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El armario en el despacho - por José M. Fernández

Web: https://elescribasentadoblog.wordpress.com/

Aurora se había quedado viuda hacía ya más de un año. Desde entonces vivía sola; su mundo se reducía a las amigas, sus vecinos y Dakota, su pequeña Yorkshire, perrita cascarrabias donde las hubiera. Hacia todos ellos iban y venían sus sentimientos. Aquella tarde de noviembre, con Todos Los Santos reciente, y sin posibilidad de salir a pasear por la pertinaz lluvia que empapaba todo, se aburría os y emociones. en casa. Se le ocurrió entonces una idea: limpiar a fondo el antiguo despacho de su marido. Hasta ese momento no había reunido el valor suficiente para hacerlo; cada vez que lo intentaba la congoja y un nudo en la garganta se lo impedían.
Aquella habitación era el Sancta sanctorum de su marido, digamos que su esfera privada dentro del hogar familiar. Ella siempre lo había respetado; sólo entraba para limpiar el polvo y no se atrevía siquiera a intentar ordenar el desbarajuste que, en ocasiones, allí había. Abrió las contraventanas y un haz de luz mortecina y gris entró en la estancia; aún así tuvo que encender la lámpara. El polvo se había acumulado encima de muebles, papeles y libros, pero todo aparentaba un orden impoluto. Su marido lo había dejado todo perfectamente ordenado; era su carácter. Decidió comenzar por la mesa de trabajo: un sólido mueble de caoba oscura que transmitía solemnidad por los cuatro costados. Entreabrió los cajones: sobres, folios en blanco con sus membretes, una agenda, plumas estilográficas –que su marido coleccionaba– y otros objetos de papelería. Lo dejó todo conforme lo halló. Revisó después las estanterías repletas de libros; la mayoría eran de derecho pero también pudo encontrar ejemplares de literatura realista rusa y francesa, algunos en ediciones viejas bien encuadernadas.
En el despacho hacía frío. Tanto tiempo cerrado impedía cualquier vestigio de calor humano; un escalofrío le recorrió el cuerpo. Salió y al momento volvió con un grueso batín de lana puesto. Fue a abrir el armario pero estaba cerrado con llave. No había visto ninguna en los cajones. ¿Por qué cerraría su marido aquel armario con llave? Ella siempre lo había observado cerrado, es cierto. Y cuando le preguntaba que guardaba allí, él le respondía que fantasmas. Luego rectificaba, aparentemente en serio, y le decía que en ese armario archivaba los legajos con la documentación de sus principales casos. Ella le creía. Pero ahora ya no hay casos importantes porque tampoco hay abogado.
Buscó la llave por todos los rincones del despacho pero no encontró nada. Aquel armario le intrigaba cada vez más. Como las puertas que lo cerraban eran finas buscó un destornillador con el que forzar la cerradura. Se asombró ella misma de su idea: jamás había violentado una puerta. Pero la curiosidad podía más. Finalmente logró astillar la madera y las puertas se abrieron. El armario estaba dividido en estantes que, en efecto, contenían numerosos legajos, al parecer muy viejos pues el papel ya amarilleaba. No le interesaron mucho. Lo que le llamó la atención fue una caja fuerte cerrada y que disponía de un teclado numérico para introducir la clave. Otro obstáculo, otro reto. No entendía por qué su marido guardaba aquellas cosas con tanto secretismo. Alzó la caja y debajo halló una nota pegada con un número de cinco cifras; probó esa combinación y la caja se abrió.
El manojo de cartas, grueso, estaba delicadamente atado con una cinta roja. Era el único contenido de la caja fuerte. Desató el nudo y cogió la primera; iba dirigida a ella. Cuando comenzó a leerla tuvo que sentarse y un sudor frío invadió su frente. Su marido le confesaba que había sido homosexual toda su vida, que la había amado como una compañera, como una amiga, como la madre de sus hijos, pero que el amor de su vida había sido Braulio, su secretario. El temor a la presión y al aislamiento social en aquella pequeña ciudad provinciana hizo que nunca saliera del armario. El resto eran cartas de amor entre ellos dos. Ahora le daba a ella la opción de hacer lo que quisiese: ambos estaban muertos. Lo pensó mucho. Recordó que había sido feliz con él. Guardó de nuevo las cartas en la caja, la cerró y la dejó donde estaba.

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6 comentarios

  1. 1. ANGEL CLIMENT dice:

    Hola, precioso relato, me gusto mucho, gran final y sabia decisión de la protagonista. Lo has abido llevar muy bien manteniendo en vilo al lector.
    De las faltas y puntos y comas, no te puedo decir nada, ya que son mi primer defecto y no me considero muy capacitado par dar lecciones de ello.
    Saludos

    Escrito el 19 noviembre 2017 a las 10:52
  2. 2. Sabina Duque dice:

    Hola José.
    Felicitaciones.
    Eres muy bueno para describir. Nos has mostrado con lujo de detalles, todos los recovecos de tu relato.
    A mí me hubiera gustado que el marido y el amante estuvieran vivos, para que hubiera más emoción y campo de acción.
    ¿Cómo hubieran enfrentado cada uno el conflicto?.
    Siento que el texto está muy compacto.
    Sería bueno que utilizaran algunos, punto y aparte, para darle más fluidez.

    Soy Sabina Duque 34
    Nos vemos en escena.

    Escrito el 19 noviembre 2017 a las 15:40
  3. 3. José M. Fernández dice:

    Gracias por vuestros comentarios. No es mala idea que ambos estuvieran vivos pero la limitación de líneas fuerza un poco las tramas.
    La puntuación siempre se cuida pero siempre también se cuelan gazapos.
    Un saludo.

    Escrito el 19 noviembre 2017 a las 17:54
  4. 4. Jose Ramón Campoamor dice:

    Hola José M. Soy Jose Ramon y me ha tocado comentar tu texto, lo cual es un placer, porque me ha gustado mucho como has descrito la atmósfera y sobre todos el torrente de sentimientos que se van sucediendo en Aurora a medida que se desarrollan los acontecimientos. Me encanta el final. Quizá un guiño en el sentido en que Aurora sospechaba algo, podría enriquecer el personaje. Con la capacidad de descripción que tienes, quizá tendríamos la suerte de contar con algo más de esta historia. Has conseguido que despues de leerlo, queramos saber más, y eso, por encima de faltas de puntuación y de la limitación de espacio, creo que es una de las cualidades de un buen escritor.

    Nos seguiremos leyendo por estas páginas.

    Escrito el 20 noviembre 2017 a las 09:54
  5. 5. José M. Fernández dice:

    Gracias por tus palabras. Es la primera vez que participo y la verdad es que animan mucho. Y siempre procuparamos hacerlo mejor.
    Un saludo

    Escrito el 21 noviembre 2017 a las 11:13
  6. 6. Lidia Villa dice:

    Hola José,
    Noto un pequeño fallo en “se aburría os y emociones. en casa.” no entendi que quisiste decir ahí. He de admitir que al principio no me interesé por la lectura, pero es una percepcion mia que no me gusta leer tanta descripción sino algo que te deje mas juego a la imaginación; lo que si me encantó fue el final, inesperado, cruel y romántico. Mis dieces. Por cierto, gracias por pasarte por mi relato y ayudarme a mejorar.

    Sigue asi, un saludo.
    Lidia Villa

    Escrito el 26 noviembre 2017 a las 18:52

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