Una Mujer, Un Hombre, Un Policía - por yolareina

Ya tarde en la noche, era ella la única en la gasolinera cerrada. Aun así tenía la esperanza de que entrara algún auto que la pudiera llevar. Con aquella lluvia despiadada que amenazaba inundar todo el entorno se hacía más lóbrega la soledad.

Lo vio desde lejos, corría con unos periódicos sobre la cabeza tratando de tapar la única parte de su cuerpo que aún no estaba completamente mojada.

-¡ Qué bueno! – pensó – algo de compañía no viene mal, aunque debo estar atenta no vaya a querer aprovecharse.
Pensando así abrió el zipper de la cartera y palpó el largo destornillador que traía con ella. Por si acaso, se decía siempre.

El hombre pretendía seguir su camino, pero la vio sola y decidió guarecerse. Nadie sabe que pueda pasar, especuló. Un buenas noches dio por concluida la presentación.

Los siguientes minutos, en silencio, se hicieron interminables. Cada cual perdido en sus pensamientos.

-¿Tiene algún cigarrillo? – preguntó con timidez – es que con esta mojadura los míos se hicieron trizas.
-Sí tengo, pero no sé si le gustará esta marca.
-Ahora mismo cualquiera me viene bien.

Ella abrió la cartera y extrajo dos cigarros de la cajetilla y una fosforera. El hombre caminó unos pasos hacia ella.

-Si vamos a fumar será mejor alejarnos un poco de las bombas y donde no esté ese cartel – dijo señalando el aviso de prohibido fumar.

-Tiene razón, pero adonde iremos.
-Mira, al pie de aquel armario podemos.
-Buena idea, aunque está algo oscuro.
-¿Qué puede pasar? Estás conmigo, digo, si no te causo desconfianza.
-No, no, que va – se defendió un poco nerviosa.

Mientras fumaban se mantuvieron en silencio, observándose con disimulo evaluándose mutuamente y sacando sus propias conclusiones.

-¿Qué hará esta mujer sola aquí tan tarde? Debo tener cuidado, las tipas así que no tienen miedo; pueden ser peligrosas, en todo caso saben defenderse y sería un inconveniente. Esa ropa dice que me arriesgue, si no consigo dinero para contentar al Manazas estoy frito. Los zapatos por lo menos cien, la cartera por el estilo, el vestido menos, pero algo me darán. Ahora ni para cigarros tengo.

La fumarada salía de bocas y narices elevándose por encima de ellos, entre la cortina de agua que resbalaba del techo, el humo, y las cavilaciones, una nebulosa los envolvía.

-Este personaje está muy raro, a esta hora con overol, si salió del trabajo debió cambiarse de ropa. Lo he visto un par de veces comiéndome con la vista de arriba abajo. Tengo que estar alerta. Si me quita la cartera… eso es lo malo de pedir ropa prestada, tanta elegancia y ni para un taxi tengo – ¡mierda! – gritó alzando un poco el pie y ladeando el zapato.

-No es mierda, solo es fango – sentenció él
-Ya lo sé, fue solo una expresión.
-Muy fea. Mira dentro del armario, quizás haya estopa y puedas limpiarte.

Revolvió un poco y encontró utensilios y pomos de grasa pero nada de estopas. Estaba tan entretenida buscando que no sintió al hombre encimársele. Se le abalanzó inmovilizándola hasta apretarla contra él.

-Tranquila, tranquila, no te desgaste en gritar, a fin de cuentas nadie te va a oír. ¡Quítate los zapatos!
Mientras trataba de desnudarla más la apretaba contra sí, palpando todo el cuerpo de la mujer, casi olvidado de su propósito, iba extasiándose con el roce. De pronto ella gritó.
-¡Ay, desgraciado! Se te está parando, eso no te lo voy a permitir.

Forcejeó. Liberó un brazo. Sacó el destornillador y lo hundió en el costado del hombre que de inmediato rodeó con sus manos la garganta de la mujer, apretó con todas sus fuerzas hasta caer sin vida los dos.

El timbre del teléfono despertó al policía.

-¡Mal rayo los parta!, tres de la mañana, no pudieron escoger otra hora para matarse.

Llegó todavía soñoliento al lugar del crimen. Echó un vistazo por los alrededores. Se detuvo frente a los cadáveres y sentenció.

Está claro, crimen pasional. Por las ropas que usan, ella se fue de fiesta mientras el pobre hombre estaba trabajando. Los cigarrillos indican que la estaba esperando para llevarla a casa y no tuviera que transitar sola por esa oscuridad. Esa semi erección sugiere que ella con vistas a ser perdonada se puso zalamera y lo tomó desprevenido apuñalándolo con el destornillador, mientras él se defendió apretándole el cuello, pero se le fue la mano.
Caso resuelto.