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Vacíos - por Manuel Jover

Se activa el despertador y me sacan del limbo entre el sueño y la vigilia los primeros acordes de esa canción antigua que programé anoche. Saco una mano del edredón e intento apagarlo, tanteo pero no lo encuentro. No importa, la música deja de sonar. Me levanto y me preparo, como es mi costumbre, un desayuno frugal. Apenas unas galletas destrozadas y lo que queda de una botella de zumo de melocotón que encuentro en el fondo de la neverita. No suelo tener hambre a primera hora de la tarde.

Me quito el pijama de superhéroes, el último regalo de cumpleaños que he recibido en mi vida. Hace de eso una eternidad y ya no espero ninguno más. Abro el armario y descuelgo el mono de trabajo de la solitaria percha. Está bastante raído y con el logotipo de la empresa desdibujado. He llamado varias veces a mis superiores para ver si me pueden enviar uno nuevo, pero no me cogen el teléfono. De todas formas, no me puedo quejar. Me permiten quedarme a dormir en el establecimiento desde que mi hogar se convirtió en cenizas.

Salgo del barracón prefabricado por la puerta que comunica con la antigua tienda, en otro tiempo abarrotada de los más variopintos productos para los viajeros y ahora con las estanterías vacías. Realizo mis rutinas habituales. Enciendo las luces, cambio el cartel de la puerta de cerrado a abierto, conecto la caja automática y me siento detrás del mostrador. A esperar.

Leo por enésima vez el mismo párrafo del único libro en papel que conservo, un vetusto manual de crecimiento personal. Me cuesta concentrarme, no consigo entender los consejos para desarrollar la seguridad en mí mismo que el autor pretende darme. Miro por la ventana. En el exterior ya están rondando los dos buitres (apostaría a que son pareja), que de un tiempo a esta parte se han convertido en visitantes habituales de la estación de servicio. Supongo que son ellos los que devoran los restos de carne a punto de estropearse que deposito cada noche en la parte de atrás del local. Me gustaría domesticarlos.

Como casi siempre, transcurren las horas muertas sin que circule nadie por la carretera. Cuatro surtidores es un número que se me antoja excesivo para tan poca clientela. He intentado muchas veces comunicárselo a los jefes, pero nunca responde nadie al otro lado de la línea.

Abro los ojos como un pez descongelado cuando veo, por fin, acercarse un vehículo. Es el mismo modelo que teníamos, pero el color es distinto. Salgo a atender, me tiemblan las manos. Baja del coche una atractiva mujer que tendrá más o menos mi edad y que me recuerda a mi ex. Pero sé que no puede ser, porque el gobierno me informó de su fallecimiento en el último ataque a la capital. Me pide con una voz dulce que llene el depósito y me pregunta por el baño. Cuando vuelve ya no es ella, es mucho más joven y se parece a mi hija, a la que yo mismo ví morir a manos de los saqueadores. Me da un billete de los de antes. Voy a la caja a por el cambio y cuando vuelvo no está ninguna de las dos y el automóvil ha desaparecido, aunque no he oído arrancar el motor.

La manguera se me cae de las manos. No acierto a colocarla en el soporte. Me tomo una pastilla extra y me relajo.

El resto de la tarde transcurre sin novedad. Anochece. Ahora sí que tengo hambre. Devoro el contenido de la penúltima bolsa de patatas fritas que me queda. Me quito el mono de trabajo y lo cuelgo en la única percha que habita el armario. Me pongo el pijama de superhéroes. Programo el despertador para que suene mañana esa vieja canción con la que bailábamos los tres en la cocina. Me acuesto.

Me cuesta dormirme. Han vuelto las voces. Se empeñan en meterme en la cabeza la idea de que el petróleo se agotó. Me susurran que hace mucho, mucho tiempo que los surtidores están vacíos.

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9 comentarios

  1. 1. Anna Castillo dice:

    Hola Manuel:
    Es la primera vez que publico y la primera vez que comento. Gracias por haber leído mi relato, me contenta mucho que te haya emocionado.
    He leído el tuyo.
    Me parece brillante el hecho que la idea de vacío atraviesa todo el texto y así se siente desde el principio (el desayuno frugal, el único pijama, el último regalo de cumpleaños y el hecho de no esperar ninguno más, la penúltima bolsa de papas fritas)
    Sentí que el estaba tan vacío como los surtidores, aunque fuera sólo un sueño.
    Me causo gracia los dos buitres que el protagonista quería domesticar. Esa parte me encantó porque era lo único vivo que había aparte de el.
    Tengo la impresión que en la gasolinera realmente no hay nada y es aterradora esa idea.
    Felicitaciones.

    Escrito el 18 noviembre 2017 a las 04:16
  2. 2. Sara Sierra dice:

    Hola Manuel,
    me ha parecido fantástico tu relato, me gusta el giro que da de un sitio que se piensa como un lugar olvidado por no ser de gran afluencia a un sitio pos-apocalíptico. Me ha gustado mucho como llevas al lector a tener esa sensación de lo que puede pasar.

    El párrafo de: Es el mismo modelo que teníamos, pero el color es distinto.

    lo cambiaría un poco, me hizo releer un par de veces,
    quizá a: es el mismo modelo que tuve alguna vez (algo así)

    Felicidades me gustó mucho leerte

    Escrito el 18 noviembre 2017 a las 15:11
  3. 3. Laura dice:

    Hola Manuel.
    Soy Laura del 53.
    Me ha encantado el relato. No esperaba el desenlace que le has dado. Felicitaciones.
    Te espero en la próxima propuesta.

    Escrito el 18 noviembre 2017 a las 21:31
  4. 4. Robert M. Roderick dice:

    Hola, Manuel:

    Tu relato me ha gustado mucho. Coonsidero que, al escribirlo, has tomado varias decisiones muy acertadas que detallaré un poco durante el análisis.

    Estructuralmente, el texto es redondo; tan redondo que es cíclico, aunque la exposición que haces no lo indique de forma explícita.

    Técnicamente, el relato es perfecto. No he apreciado ninguna tilde fuera de sitio ni ninguna coma fuera de lugar. Bravo.

    El vocabulario que empleas es muy preciso, y eso es siempre un punto a favor. Tal y como indica Anna, has hecho una elección estupenda de calificativos. Vas sembrando las semillas y, al concluir el texto, ya ha enraizado la idea: soledad.

    En lo que respecta a la narrativa es donde creo que el relato muestra sus principales puntos fuertes, que son los que dan a la historia el verdadero sentido: la elección del narrador en primera persona y en presente proporcionan el texto esa sensación cíclica y monótona que comentaba antes.

    Argumentalmente, el texto está planteado de una manera estupenda, que enlaza muy bien con la estructura que el lector se ha formado en la cabeza gracias a las elecciones que has tomado en los otros aspectos de la narración. Está claro que una vida solitaria y monótona volvería loca a cualquier persona hasta el punto de ocurrirle lo mismo que al propio protagonista de la historia.

    Un relato estupendo, de inicio a fin y en todos los aspectos.

    Enhorabuena.

    ¡Un saludo!

    Escrito el 19 noviembre 2017 a las 21:11
  5. 5. Manuel Jover dice:

    Gracias por tus comentarios, Anna (a los demás ya os las di cuando lei el vuestro).
    No se me habia ocurrido que la gasolinera podria estar totalmente vacía, me encanta que te haya aterrado esta posibilidad!

    Escrito el 21 noviembre 2017 a las 09:41
  6. 6. Kaila dice:

    ¡Hola, Manuel!

    Primero, gracias por comentar mi texto, hacía mucho que no publicaba ningún relato y toda opinión es más que bienvenida.

    Segundo, tu texto me ha encantado, engancha desde el primer momento, creando incógnitas sobre el protagonista a medida que transcurre el relato. Comparto la idea de los demás de que no hay nadie en la gasolinera y del mundo post apocalíptico. ¿Podría ser que sus jefes no le cojan el teléfono, por que él es, realmente, el último hombre en la tierra? (O algo parecido…)

    Es fascinante como has conseguido que sintiera interés por su pasado, el cual parece una larga y enrevesada historia.

    Me encanta, no tengo nada negativo que decir.

    ¡Hasta la próxima!

    Escrito el 21 noviembre 2017 a las 13:13
  7. Hola, Manuel, te escribe el vecino del piso 137.
    Tu relato me gustó, no un poco sino muchísimo. Es muy redondo y dejas entrever el dominio del lenguaje y un excelente estilo narrativo.
    Nos leemos!!!

    Escrito el 21 noviembre 2017 a las 17:22
  8. 8. LUIS dice:

    Hola, Manuel. Gracias por leerme y por ese comentario tan elocunete. Muy bien descrita tu historia, que te lleva a la soledad del protagonista. Parece que el tema de la gasolinera, nos lleva a esas gasolineras perdidas o abandonas. Felicidades, un abrazo.

    Escrito el 23 noviembre 2017 a las 21:23
  9. 9. Alfonso dice:

    Buenas tardes, Manuel.

    Me ha gustado como describes en tu relato, sin llegar a nombrarla, la soledad del protagonista en esa vieja gasolinera. Las referencia a ropa raida, buitres, ausencia de respuesta en las llamadas de teléfono… me parecen muy buenos recursos en este caso.

    Y pese a que el final quizà se ve venir a mitad del relato, la verdad es que encaja muy bien en la historia.

    Felicidades por el relato. Un saludp.

    Escrito el 25 noviembre 2017 a las 17:46

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