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La danza macabra - por Augusto Maureira Jiménez

Era hora del cambio de turno. Nada fuera de orden se percibía en el ambiente y se auguraba un día normal, tranquilo; pero… esa densa bruma que cubría desde la madrugada, no dejaba ver con claridad el amplio espacio de la gasolinera Petrobras, ubicada al borde de la C-44, la que une la Panamericana Sur con el puerto de San Antonio. La vía cortaba de arriba abajo Calera de Tango, con su gran flujo vehicular. El mayor número lo representaban los camiones de arrastre de contenedores y algunos usuarios de vehículos particulares. Ocasionalmente circulan cortejos fúnebres hacia el cementerio Parque del Recuerdo, ubicado más al oriente. La gasolinera semeja un oasis en medio del paisaje agrícola.

El turno saliente informó que había sólo dos camiones en el estacionamiento que pronto dejarían la gasolinera; y, por cierto, la extraña bruma reinante… Carlos, el jefe saliente, advirtió a los entrantes que:
—Hablen con los choferes, antes de que se vayan…
—¿Por qué? —dijo, Abelardo, el más antiguo entrante.
—No lo sé; pero se han estado toda la noche recibiendo por radio, mensajes alarmantes desde su oficina central. Se nos acercaron, en la noche, para decirnos que: “… en una de población gobernada por narcos, celebraban con ritos satánicos, droga y licor, disparos de armas de fuego, despidiendo a un capo, muerto el día anterior. Al que sepultarían en Parque del Recuerdo. Pasando enfrente de esta gasolinera en pocas horas más.
—Gracias.
—Algo más —agregó Carlos—, aseguran que el muerto había vendido su alma al diablo. Desconecten las máquinas y apaguen las luces, estarán más seguros. ¡Dios los asista! Nuestro Salvador, es el único que los aplaca y vence.
—¡Amén! —dijo Abelardo.
Pablo, su joven compañero lo miró con atención; pues sabía que era verdaderamente, devoto creyente; le había dicho, en una ocasión, que: “había pactado con Nuestro Señor Jesucristo nombrándolo su Dios y Salvador”. La situación tomó un extraño cariz de lucha espiritual; así lo fue entendiendo Pablo, dentro de su corta experiencia; sólo tenía 20 años y su conocimiento en estas materias era escaso. Es su casa estas cosas no se hablaban. Sus padres y amigos era descreídos; para ellos su norte se encontraba en el plano material, guiados por su ambición. Sin embargo con Pablo, pasaba algo distinto, se preguntaba cosas y quería respuestas. Le agradaba con conversar Abelardo durante los turnos en la gasolinera; y, de a poco se iba formando una idea, cada vez más sólida del asunto espiritual. A veces Abelardo tomaba su Biblia que, guardaba celosamente en el armario que había en la oficina; y le leía algunos pasajes de la Sagrada Escritura; sin hacer ostentación de ello, diciendo: “Todo en Honor y Gloria de nuestro Señor”… Pablo pensó que esta sería la ocasión en que podría manifestarse el Dios Verdadero. Esta idea no dejó de darle vueltas en la cabeza, como si alguien le hablara dentro de ella: “¡Confía!”

Poco ante de las 9:00 de la mañana, por el Oriente se escuchó un alboroto, muchos gritos y disparos en medio del ambiente siniestro y brumoso que rodeaba a la gasolinera del kilómetro 20, en la C-44.
Aparentando inactividad refugiaron en la oficina. Quedaron separados de la playa de expendio, unos 30 o 40 metros. Sólo observaban como la carroza mortuoria y el bullicioso cortejo se detenía, formando una figura ritualista en torno al vehículo que portaba el féretro. A la distancia, les pareció ver que una figura vaporosa se desprendía de la caja; y evolucionaba de un modo tal que, semejaba estar danzando. Los del cortejo, eufóricos, gritaban y aullaban. Entre ellos, hombres, mujeres y niños, poseídos por fuerzas del averno, disparan sus armas, blasfemando en todo momento.

Los bomberos, hincados en el suelo oraban pidiendo la asistencia divina del Salvador. En un momento dado el espectro que llevaba la voz cantante, reparó en la oficina, entrando en un ataque furia, dirigiéndose directo a ella seguido por sus acólitos; pero antes de llegar, ocurrió lo insólito:

Abelardo, con la Biblia en mano, dijo con voz entera y autoridad: «Atrás espíritu inmundo, por la Autoridad y en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, te ordeno seguir tu camino bajo tierra»

La materialización del fallecido, como si hubiera recibido un golpe directo en la cara, retrocedió; y en un abrir y cerrar de ojos, él y los acompañantes desaparecieron como por arte de magia. Mientras Abelardo y Pablo, orando de rodillas, daban a grande voces, gracias al poderoso Dios verdadero.

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3 comentarios

  1. 1. Felix Acereda dice:

    Me ha encantado el ambiente que has creado, aunque he de confesar que no soy devoto de las luchas cristiano-demoniacas, pero la atmósfera que despliegas te engancha y es que lo has escrito muy bien.
    Dentro de la fantasía del relato, destacas con detalles que le dan verosimilitud.
    Como recomendación, yo hubiera dado un repaso a las comas, que en algunas ocasiones cortan demasiado el ritmo del texto.
    Fabuloso, enhorabuena

    Escrito el 19 noviembre 2017 a las 10:38
  2. 2. IreneR dice:

    Buenas Augusto Maureira Jiménez, el inicio de tu historia me ha gustado mucho, has construido un ambiente muy logrado, pero poco a poco me he ido perdiendo y el final me ha resultado un tanto confuso. ¿De dónde salen los bomberos?

    Tienes unos cuantos errores con las comas, puntos, punto y coma y demás normas de puntuación. Yo misma comento muchos errores en eso así que no puedo hacer ninguna corrección exacta pero creo que es un tema que tendrías que mirar y repasar.

    “Se nos acercaron, en la noche, para decirnos que: “… en una de población gobernada por narcos, celebraban con ritos satánicos, droga y licor, disparos de armas de fuego, despidiendo a un capo, muerto el día anterior. Al que sepultarían en Parque del Recuerdo. Pasando enfrente de esta gasolinera en pocas horas más.”

    Lo siento, pero no me he enterado de nada en esta frase.

    Creo que es la primera vez que leo un relato de luchas cristiano-demoniacas, ha sido interesante.

    Mucho ánimo con la escritura, espero leerte en otra ocasión.

    Un saludo.

    Escrito el 20 noviembre 2017 a las 19:36
  3. 3. Jerónimo Guillén dice:

    Me recordó a algunos films de terror de los años 80. Quizá debido a la extension, el final me parezca algo precipitado pero bien resuelto. Estoy de acuerdo con los comentarios que indican algunos olvidos de comillas en alguna frase o alguna coma para que respire el texto.
    Felicidades por tu relato. Saludos!

    Escrito el 21 noviembre 2017 a las 22:31

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