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Fantasmas - por Vanessa Lempika

Llegamos sólo unos minutos después de recibir el aviso. Serían las tres y cuarto de la madrugada de una noche fría y despejada. Llevábamos patrullando desde hacía varias horas aquel enjambre de calles deshabitadas que la luna iluminaba parcialmente. Calles apáticas, vacías y húmedas, recorridas por una ligera brisa que soplaba no sin pretensiones.
Mi compañero salió del coche y se dirigió al empleado de la gasolinera, que nos esperaba al pie de la calle. Era un tipo desaliñado, alto y larguiducho, que parecía bastante nervioso y angustiado. Al ver a mi compañero dirigirse hacia él se le acercó rápidamente. Intercambiaron algunas palabras que no alcancé a oír mientras, con violentos gestos y aspavientos, le señalaba la parte trasera de la gasolinera.
Crucé junto a ellos y oí parte de la conversación.
– No entiendo cómo ha podido pasar, aparte de algo de tráfico no he oído ni visto nada extraño, en absoluto…
– ¿A qué hora empezó su turno?
– A las ocho de la tarde. Excepto los fines de semana los turnos de noche aquí son siempre muy tranquilos y aburridos, apenas hay faena.
– ¿Trabaja desde hace mucho?
– …
Seguí caminando e instintivamente me dirigí hacia donde el empleado señalaba con tanta insistencia. Aunque traté de mostrarme profesional y seguro de mí mismo, en ese momento mi corazón comenzó a palpitar frenéticamente y pronto el nerviosismo invadió todo mi cuerpo. Me había incorporado no hacía mucho al departamento y apenas había presenciado lo que se conoce como “escenas del crimen”.
A pesar de toda aquella excitación, una extraña fuerza me empujaba a continuar adelante, un paso tras otro, sin poder detenerme. Quizás fruto de mi morbosidad, quizás intriga, curiosidad, expectación… Mi avance era categórico.
Giré la esquina. Me encontré con una calle oscura y poco iluminada donde dormía solitario un contenedor de basura. Eché un vistazo alrededor sólo para cerciorarme de que allí no había nada más y, aunque decepcionante, pude volver a la calma al comprobarlo. Poco a poco aquel nerviosismo estúpido de principiante desapareció y volvió a tomar el control mi cerebro racional y mi sentido común. De hecho, pensé que más adelante deberíamos inspeccionar el contenedor en busca de pistas.
De nuevo dueño de la situación, seguí rodeando el edificio. Encontré los aseos y los examiné. Salvo suciedad en abundancia, no había nada extraño o anormal.
Llegué a la otra esquina y descubrí que daba al parking y a la calle de acceso a la fachada principal, volviendo al punto de partida. Desconcertado al no haber encontrado ni el cuerpo ni rastro de él, retrocedí sobre mis pasos. Estaba claro que había pasado algo por alto.
Fue en ese momento cuando comenzó a soplar un fuerte viento que azotó unos arbustos cercanos y, en su vaivén de hojas azarosas, vislumbré algo tras ellos que me puso en marcha.
Al alcanzarlos hallé el cuerpo. Era una mujer joven, una muchacha vestida de blanco que parecía estar plácidamente dormida. Recostada sobre su lado izquierdo me daba la espalda. Su vestido blanco se hinchaba y deshinchaba al son de aquel viento del sur que a la vez mecía su cabello mientras yacía en aquel improvisado lecho.
Cuanto más la contemplaba, más me hipnotizaba. La tragedia inherente de la situación se desvanecía por completo y aquella visión parecía sumergirte en una plácida y sosegada escena nocturna de dulces sueños…
En ese estado me encontraba cuando de pronto, al mirarla de frente, algo cambió. Aquel rostro, aquel vestido… me trasportaron de sopetón a un acontecimiento de mi pasado enterrado en lo más profundo de mi mente. Mucho, muchísimo tiempo atrás yo había vivido una escena similar. Amor adolescente, pérdida de la inocencia, jardín nocturno, fuerte ventisca, camisón blanco, sangre, muerte… Un doloroso adiós demasiado repentino, besos y caricias que jamás podría repetir, una hermosa vida segada demasiado pronto, demasiado joven.
Un bello y triste amor juvenil que terminó en desgracia y que nunca pude olvidar del todo.
Al fin llegó mi compañero a la escena del crimen. Conseguí recomponerme y comenzar la investigación de aquel crimen sin titubeos. Debíamos responder un gran número de preguntas: ¿Quién era aquella joven? ¿Qué le había pasado? ¿Cómo había muerto? ¿De forma natural, asesinada? ¿Y cómo había llegado hasta allí?
Si hacíamos bien nuestro trabajo, pronto se desvelaría el misterio.
Entre tanto, una única idea rondaba por mi cabeza: aquella noche, en cuanto llegara a casa, buscaría en el fondo del armario aquel camisón blanco.

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6 comentarios

  1. 1. José M. Fernández dice:

    Hola:
    Me ha parecido una interesante historia, en la que la utilización de la primera persona da mucha fuerza al relato. Las acciones y los sentimientos están bien descritos pero creo que no queda del todo claro la vincualción del policía con la víctima que recuerda.

    Saludos.

    Escrito el 18 noviembre 2017 a las 18:33
  2. 2. Thomas Carnacki dice:

    ¡Hola, Vanessa!
    Trepidante relato nos has dejado. Con buen ritmo y excelente fluidez, lo he leído todo de un tirón. Debo reconocer que su atmósfera sombría me ha atrapado desde el inicio, y algo me hacía imaginar un final como “ese”. El título no podría ser mejor. Has sabido plasmar toda una historia “de terror”. Te felicito por tu trabajo, y un gusto leerte.

    Hasta la próxima 😉 ¡Nos estamos leyendo!

    Escrito el 19 noviembre 2017 a las 03:07
  3. 3. Auxi Morata Alegre dice:

    Hola Vanessa!

    Pues me ha gustado mucho tu relato, creo que la descripción tan detallada no se hace pesada y ya con el título te crea un estado de tensión y curiosidad increíble.
    Por sacarle un pero, más por vicio que otra cosa, tal vez podrías haber dejado algo de espacio entre párrafos ya que ayudaría estéticamente y a la lectura pero eso no afecta para nada a la calidad de la historia.

    Muy buen trabajo!

    Soy tu vecina del 116 por si te quieres pasar 🙂

    Un beso! Nos leemos!

    Escrito el 20 noviembre 2017 a las 11:46
  4. 4. Alex dice:

    ¡Guau!

    Hermoso thriller.
    En una ocasión me dijeron: “Es que tu historia no tiene un final”.

    Que más da. El ejercicio es “Móntame una escena”. Y tú has trazado una hoja de ruta perfecta para desarrollar una novela entera a partir de esta escena.

    Tiene protagonista, co-pro., testigo, víctima, sangre, una noche fría y húmeda con viento del sur, un pasado turbio con historia de amor incluída, suspense…

    Yo digo que todo eso da para mucho.

    Sobre la forma de escribir, te diré que hay algunas frases que podrían pulirse un poco. Aunque no sea para volverlo a publicar, te recomiendo que hagas una copia del documento y repases y pulas las frases. Ya verás como tu misma encuentras cositas que mejorar.

    No sé si la parte de las preguntas está bien escrita, pero me costó un poco leerla. Intenta que eso no te pase para no romper el ritmo de lectura, que es muy bueno (trepidante) en el resto del texto.

    Por ahora no tenemos notificación de ningún homicidio en nuestra gasolinera de Oklahoma, pero quién sabe que hiros puede deparar la historia.

    Si te apete, en el 109 tenemos café y donuts.

    Saludos.

    Escrito el 22 noviembre 2017 a las 15:36
  5. 5. Osvaldo Vela dice:

    Hola Vanessa, voy a utilizar la expresión de un comentarista anterior;!Guau! Mira que has presentado un relato que ademas de ser algo poético, tiene el atractivo de no poderlo abandonar hasta el final.

    Ese final abierto y una conciencia apabullada dan vida a un escenario muy interesante por venir. Te felicito. Soy tu vecino en el 117.

    Te felicito y nos leemos.

    Escrito el 23 noviembre 2017 a las 08:19
  6. 6. Darth Quino dice:

    Hola Vanessa!

    Me gusta tu forma de describir las escenas. A medida que leía me parecía estar recorriendo los escenarios de la trama, por lo demás muy bien llevada. Me gusta especialmente el final abierto, que nos permite plantearnos numerosas preguntas.Enhorabuena por el relato.

    Si te apetece pasarte, soy tu vecino del 167.

    Escrito el 26 noviembre 2017 a las 20:12

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