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Mala idea - por Maurice

Web: http://mauricenipapaian.blogspot.com

Mala idea

Había conducido durante toda la noche por la maldita ruta. Por atravesar el corazón productivo de Argentina era demasiado transitada.
Además, pajonales en la orilla, oscuridad impenetrable y una calzada minada de baches, obligaban a reducir la velocidad; por suerte la vieja Ford F100 no daba para mucho, pues el cansancio del día y la ruta en mal estado eran condiciones ideales para accidentarse al viajar velozmente. En el cruce con la ruta 5 se detendría para cargar combustible y estirar las piernas.

La camioneta se zarandeó cuando ingreso en el sendero de grava. Miró de reojo ─algo somnolienta─ el armario metálico. A pesar de estar atado, no le daba seguridad. En un barquinazo aquel armatoste podía irse al garete. Había insistido a su esposo que la acompañara a llevar el mueble, pero se negó con la excusa ─siempre tenía una─, que “alguien debía quedarse en la chacra”. A Marta, eso no le extraño.
Detuvo la camioneta junto al surtidor. Sorprendida por el playero junto a la ventanilla, se inclino para asir la manija y bajar el cristal.
─Trescientos pesos de Ultra Diesel ─ordenó de mal humor Marta, fastidiada por la falta de sueño.
Mientras completaba la carga, bostezaba, mirando alrededor; pensaba que en el lugar se hallaban solo el joven empleado y ella.
─ ¿Limpio el parabrisas doña? ─preguntó el empleado.
─Bueno ─dijo Marta mirando el vidrio atestado de mariposas─ ¿Dónde están los baños?
─A la vuelta, enseguida le doy la llave. Debemos mantener los baños cerrados, ¡vienen cada unos!
A Marta le agradaba la atención del muchacho. Además, el tedio que cargaba la llevaba a conversar. Por otro lado, el chico ejercía cierto atractivo, inexplicable, pero suficiente para veinte años más joven que ella, antebrazos firmes, cuello recio sosteniendo una cabeza mediana, rostro anguloso y ojos verdes. A la vez él, percibió la testosterona circulando “a mil” por sus venas ante esa “flor de campo”: cuarentona con experiencia, caderas delineadas, pechos levantados; una tentación en la mañana campestre.

El chico depositó la llave en su mano, tomándosela parcialmente en un gesto que a ella le resulto protector. Su mirada se posó en la de Marta pareciendo decirle algo más que… “no olvide echarle llave al salir, por favor”.
La mujer cerró la puerta del pequeño recinto, aunque no giró la llave, quizá premeditadamente. Minutos después, inclinada sobre el lavatorio mojando su cara, le pareció escuchar el movimiento del picaporte y la puerta que se abría suavemente. Giro su cabeza hacia la entrada del sanitario y de soslayo le pareció ver la figura de overol azul. Se volvió completamente comprobando que el empleado estaba en el umbral. Él avanzó en el recinto cerrando la puerta tras de sí. Ella balbuceó:
─Pero, ¿qué hacés?
Entonces se abalanzó hacia ella. Abrazados se desplazaron hasta toparse con el lavabo. Marta interpuso los brazos entre su pecho y su propio cuerpo, sintiendo la dureza de los músculos y del miembro viril. Se suponía que debía resistirse, pero su cuerpo le decía otra cosa.
Dejó caer sus brazos finalmente. Mientras él besaba suavemente su cuello, sus manos desabrochaban el jean. Bajó sus pantalones y acaricio las pantorrillas. Ascendió ─con sus manos─ por el interior de los muslos hasta las bragas, que arranco bruscamente. Ella se sorprendió, abrió sus ojos y miro hacia la entrepierna que se mostraba “en carpa”. Ante esta visión, impulsada por el deseo, bajo la cremallera del overol introduciendo sus dedos dentro del slip.
Los minutos siguientes transcurrieron entre gemidos y éxtasis, alcanzando el clímax.

Se llamaba Cristian. Lo supo al apearse al vehículo y escuchar que un compañero lo llamaba: “¿Dónde te metiste Cristian? Dame una mano con los surtidores”. Marta encendió el motor de la F100 saliendo derrapando por la grava. Habiéndose alejado de la gasolinera, sintió repulsión y culpa. También gratificación. Pensó en denunciar la violación. Pero mascullando sus pensamientos se preguntaba: “¿a quién le importaría lo ocurrido? Su experiencia quedaría guardada en su corazón para siempre. Entonces se respondió: “No, definitivamente, hacer la denuncia no sería buena idea”.

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6 comentarios

  1. 1. Juana Medina dice:

    Hola Maurice, Una buena historia de caminos. Muy plausible. El armario me parece puesto por la obligación de la consigna. Tal vez si Cristian o su amigo se las apañaran para robarlo aprovechando los súbitos apasionamientos, te habría quedado con otro interés.
    Saludos

    Escrito el 17 noviembre 2017 a las 18:57
  2. 2. Roster dice:

    Hola
    El relato transcurría bien, pero al final uno se pregunta qué pintaba el armario, y si todo lo que pasa son esos minutos en el baño, el que ella piense en denunciar o no, es algo incoherente. Todos parecen aburridos y bueno, algo hay que hacer para pasar el rato
    Saludos.

    Escrito el 17 noviembre 2017 a las 19:50
  3. 3. Wester dice:

    Hola Maurice,

    Qué tal todo? La historia está bien, es entretenida y fresca. Hay unos cuantos temas a los que podrías echar un vistazo. El primero el tema de las tildes, se te han escapado unas cuantas. Y el segundo, creo (esto es sólo una opinión, a otra gente puede gustarle así) que el final, la reflexión con la que termina la historia podría tener más fuerza y ser más definitiva, filosófica, divertida o sorpresiva.

    Un placer haberte leído Maurice, si quieres echar un vistazo al mío, estoy en el 176

    Abrazos

    Escrito el 20 noviembre 2017 a las 18:22
  4. 4. kikin87 dice:

    Hola Maurice,

    Lo que más me gusta de escritores americanos es descubrir nuevas palabras, “pajonales, overol…”

    Hay alguna frase un poco inconexa como “Por atravesar el corazón productivo de Argentina era demasiado transitada.”

    una pregunta ¿Marta cree que la violaron?

    Buen trabajo.
    S2

    Escrito el 21 noviembre 2017 a las 07:47
  5. 5. Maurice dice:

    ¡Hola Kikin87!
    Gracias por tu comentario.
    “Pajonales”: hierbas que crecen salvajemente a orillas de lagunas o de los caminos en la pampa húmeda Argentina.
    “Overol”: traje enterizo, con cierre adelante, usado como uniforme por los operarios de distintas actividades. Suelen ser además, térmicos en latitudes de bajas temperaturas.
    Debería haber escrito: Al atravesar el corazón….
    ¿Marta? ¡Nooo!, para nada. Y si lo cree, no le molestó en absoluto. Solo que se tienta en hacer la denuncia para mantener la formalidad de “casta señora”.
    Espero haberte aclarado las dudas. S2

    Escrito el 22 noviembre 2017 a las 06:26
  6. 6. lectora70 dice:

    Hola! Una buena historia en una gasolinera! Yo también tenía la duda de si ella pensaba que la había violado, pero la has aclarado perfectamente.

    Buen trabajo!

    Escrito el 25 noviembre 2017 a las 13:49

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