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El viejo - por Jaime C.

El viejo se levantó al amanecer y tomó una taza de café. Después chequeó los surtidores de gasolina y repuso la máquina de refrescos. A continuación, hizo alguna que otra tarea más y terminó su rutina diaria.

Entonces, se sentó en el porche de la gasolinera en una silla de madera, dispuesto a esperar a los escasos clientes.

Para entretenerse, hojeó su álbum de fotografías: melancólicos fragmentos de una vida pasada.

Llevaba un par de horas sumido en sus pensamientos cuando el ruido de un motor le devolvió a la realidad.

Un coche de gama alta se detuvo frente a los surtidores levantando una polvareda. A continuación, un hombre de buen aspecto bajó del vehículo.

El viejo se incorporó.

—Buenos días ¿cómo está usted? —saludó con su mejor sonrisa.

—Buenos días —le saludó el hombre con amabilidad— ¿Podría llenar el depósito, por favor?

—Claro que sí.

El hombre abrió la portezuela del depósito de gasolina y el viejo introdujo la boquilla del surtidor. Con cada litro de combustible emitía un rítmico «ping, ping, ping». Mientras tanto, el hombre sacó un pañuelo del bolsillo trasero de sus pantalones y quitándose las gafas de sol se secó el sudor de la frente.

—Hace calor —comentó—. Llevo el aire acondicionado puesto y al salir del coche se nota. Debe haber por lo menos 40 grados…

—Yo diría que 43 o 44…

—¡Qué horror! ¿Usted cree?

—Estoy seguro. He vivido aquí toda la vida. ¿De dónde es usted?

—Vivo en la capital, con mi mujer y mi hija.

—Pues todavía le quedan unas cuantas horas…, pero perdone mi indiscreción —se disculpó el viejo—. Desde que construyeron la autopista casi nadie pasa por aquí y echo de menos charlar.

—No se preocupe. ¿Vive usted solo?

—Siento decir que sí. Enviudé hace siete años —explicó el viejo cerrando la portezuela del depósito y colocando de nuevo la boquilla en el surtidor.

—Lo lamento —dijo el hombre.

—Es usted muy amable. Mi esposa era una santa. Sólo Dios sabe lo que tuvo que soportar conmigo —dijo el viejo limpiándose las manos con un trapo—. Tengo un par de hijos que también viven en la capital. Les visito por sus cumpleaños, Navidad…, ya sabe… aunque cada vez menos. Yo estoy muy mayor y ellos tienen sus obligaciones.

—Me hago a la idea. Debe ser duro vivir aquí solo.

—Sí que lo es, pero no he conocido otra cosa. Esta gasolinera y la vivienda pertenecieron a mi padre —explicó orgulloso— y cuándo murió, me hice cargo de todo. Me temo que cuando yo desaparezca, esta gasolinera también lo hará.

—Es una pena que lo viejo tenga que dejar paso a lo nuevo, pero es ley de vida.

—Cuánta razón tiene —dijo el viejo pensativo—. Por cierto ¿quiere tomar un refresco?

—Muchas gracias, me muero de sed —contestó el hombre sonriendo.

—Coja una lata de la máquina. Mientras, le prepararé algo de comer para el viaje.

El viejo entró en la vivienda y al poco salió con un par de sándwiches envueltos. El hombre le esperaba tomando una bebida.

—Antes, era mi mujer quién se encargaba de la cocina, a mí no se me da tan bien.

—Debe echarla mucho de menos… —dijo el hombre cogiendo la comida.

—A veces los recuerdos me ahogan —dijo el viejo emocionado—, pero no hablemos de cosas tristes.

—Claro ¿qué le debo por todo?

—Con que me pague la gasolina es suficiente. Es mi manera de agradecerle nuestra pequeña charla.

—Gracias de nuevo.

—Conduzca con cuidado. Ha sido un verdadero placer —dijo el viejo estrechándole la mano.

—Lo mismo digo.

A continuación, el hombre dejó los sándwiches en el asiento del copiloto, abrió la guantera y sacó una pistola. Apuntó al viejo y sin decir una palabra le disparó destrozándole la cabeza en mil pedazos.

El hombre limpió las huellas de la pistola con su pañuelo y la guardó con cuidado en la guantera. Había estado mucho tiempo preparándolo todo.

Enterró la pistola en medio del desierto y antes de cruzar la frontera, hizo una llamada desde una cabina telefónica. Con sus indicaciones, la policía no tardó en llegar a la gasolinera donde encontraron el cadáver del viejo sobre un charco de sangre. Después excavaron en el sótano de la vivienda, junto al viejo armario. A poco más de dos metros bajo tierra encontraron los huesos de la niña desaparecida.

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5 comentarios

  1. 1. Antaviana dice:

    Vaya finalazo Jaime! Te felicito por ese giro inesperado. Además, el relato está bien escrito, manejas bien el diálogo, y como te digo, el final sorprende aún más por el ritmo tranquilo de todo el relato.

    Únicamente comentarte un pequeño detalle:

    Cuando dices “Un coche de gama alta se detuvo frente a los surtidores levantando una polvareda. A continuación, un hombre de buen aspecto bajó del vehículo.” a mi me suena mejor, quitando “a continuación”:
    “Un coche de gama alta se detuvo frente a los surtidores levantando una polvareda y un hombre de buen aspecto bajó del vehículo.
    Pero vamos que es mi percepción, y que te felicito por el relato!

    Escrito el 17 noviembre 2017 a las 18:44
  2. 2. Jerónimo Guillén dice:

    Muy buenas imágenes descritas.
    Me gusta el tono casual que no te prepara para el final. Muy bueno. Casi podría decirse que tu relato transcurre en el mismo sitio que el mio y con “ocupaciones” parecidas. Si quieres leerlo es el 79. Asi sabrás por qué lo digo.
    Saludos

    Escrito el 17 noviembre 2017 a las 20:52
  3. 3. Don Kendall dice:

    Hola Jaime,
    Resumen de un lector empedernido : Magnífica escena. Me gusta el desarrollo templado, sobrio, muy estilo Carver ( o de su editor jeje). El placer está en esa normalidad del lenguaje minimalista y cotidiano. La sorpresa final, llega a carecer de importancia incluso.
    Muchas gracias por darme esta ocasión de leer tu trabajo. Tomo nota de la técnica bien dosificada.
    Un abrazo y espero seguir leyendo tu obra

    Escrito el 25 noviembre 2017 a las 20:55
  4. 4. Lidia Villa dice:

    Hola Jamime,
    Me gusto el relato, para nada esperaba ese final. Pensaba que sería una historia de un pobre anciano que era buena persona jajaja Por cierto, gracias por pasarte por mi relato y ayudarme a mejorar.

    Sigue asi, un saludo.
    Lidia Villa

    Escrito el 26 noviembre 2017 a las 18:37
  5. 5. guiomar de zahara dice:

    Jaime: tu relato se lee con fluidez, pero… aparte de ciertas cosas como “de gama alta… acepte un bocadillos de un pobre gasolinero…
    Hay una cosa que si me sorprende
    ¿de dónde saca la idea de la niña asesinada? si no es policía, ni ningún familiar, ni detective ¿Cómo sabe lo del sótano?
    Nos seguimos leyendo.
    ¡Hasta la próxima!

    Escrito el 30 noviembre 2017 a las 10:24

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