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Un armario rojo - por AmadeoR.

EL ARMARIO ROJO

En la única gasolinera ubicada en las afueras de la ciudad, trabajaba Bronson: el empleado preferido por el dueño, también muy apreciado por los clientes a los que trataba con respeto. Era creativo, muy curioso, siempre dispuesto a ayudar. Con anterioridad había propuesto cambios en las instalaciones y sugerido premios a los clientes fieles. Era el único al que el dueño le permitía entrar a su oficina para limpiarla y también para conversar sobre futbol.
En cada oportunidad que él ingresaba a esa amplia oficina, con el escritorio lleno de papeles y muchos trofeos futbolísticos, a Bronson le llamaba la atención un armario rojo. Era un mueble especial, distinguido por sus cuatro cajones diferentes en sus formas y tamaños. Poseía una estética agradable pero extraña.
Un día en que el jefe tuvo que retirarse con urgencia, Bronson entró para investigar el armario. Abrió el cajón inferior que estaba sin llave. Era liviano y… ¡estaba vacío! Sorprendido lo inspeccionó y no encontró indicios de que hubiera contenido algo. En ese instante sintió una fuerte puntada en la sien izquierdo y a la vez, vislumbró una imagen nítida, una idea relacionada con la gasolinera. La analizó y confirmó que el dueño la había aplicado hacía meses y así mejoró el trabajo y la atención al público. «¿De aquí la habrá sacado? ¿Habrá otras propuestas buenas cómo ésta?», se preguntó y abrió el segundo cajón, más pequeño, casi cuadrado. Tenía un pasador, lo giró y miró al interior y… ¡Vacío! Antes que pudiera curiosearlo, un fuerte dolor en la sien derecha hizo que surgiera en su mente, con extrema nitidez una idea, una presentación clara y visible de unos planos y detalles constructivos. Grande fue su sorpresa al comprobar que correspondían a la ampliación hecha durante sus recientes vacaciones. Sorprendidísimo notó entonces que el dolor de cabeza había menguado.
Feliz por lo descubierto, abrió el tercer cajón, rectangular, con el fondo ondulado. Esperaba no encontrar nada. Solo había una piedra pequeña. La tomó, la sintió fría, pesada y definió que era una simple piedra. Esperaba la puntada en la sien, que demoró en llegar: la sintió suave, apenas dolorosa. Aguardó la idea: la apreció borrosa y por fin la pudo comprender y la descartó por simple e inservible. Sacó la piedra.
Escuchó ruidos de pasos conocidos, cerró el cajón, intentó salir y se encontró con el dueño que regresaba. Sonrió a la par de pensar en una excusa, pero solo se saludaron. Bronson ya en la playa de despacho, seguía intrigado por esas apariciones mentales y los correspondientes dolores.
Al atardecer pidió permiso para quedarse una hora más y ayudar a sus compañeros. Le fue concedido y más tarde, entró a la oficina con el duplicado de la llave en su poder. Fue directo al armario rojo e intentó abrir el cajón superior, de bordes redondeados y brillo perdido. Luchó con una traba interna hasta que logró abrirlo. De inmediato se sintió atacado por puntadas en ambas sienes, que lo hicieron lagrimear pero no le impidieron alegrarse pues sabía, creía saber que el paso siguiente sería la aparición de una excelente idea y antes de un segundo, surgió una imagen nítida y supuso escuchar además, una especie de marcha triunfal. Repasó mentalmente los detalles y concluyó que era un concepto base fantástico, una creación novedosa y practicable en la gasolinera. Se supo ganador, cerró el cajón, recolocó la traba, salió sonriente de la oficina y tras cerrarla, se acercó a un compañero para ayudarlo.
Al día siguiente, el jefe preguntó:
— ¿Bronson, limpió la oficina, mi escritorio y el armario rojo?
— Sí, también el piso.
— Te regalo el armario rojo, está vacío, a mi no me sirve. Creo que a veces, cuando me acerco a él, me duela la cabeza. Después te lo llevas a tu casa.
— Gracias jefe. Quería comentarle una gran idea que soñé anoche.
— Te escucho Bronson –dijo el jefe y se dispuso atento.
Sorprendido por la sugerencia, por los detalles y las grandes posibilidades que vislumbraba para su negocio, se levantó y le dijo:
— Te aumento el sueldo. Mañana mismo, comienzo con el cambio. Gracias. Te felicito.
Bronson excitado, sonrió agradecido y al salir pensaba: revisaré de nuevo los cajones vacíos y encontraré otras buenísimas ideas y con tiempo llegaré a tener una cadena de gasolineras.

Comentarios (7):

Laura

18/11/2017 a las 00:31

Hola Amadeo.
Soy Laura del 53.
Tu relato es interesante, pero le falta alguna concreción. Tal vez alguna relación entre las ideas y la forma y color de los cajones, su posición, algo.
Creo que da para mejorarlo y profundizarlo.
Presentas pero no presentas. Queda al final un gusto a poco. Tal vez sea sólo un problema mío.
Desde lo formal no tengo nada que señalar.
Hasta la próxima propuesta.

Estel Vórima

18/11/2017 a las 15:47

Hola la historia no está mal pero siento que le falta algo, no termino de vislumbrar lo que quieres trasmitir. Si tan solo fuese una descripción no habría problema, pero lo presentas contando la historia de Bronson pero sin terminar de contarla, no se si me he explicado bien, luego esto de la literatura es muy personal y es tan solo una opinión.
Sigue escribiendo.

Isabel Veiga

18/11/2017 a las 18:43

Hola, soy Isabel, del texto 52.

La historia de un armario misterioso, mágico, es interesante. Alguien como Bronson, persona que se fija en los detalles, se da cuenta de su poder. Sin embargo, su jefe no relaciona sus jaquecas e ideas con el armario. Tal vez el armario ha elegido a Bronson.

El final se me ha quedado flojo, como terminado con prisas y sin aprovechar.

No he entendido la frase “Bronson ya en la playa de despacho,” pero supongo que es un tema idiomático.

El tema de la puntuación, del uso excesivo o inadecuado de comas, es algo que todos tenemos que mejorar.

Espero haber ayudado. Saludos.

Jesus Lopez Conesa

18/11/2017 a las 19:49

Es bastante super sorprendente y te mantiene enganchado, le has dado un giro a lo de las ideas, armarios y gasolineras. Pese a eso coincido con Estel y es que falta saber el porque de las ideas, aunque mi interpretacion es que el dolor se debe al nacimiento de las ideas, el parir ideas…no se.Pense que iban a despedir al pobre Bronson cuando le dio la idea final al jefe

Rafael

19/11/2017 a las 02:11

Te digo lo mismo que tú con me, lo del piso suena a latinoaméricano, aqui en España piso es unicamente la vivienda, el apartamento jeje.

Idem con la confusión, tienes que darle al intro y espaciar porque sino queda engorroso y tienes dos párrafos muy largos “un día” hasta “había menguado” y el de “al atardecer a para ayudarlo” y se hace muy pesado.

El contenido está bien, me gusta el final y el buen hacer y carisma del prota.

amadeo

19/11/2017 a las 11:57

A los compañeros que me leyeron:
Mil gracias a todos. Son valiosos sus aportes.
Algunos “Defectos” coincidentes entre ustedes, los “padezco” desde hace tiempo, trato de superarlos, pero… ¡No es fácil! insistiré en corregirlos. (Descripción más que acción, finales abruptos, demasiadas comas y párrafos extensos, etc.
Aclaraciones:
“playa de despacho” en Argentina nos referimos al lugar donde estacionan los autos (cerca de los surtidores) para cargan combustible
“piso” en Argentina tiene dos significados: departamento (vivienda) y suelo embaldosado, alfombrado, etc., donde se pisa, camina.
Gracias de nuevo a todos
Saludos

Tavi Oyarce

23/11/2017 a las 22:37

Hola Amadeo:

La tuya es una historia muy simple y entendible.

Creo que estás en una etapa en que te convendría darle mas un tono literario a tus escritos. Me explico: no contar como suceden las cosas simplemente, eso le quita nervio a la trama.

Con este mismo cuento podrías dar vuelta las frases, colocar un verbo al final, no como enlace entre el sujeto y el predicado.Trabajo, mucho trabajo hasta que te suene distinto.

Échale un vistazo a los recursos literarios, algunos te servirán de gran ayuda. Lo otro es leer cuentos y ver como manejan los autores el estilo.

Estaré atento por si vuelves de nuevo por aquí
Saludos.
Te agradezco que hayas pasado por el mío.

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