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SURTIDORES DE RECUERDOS - por ISABEL VEIGA

Web: http://www.blogoteca.com/historiasdeunarubia

Mi intención era parar en la primera gasolinera que viese por el camino, pero me puse a pensar en la variedad de precios y he acabado en la de siempre, aunque eso me ha hecho desviarme de mi camino. No tengo prisa, sólo me apetece disfrutar del día y de su estupenda temperatura dando un paseo con mi vieja amiga, así que hacer un par de kilómetros más no me importa.

Al ser un día entre semana no hay apenas cola en los surtidores y no tengo que esperar mucho. Menos mal, porque estar bajo el sol con la cazadora puesta no me hace ninguna gracia. Por pasar el rato, mientras reposto intento calcular cuántos años llevo viniendo a esta pequeña gasolinera. Siempre ha sido la más barata, a veces con una diferencia importante, y está en el parking de un centro comercial, lo que la hace más accesible que otras y un punto de encuentro cuando quedamos en grupo.

En el surtidor de al lado se para un Citroën verde oscuro y, de pronto, los recuerdos me asaltan para ayudarme a hacer un cálculo exacto y sentimental. No me puedo creer que esté sintiendo nostalgia en una gasolinera, qué tontería. Ese coche me ha traído a la memoria las primeras veces que empecé a venir aquí con mis padres y su recién estrenado Xsara familiar a finales de los ’90. Qué contentos estaban, no dejaron de sonreír en todo el día proponiendo sitios para visitar. Era su primer coche nuevo. Los dos anteriores habían sido de segunda mano, pero éste lo sacó mi padre del concesionario. Bueno, en realidad lo sacó mi madre porque él quiso que fuese ella la que hiciese los honores. Yo tenía unos diez años, pero esos recuerdos se mantienen muy vívidos en mi “rincón de momentos que no debo ni quiero olvidar”, con sonidos y olores incluidos. El color, verde oscuro, lo había elegido mi madre y, en mi opinión, acertó. Mi padre decidió que fuese un familiar para tener un maletero grande como un armario ropero. Siempre me gustó ese coche, por amplio, fiable, cómodo, verde. Por eso yo también tengo un Xsara, aunque no tan antiguo, claro, y mis padres siguen manteniendo el suyo, que todavía está estupendo.

No tardo mucho en repostar, mi vieja amiga no tiene un depósito muy grande, y me voy hasta la cabina a pagar porque esta gasolinera es autoservicio. No lo era cuando venía con mis padres y su coche nuevo con olor a esfuerzo, a logros conseguidos, a satisfacción. Al cabo de unos pocos años se les jubilaron dos de los empleados y mantuvieron a los otros dos en la cabina y en la tienda, pero no contrataron a más. La ventaja es que abarataron el precio de la gasolina y se ha mantenido así desde entonces. Supongo que por eso sigo viniendo aquí con mi Xsara y con mi vieja amiga. No me hago a la idea de que hayan pasado ya tantos años, unos 20, pero es lo que ocurre cuando te pones a pensar e intentar calcular qué edad tenías.

Cuando vuelvo al surtidor, el Citroën aún sigue ahí y veo a una niña de unos diez años en el asiento trasero, riendo, hablando con su madre que está delante. Su padre le pone caras raras por la ventanilla trasera mientras reposta. Se les ve contentos, como nosotros cuando estrenamos el coche. Por curiosidad, miro su matrícula mientras guardo la cartera en la maleta de mi vieja amiga, mi moto, y es un Xsara nuevo, cómo no. Al menos no es un familiar; sería mucha coincidencia.

No puedo evitar preguntarme si mis hijos se acordarán también de estos momentos con una sonrisa. Todavía son pequeños para acompañarme en dos ruedas, pero han venido ya muchas veces aquí en el coche. Supongo que, al igual que yo en su momento, no le dan importancia a una gasolinera. Es más, incluso a mí me cuesta creer que tenga la mirada húmeda en un sitio así.

Me subo a mi moto intentando que no se me empañen los ojos con las lágrimas. Con calma, me recojo un poco la melena para ponerme el casco, aunque sé que voy a acabar despeinada, como siempre. Mientras me ajusto los guantes veo que la niña me mira atentamente, me sonríe y me saluda con la mano, igual que hacía yo de pequeña. Quién sabe, tal vez también sea motera como yo en cuanto tenga ocasión.

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5 comentarios

  1. 1. Patricia Redondo dice:

    Pues has tarnsformado algo tan prosaico como una gasolinera en un bonito sitio para el recuerdo 🙂 , eso me ha gustado mucho.

    El tono del relato es sencillo , coloquial , hace que la lectura sea fácil , amena y que sintamos a la protagonista cercana.
    Para mi gusto un pelín en exceso descriptivo. Hay alguna cosilla que por irrelevante yo quitaría , como el hecho de que la gasolina sea más barata o con cuantos empleados quedó la gasolinera después de los reajustes etc, y aprovecharía los huecos dejados por estos para ahondar más en la parte emocional que suscitan los recuerdos de la infancia.

    Y , esto ya por rizar el rizo 🙂 , aligeraria la parte narrativa , no se como expresarlo , mostraría más que contaría … por ejemplo en el parrafo en el que dices :

    Yo tenía unos diez años, pero esos recuerdos se mantienen muy vívidos en mi “rincón de momentos que no debo ni quiero olvidar”, con sonidos y olores incluidos. El color, verde oscuro, lo había elegido mi madre y, en mi opinión, acertó. Mi padre decidió que fuese un familiar para tener un maletero grande

    Yo pondría algo asi como “vuelvo a la niña de diez años que fui , siento el fuerte olor a nuevo del cuero recien estrenado y me entusiasmo ante la perspectiva de los kilometros por recorrer y el maletero, grande como un armario , donde mis hermanos y yo jugabamos a veces a camioneros y taxistas” o ·veo a mi madre entusiasmada por el color verde hoja, igual que sus ojos. Y siento el nervosismo y la ilusión del estreno en el temblor de sus manos al manejar…) o algo así , no sé , cosilla…

    Pero en general el relato me ha gustado, un bonito paseo por la memoria infantil de una mujer madura.

    Nos seguimos leyendo!

    Escrito el 17 noviembre 2017 a las 13:51
  2. Poner la moviola en marcha, es bueno a veces. Saberlo hacer, ya es más difícil, pero intentarlo, es fascinante. Bien.

    Escrito el 17 noviembre 2017 a las 17:34
  3. 3. Laura dice:

    Hola Isabel.
    Soy la Laura del 53.
    Me gustó el tono íntimo de tu relato, aunque más que en relato queda en una narración de un hecho actual con punteo de hechos anteriores.
    Creo que en exceso utilizas la marca del vehículo de tus padres y del tuyo, y al igual que Patricia, considero irrelevante la cuestión de los empleados.
    Me encantó la expresión del maletero grande como armario-ropero.
    Recién al final entendí que la vieja amiga era la moto. Creía que era la forma en te referías a tu vehículo, pero era una idea previa mía.
    Por lo demás, nada que señalar.
    Hasta la próxima

    Escrito el 18 noviembre 2017 a las 00:06
  4. 4. Isabel Veiga dice:

    Gracias por vuestros comentarios. Sí, tenéis razón, las líneas hablando de los empleados son totalmente irrelevantes. No lo eran en mi mente y no lo serían si pudiese alargarme y comentar el por qué, pero reconozco que en este relato no tiene sentido incluirlo. Para poner el texto en mi blog he sustituido esas líneas por “Cuando venía con mis padres y su coche nuevo con olor a esfuerzo, a logros conseguidos, a satisfacción, todavía pagábamos en pesetas contándolas por miles. Ahora es en euros y no llegamos ni a 100, pero es mucho más cara.” Es una manera de mantener al lector en detalles de un pasado que llega al siglo anterior.

    También es cierto que podía haber usado otras palabras en lugar de “Xsara”. Lo tendré en cuenta, gracias

    Lo de “vieja amiga” y no decir el género de la protagonista hasta el final está hecho adrede para romper tópicos. Lo normal es que pensemos en un hombre repostando un coche, pero es una mujer con su moto.

    Escrito el 18 noviembre 2017 a las 17:23
  5. 5. Isabel Veiga dice:

    Patricia, respecto al párrafo que comentas, después de pensar en ello (he querido tomarme mi tiempo para comentarlo) no acabo de ver ese cambio como algo positivo.

    El motivo es que quien cuenta la historia no soy yo, sino el personaje, una persona que no es escritora, que está pensando en sus cosas de una manera natural, para ella misma, no para un posible lector y por eso no entra en más detalles ni tiene un tono literario. No vuelve a su infancia, simplemente recuerda un momento en concreto y después sigue con su vida.

    Por favor, no me malinterpretes, agradezco el comentario y de verdad que he pensado en tu sugerencia, pero no me encaja de la misma manera que tu otra opinión -la de los empleados- que comparto totalmente y, de hecho, he suprimido porque tienes razón.

    Escrito el 1 diciembre 2017 a las 21:41

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