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Doritos - por Sam B

Y aquí estoy. De nuevo en el último círculo del infierno de la autocompasión. Los anglosajones tienen un término para eso. Ellos lo llaman «rock bottom».
Vengo prácticamente todas las tardes a esta gasolinera para comprar mi bolsa de Doritos. Casi todas las tardes desde hace mucho tiempo. Quizá demasiado. Este suele ser mi lugar seguro, pero hoy es el «rock bottom».
El «rock bottom» siempre es un lugar incierto. Es como uno de esos castillos japoneses de los videojuegos de ninjas: paredes que lanzan cuchillos, jaulas trampa y guardias enemigos que aguardan detrás de las puertas correderas
Lo único seguro en el «rock bottom» es que no puedes caer más bajo. Un suelo de roca que linda con el techo del infierno. Has llegado a la parte más profunda del hoyo, pero eso no quiere decir que no puedas hacerte daño.

La gasolinera (mi gasolinera) hace esquina con las calles X e Y. No diré los nombres reales porque no quiero que me encuentren. He hecho el camino desde el insti hasta aquí sorteando todos los peligros. Dani, el de tercero, por ejemplo, ha cogido una mierda de perro seca y me la ha lanzado como si fuera un shuriken. He agachado la cabeza a tiempo y la mierda ha reventado contra la ventanilla de un coche.
Estoy en el paso de cebra de la calle X. Al otro lado, el suelo de cemento, las luces halógenas y los surtidores. Los coches que entran y salen sin parar. El túnel de autolavado y los medidores de presión de los neumáticos. Y, al fondo, al final del todo, la tienda de la gasolinera. El rótulo DEPASO sobre la puerta.
Cruzo el paso de cebra y me invade el olor de la gasolina. Es el primer ataque secreto. Del techo se descuelga una guillotina y la esquivo por los pelos con una voltereta ninjutsu. Hace unos meses le confesé a Alejandra que me gustaba el olor a gasolina. Que podía distinguir el diesel, el gasoil, la sin plomo y todo eso. Ella hizo una mueca y dijo «jaja pues ok». Se lo contó a la mitad de la clase. Pero sigo viva.
Sigo viva en el «rock bottom». Atenta a la siguiente trampa.

Estoy dentro de la gasolinera. Mis suelas rechinan contra el cemento pulido. La voz mecánica de los surtidores automáticos. El olor penetrante. Diesel a 1,49 €/L. Un rugido me amenaza.
Consigo esquivar de un brinco una moto que sale de la gasolinera como un misil. Hace unas semanas, uno de cuarto me aplastó el pie con las ruedas de su moto. Quizá lo hizo sin quierer. No me rompió ningún hueso, pero dolía como el pistón de un gigante. Me senté en uno de los bancos frente a la puerta del insti y me puse a llorar. Solo acudieron Carles y el conserje.

Alcanzo, por fin, la tienda. Cierro los ojos al cruzar la puerta e imagino, por un momento, que dentro me espera un príncipe nipón con su kimono ceremonial y me ofrece manjares exóticos.
La chica del mostrador me saluda. Tiene los ojos azules y las ojeras oscuras. Por detrás de su sonrisa veo ese armarito con el letrero «PRIVADO». Anteayer, mis compañeros pensaron que era una buena idea encerrarme en el armario de conserjería. Tiene un letrero que nos advierte a los alumnos de «NO ABRIR». Allí pasé una media hora dando golpes mientras los demás «respetaban» el cartel. Carles los escuchó de casualidad y me abrió.
Me acerco al estante de los snacks. Mi ojos se clavan en la bolsa doble de Doritos.
Me desvanezco por un segundo.
Fue ayer. A Carles le daba pena verme sola, supongo. Me dijo que fuera con él al kiosko de Pepe después de clase. Allí van todos a pillarse sus papas, coca-colas y chicles de melón. Compré mi bolsa doble de Doritos y alguien dijo algo. No quiero recordarlo. La risa se extendió como una onda por todo el grupillo de clase. Carles también.
Tiré la bolsa por ahí.

Me acerco al mostrador únicamente con una barrita dietética. La chica me mira dubitativa. Me pregunta y se lo digo. Me dice que no me hace falta comer esas cosas. Y más a mi edad. Que no estoy gorda y que soy guapísima. Me sonríe. Yo lo intento, también.

Y aquí estoy, en el «rock bottom». Pero aún sigo viva. Por debajo, el infierno. Por encima, un largo camino hasta poder ver el cielo.

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5 comentarios

  1. 1. JeSS dice:

    Muy buen relato! Tiene buena forma y redacción. Me comprometí con el personaje, parece el pasaje de su diario personal. Felicitaciones

    Escrito el 18 noviembre 2017 a las 14:57
  2. 2. María Jesús dice:

    Hola Sam: Un relato muy original y bien construido, el tuyo. Describes perfectamente, a saltos, introduciendo flashbacks de vez en cuando, la vida de acoso que lleva la protagonista.También me ha gustado mucho como explicas la historia como si ella estuviese introducida en un videojuego, y la descripción detallada del lugar. Un buen ejercicio por el cual te felicito.
    Si te interesa estoy en el 103. Un saludo.

    Escrito el 20 noviembre 2017 a las 12:01
  3. 3. Trevor Green dice:

    Buenas Sam,

    buena redacción y buena historia, he entendido el acoso de tu personaje y como intenta evadirse aunque le cueste. Como comenta María Jesús buenas descripciones, detalladas y las cuales te hacen introducirte más en la historia.

    Un fallito sería la palbra ‘pistón de gigante’, entiendo que querias poner ‘pisotón’ pero igualmente se entiende.

    Sigue así, nos vamos leyendo.

    PD: Mi texto está en el 15.

    Escrito el 22 noviembre 2017 a las 11:46
  4. 4. Laura dice:

    Hola Sam.
    Soy Laura del 53.
    Tu historia me ha desconcertado, pero tal vez soy de otra generación a la tuya y la gran mayoría de tu relato son metáforas combinadas con algún videojuego.
    Sin embargo me atrapó.
    Creo que la alusión a Alejandra es innecesaria ya que no veo que se relacione con el resto del relato.
    No entiendo la alusión de No abrir en el letrero del armario para los alumnos. ¿Por qué sólo a ellos?
    Me encantó la parte final.
    Realmente…me interesa seguir tu historia para ir develando (yo) el rock bottom.
    Hasta la próxima propuesta.

    Escrito el 25 noviembre 2017 a las 22:23
  5. 5. Ratopin Johnson dice:

    Hola Sam,
    interesante tu historia de bullying escolar, narrado en primera persona (por la persona que sufre el acoso), y con ese trasfondo de videojuego que has introducido. Releyendo, entiendo que es el mundo de la protagonista, en el que se sienta más cómoda, a salvo quizá del mundo real. O quizá es como ella prefiere ver el mundo que la rodea, con trampas y obstáculos que tiene que sortear. También me pasa como a Laura, que no encajo la parte de Alejandra cuando la narradora le cuenta que puede distinguir los olores de la gasolina, y que ella fuera a decirlo a toda la clase. Y después dices “Pero sigo viva”.

    Excepto algún detalle como ese, es original y está bastante bien escrito.
    Saludos

    Escrito el 8 diciembre 2017 a las 17:57

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