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La señora Fernández-Sueiro de Montañeta. ¿Un ángel? - por Felix Acereda

Diluviaba. Los limpiaparabrisas abanicaban a toda velocidad y no se veía nada. El chubasco pegaba tan fuerte que parecía que estuviesen zarandeando el coche. La señora Fernández-Sueiro de Montañeta llevaba un rato conduciendo a través de un páramo estéril. Rápidamente la oscuridad cayó como el telón de una obra de teatro entretenida: de golpe, después del atardecer más púrpura que hubiese visto jamás. Luego, se haría con una envoltura de oscuridad profunda, y al rato, con el velo de una cortina de agua.
Aparecieron, en su frente, unas luces titilantes y pegajosas que iban haciéndose más grandes. Al llegar a ellas, paró. Llovía con más fuerza y las gotas se estrellaban violentamente formando surcos y ampollas sobre los cristales. Tras esa traslucidez se adivinaban sombras y formas difusas. La vieja, que había encendido un cigarrillo, dejó escapar el humo por la ventanilla. La había bajado hasta la mitad. Entonces, alguien se acercó y estampó tres golpes de nudillos.

—¡Oiga! ¡Oiga!

Teo, el gasolinero, estaba haciendo el turno de noche, y Vicen, el tractorista de la finca de aguacates, le hacía compañía en la barra del bar. Los dos llevaban las mejillas cargadas y las palabras se les trastabillaban.

—Tío, ¿a que no sabes a quien acabo de ver? —dijo el gasolinero al entrar ansioso y con el chubasquero cullando—. ¡Flipa, macho!
—Venga ya. —El tractorista dio un trago, feliz y de golpe—. Me marcho, que no estoy para cuentos.
—He visto a la vieja esa de la casa de las pencas, ¡la que está en lo alto del barranco antes de llegar al pozo!. Me ha abierto la ventanilla un poco y estaba agarrada al volante mirando al frente, como una loca, con un cigarro en la boca. Te juro que ni pestañeaba. Llevaba la cara toda colorada, con los mofletes rojos y los labios que se derramaban por los lados. ¡Ni caso me ha hecho!

Teo hablaba sin dejar de mirar por la ventana. Unos tatuajes decolorados a un verde vidrioso se le inflamaban bajo la mandíbula.

—No me fastidies, Teo —respondió Vicent—. Anda, no me torees. —El tractorista, con su cuerpo enclenque y vivido, se bajo del taburete de un saltito.
—Que sí, tío, que era esa mujer. Y si te digo lo que llevaba en el coche —insistió—. ¡Un armario atado con cuerdas en el techo!, ¿Dónde narices llevaría un armario? Menuda idea de locos, ¡en una noche así!
—Oye, que no me hace gracia —respondió Vicent—. ¿Sabes? Ninguna.
Teo le miró extrañado, sorprendido, no entendía muy bien a su amigo.
—Ayer —prosiguió Vicent—, esa mujer que me dices apareció muerta en su cama, y el señor Fernández, su marido, andaba escondido en el armario, más seco que la mojama. Por lo menos llevaría ahí metido un mes. Lo habrás leído o lo has oído. Seguro que también te lo ha contado alguien, por eso ahora tratas de asustarme. Pero te digo, ¡que no tiene ni pizca de gracia!

Teo se quedó pasmado, ojiplático. Los tatuajes del cuello, de repente, se desinflaron: al tiempo se le subió el corazón por el pecho.

—Te lo juro, —susurró.

Bien acabó de jurarlo, se oyó un coche entrando en la gasolinera. Salieron del bar y les temblaban las piernas. El automóvil, que estaba apostado detrás de los surtidores, tenía un armario enrollado con cuerdas en el techo. Parecía, visto en la distancia, que llevase encima una enorme crisálida de la que se precipitaban pequeñas cascadas de agua. Cuando se acercaron lentamente los dos hombres, empapados hasta los huesos, el sonido del aguacero era ensordecedor. De repente se abrió la ventanilla, hasta la mitad, y salió una bocanada de humo blanquecino del interior.

La señora Fernández-Sueiro de Montañeta volvió con el coche a la gasolinera. Al proseguir su camino, había olvidado que tenía que comprar unas bolsas de cubitos de hielo. Cuando vio a los dos hombres que se acercaban temerosos, pensó: «Menudos zoquetes».

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5 comentarios

  1. 1. ANGEL CLIMENT dice:

    Hola Felix: bonito relato, interesante, me gusto, lo lei de un tiron esperando a ver que pasaba, nos leemos, soy el 46 Saludos

    Escrito el 19 noviembre 2017 a las 10:46
  2. 2. el chaval dice:

    Hola Felix, gracias por leer mi relato,Pasando al tuyo, veo alguna cosas que quizá sea por las formas de escribir de cada uno. Por ejemplo: Cara colorada y mofletes rojos. Sólo con una ya se entiende que están algo bebidos. Aparecieron en su frente, quizá sería mejor” aparecieron al frente” Se oyó un coche entrando en la gasolinera, y un poco mas tarde dices:”volvió con el coche… mejor decir: Al proseguir su camino… regresó a buscar unas bolsas…Vaya fantasmada que vivieron eh! Hasta otra

    Escrito el 19 noviembre 2017 a las 19:28
  3. 3. Alonso García-Risso dice:

    Hola Felix: Gracias por leer mi escrito en el #76. No sé cómo llegaste hasta ahí. Bueno luego me lo cuentas si puedes. Escribo desde hace unos años. Esta vez se me vino con mi nombre; pero siempre lo he realizado con mi seudónimo: Alonso García-Risso.

    Tu relato me ha entusiasmado desde un principio: Esa lluvia que todo lo complica y oscurece, ha creado una atmósfera propicia y electrizante. Historia muy bien lograda, que sobrecoge y engancha con un final abierto que conduce al desenlace siniestro.
    Vuelvo a decirte: “muy bien logrado” y hasta la próxima.

    Escrito el 20 noviembre 2017 a las 01:59
  4. 4. Maureen dice:

    Hola, Félix. Te devuelvo la visita.

    En primer lugar, decirte que me encanta tanto el título como el nombre de la mujer; le da un toque de humor que acompaña al relato.

    La historia en sí empieza algo lenta, con ese primer párrafo tan descriptivo, pero en cuanto empiezas con el diálogo entre los dos hombres, gana en agilidad y en interés. Los diálogos, gracias al lenguaje natural que empleas, están muy conseguidos; te puedes imaginar perfectamente a los dos tipos, medio borrachos, hablando primero tan tranquilos de cualquier cosa y, luego, el cambio de tono cuando el gasolinero empieza a hablar de la vieja. Toda esa parte es estupenda.

    Lo único que me ha despistado un poco es el cambio que haces tras el “¡Oiga! ¿Oiga!”. Daba la impresión de que tras eso ibas a continuar con un diálogo entre la mujer del coche y Teo y, de golpe, la mujer desaparece y cambias a la conversación en el interior de la gasolinera entre Teo y otra persona. Igual podrías hacer esa transición de una forma un poco más suave.

    Poca cosa que reseñar en cuanto a gramática. He visto por ahí un par de cosillas:
    – “cullando” no sé lo que es y tampoco aparece en el diccionario de la RAE, ¿qué significa esa palabra”.
    – “El tractorista, con su cuerpo enclenque y vivido, se bajo del taburete de un saltito.”, falta una tilde en “bajó”.
    – “—Te lo juro, —susurró.”, sobra la coma tras “juro”.
    – La primera vez que nombras a Vicent, escribes Vicen; no sé si es un error.

    Espero que mis comentarios te sirvan. Un saludo

    Escrito el 20 noviembre 2017 a las 08:53
  5. 5. Earendil dice:

    Hola, Félix.
    He pasado por aquí atraída por el título, como una polilla por la luz.
    Me ha encantado tu relato. Es original, fresco y divertido. Quitando unas cosillas que ya te señalaron, lo veo estupendo. Todas las anotaciones que me había hecho mientras leía, te las ha apuntado Maurren, incluyendo la palabra “cullando”, que me imagino típica de la región donde vives, porque en el diccionario no aparece.
    Tienes un estilo muy directo, y me agrada todos esas descripciones de los personajes, que los dibuja apenas con unas pinceladas.
    Me alegro de haber pasado por aquí y descubrir tu trabajo. Enhorabuena.
    Un saludo

    Escrito el 21 noviembre 2017 a las 23:24

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