que rodaron sobre Pompeya, pero tampoco descarto verla un día de estos). Tal vez, para parecerse más a una película de ese género debería contar con “historia-de-un-amor-más-fuerte-que-cualquier-catástrofe-natural”, pero bueno, con un poco más de espacio, todo hubiera podido ser, jajaja.

    Me alegra mucho saber que te ha parecido un buen relato y que, a través de él, te has puesto en el lugar de aquella pobre gente que se vio envuelta en una catástrofe y sin saber ni cómo ni porqué. Y, en efecto, algo hube de documentarme para poder “pasear” (aunque fuera de manera breve y superficial) por aquellos lares, y confieso que descubrir cosas que uno desconoce de una época que, de por sí, ya resulta fascinante, es una de las partes más divertidas del proceso de escribir.

    Sí, lo de los frescos resulta muy interesante, y el saber que las paredes de las calles estaban llenas de grafitis (o grafitos) hace que nos demos cuenta de cuán poco hemos cambiado en algunas cosas desde tiempos de los romanos, así pasen dos mil años…

    Muchas gracias por leer.

    Escrito el 23 noviembre 2017 a las 07:31
  5. 5. Thomas Carnacki dice:

    ¡Hola, Helkion!

    Interesante relato el tuyo, con buen ritmo y muy bien estructurado. Están más que claras las distintas etapas que conforman un relato, te ha quedado todo muy pulido.
    En cuanto a la trama, supiste aprovechar un suceso histórico tan catastrófico y darle un toque personal para al fin convertirlo en un maravilloso cuento. Se nota que te informaste previamente y aportaste muchos detalles propios de época. Te felicito por tu trabajo, un gusto leerte.
    Espero que sigas mejorando 😉
    Hasta la próxima, ¡nos estamos leyendo!

    Escrito el 24 noviembre 2017 a las 22:25
  6. 6. Everett Russo dice:

    Hola Helkion,

    Te agradezco tu comentario y tu crítica, así como las molestias. Paso a comentar tu texto.

    Como no cosidero que debamos centrarnos en este taller en obrar de correctores ortográficos, obviaré algunos de los errores de tu texto, por no llegar a la categoría de atentados contra la lengua. Además, estoy convencido de que tú ya te habrás percatado de las incorrecciones más notorias.

    En cuanto a la historia y al estilo, es loable tu esfuerzo por documentarte y desearía que relatos como el tuyo, cuyas historias no suceden en la actualidad, fueran más habituales. Como aficionado a la historia, se agradece. No obstante, me da la impresión de que tu deseo de mostrar ese trabajo de documentación es demasiado evidente en algunos momentos (“Elevó una nueva plegaria, esta vez dirigida a la tríada capitolina, formada por Júpiter, Juno y Minerva, aunque puso especial énfasis al musitar el nombre de Júpiter, padre de los dioses y especial protector de la colonia de antiguos soldados destinados en Pompeya…”).

    Por otro lado, desconozco si tu historia está basada en algún veterano de guerra que fuera encontrado con sus armas en las ruinas de Pompeya. Si así es, creo que debería hacerse saber, aunque fuera de una forma sutil. Si no es el caso, entonces, el final me parece un poco fuera de lugar; no llego a entender por qué son especiales las armas. Me da la impresión de que se me escapa algo, o de que la historia se interrumpe.

    Sea como fuere, es un texto ameno y original, y eso merece una felicitación.

    Escrito el 27 noviembre 2017 a las 00:02
  7. 7. Everett Russo dice:

    Disculpa, habrás acabado harto de tanta historia.

    Escrito el 27 noviembre 2017 a las 00:04
  8. 8. Helkion dice:

    Hola, Thomas.

    Te agradezco mucho tu felicitación, y me alegro mucho también de que te este texto te haya parecido “interesante” y “maravilloso”. No tengo palabras.

    Gracias.

    Hola, Everett.

    Es cierto que el objetivo del taller no es realizar una corrección ortográfica, pero no es menos cierto que, entre los objetivos declarados, está la de ayudarnos entre nosotros a mejorar como escritores. Si nadie me resaltara los fallos que he cometido y que, probablemente, cometo de manera más o menos regular, ¿cómo mejoraré? Es posible, como dices, que pueda darme cuenta por mí mismo de algunos de mis errores, pero dudo que sea capaz de descubrirlos todos. Sé que cada uno decide si quiere realizar esa labor, y lo respeto, pero yo prefiero hacerla, del mismo modo que me gustaría que lo hicieran con mis textos.

    Dicho esto, te agradezco mucho tu punto de vista personal sobre la escena que he escrito, aunque he de confesarte que no he comprendido tu comentario final sobre que haya acabado “harto de tanta historia”.

    Por último, aclaro la duda que planteas. Esta historia no está basada en ningún veterano de guerra en particular encontrado en las ruinas de Pompeya, y me temo que, de haberlo sido y haberlo incluido en el texto, aun de forma sutil, es muy posible que se hubiera acentuado esa percepción que has tenido de haber querido “mostrar el trabajo de documentación”, por lo que casi mejor así, jaja. En cuanto al final, pues yo creo que puede ser bastante lógico que, para un veterano de guerra, las armas que lo han acompañado durante toda su carrera militar y con las cuales ha conseguido todo cuanto tiene, sean lo más preciado para él, y quiera llevárselas consigo.

    Muchas gracias por tu felicitación, Everett.

    Escrito el 27 noviembre 2017 a las 08:58
  9. 9. Everett Russo dice:

    Hola Helkion,

    Respeto tu postura, pero sigo pensando que no deberíamos centrarnos en los aspectos puramente ortográficos, a no ser que los errores sean flagrantes y se entienda que el autor desconoce la norma. Me explico: me niego a comentar una coma mal situada a alguien que es evidente que escribe bien; entiendo que es un descuido.

    Sobre el final de tu relato, tuve la impresión al leerlo de que no estaba del todo engarzado con el resto de la historia. Es decir, no vi la necesidad de incluir ese giro (me refiero a las armas), cuando a lo largo del texto no se nos conduce hacia él. Comprendo la importancia que tienen para el protagonista, pero no veo su importancia en el relato.

    Con “habrás acabado de tanta historia”, me refería a que creo que repetí cinco veces la palabra “historia” en mi comentario 😉 Preferí no utilizar comillas para enfatizar el juego de palabras.

    Seguimos leyéndonos.

    Escrito el 27 noviembre 2017 a las 12:56
  10. 10. Helkion dice:

    Hola, Everett.

    Me alegra saberlo, el respeto es la base de las buenas relaciones, y es mejor estar al corriente de los gustos personales a la hora de realizar aportes. Por mi parte, recordaré para posibles futuros comentarios que no quieres recibir apuntes técnicos.

    Me parece muy útil conocer las sensaciones que una historia provoca en los lectores, por lo que vuelvo a agradecerte las tuyas acerca del final que escribí.

    En cuanto a lo de acabar “harto”, te aseguro que sobran las disculpas, pues estoy más que acostumbrado a tratar con reiteraciones innecesarias en los textos. Si me molestaran, seguramente optaría por omitir esa clase de comentarios y me limitaría a expresar lo que sí me ha gustado. Pero ocurre al revés, lo corrijo porque cuando empecé a escribir yo cometía (entre otros) ese mismo fallo, y aprendí a detectarlo gracias a otros compañeros que sí señalaban esa clase de errores.

    No sé si seguiremos leyéndonos, eso dependerá de la suerte. Me conformo con que sigamos escribiendo y mejorando como escritores.

    Saludos.

    Escrito el 27 noviembre 2017 a las 15:09

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