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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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Una historia sin importancia - por Ramón Temes

Pascual, todavía amodorrado mojó el pan en el café del desayuno, se estiró contra el respaldo del banco de la mesa del comedor y se bebió el café de un sorbo. Tardó unos minutos en desperezarse, se sirvió otro café cargado y humeante de la gran cafetera italiana y se recostó esperando que la cafeína hiciera su efecto.

Su barco, el “María Jesus”, erizado de largas cañas, estaba amarrado al puerto, preparado para salir a pescar bonito. Pascual era el cocinero, el más antiguo de la tripulación y el primero en levantarse para preparar el desayuno y esperar la llegada del resto.

No le crecía la nariz cuando presumía de sus hazañas nocturnas pero, sus compañeros le llamaban “Pinocho” por sus exageraciones y sus elaboradas fantasías. A él, esto no le importaba lo más mínimo. Era feliz viviendo en el mundo virtual de sus mentiras y gozaba contando historias a sus incrédulos compañeros.

Casi no recordaba los hechos de la noche anterior pero, tenía la boca seca y la cabeza como un bombo y esto, sólo podía significar que el vino había corrido a raudales y ahora su cuerpo se quejaba del mal trato.

Respiró profundamente, cerró los ojos y se puso a ordenar las imágenes y los sonidos confusos de su memoria.

Anoche había salido con José, el hijo de la Matilde, la que tiene un puesto en la lonja y vende lomos de bacalao salado que corta con una peligrosa cizalla de mano.

José, un muchacho fuerte y bien parecido, es uno de los marineros encargados de las cañas y de introducir en el barco, al bonito ensartado en el anzuelo. Pascual pensaba en lo difícil y arriesgado de este arte del curricán en el que se necesita aprovechar la velocidad del bonito para que el propio pez, un depredador hambriento donde los haya, con el ímpetu de su propio ataque al cebo, se introduzca en el barco mediante un hábil escorzo del marinero que lo voltea con su larga caña. José era muy bueno pescando al curricán y hacía fácil un trabajo complicado y peligroso.

Pascual recordó que habían ido al bar de Manuela – que sabía escuchar sus locas historias y además se las creía – y estuvieron horas bebiendo vino y probando las tapas que preparaba el marido.

Pero José, desde hacía días, estaba en otra cosa y no le escuchaba y tampoco se fijaba en los hermosos pechos de la Manuela, lo cual, bien pensado, era un síntoma preocupante.

A eso de la una de la mañana José, encogiendo los hombros y diciendo adiós con un gesto, se fue. Pascual pensó que no lo vería más aquella noche pero no fue así.

Sus recuerdos fueron interrumpidos por el gran alboroto de los compañeros que bajaban a desayunar. Cada uno se sirvió una gran taza de café con leche, unos bollos y un zumo de naranja como hacían siempre y se dispusieron a escuchar otra historia increíble. Pascual desesperaba cuando recordó todo con claridad y supo que tenía una historia que contarles y que esta vez era real.

Había visto a José otra vez, a eso de las dos de la mañana y estaba acompañado de una chica morena, delgada, no muy alta, que se abrigaba con un jersey azul claro. Los dos charlaban apoyados en el parapeto del rompeolas y tenían las manos unidas cariñosamente.

Pascual no la conocía. Ella tenía una sonrisa suave cuando le dio la mano y pudo leer en sus ojos que estaba enamorada de José. La cara de su amigo era un poema, y sus gestos mostraban, elocuentes, los deseos de que desapareciera y los dejara solos. Supo que estaba de más y los dejó juntos y abrazados en el rompeolas.

Estuvo en todos los bares del muelle de pescadores, y bebió todas las botellas de vino del mundo. Sabía que tardaría unos días en volver de la mar y quería aprovechar la última noche en tierra.

Se cruzó con ellos algunas veces más, caminando cogidos de la mano bajo la noche estrellada, tan ensimismados que ni le saludaron.

Ahora, la voz del capitán preguntando por José le volvió a la realidad. Estaban a punto de zarpar y José no aparecía. Esperaron pero, el marinero no subió al barco.

Pascual, no quiso contar la historia y, sentado en cubierta pensaba en los dos enamorados y escuchaba el rumor de las máquinas del “María Jesus” que, con su árbol de largas cañas a ambos costados, se adentraba en el mar.

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7 comentarios

  1. 1. Estel Vórima dice:

    Hola el tema del relato me ha gustado: la felicidad del autoengaño. La has plasmado muy bien con esa frase del “mundo virtual de sus mentiras”. Todos conocenis a algun fanfarron como el cocinero y todos alguna vez podemos querer inventarnos un mundo virtual.

    Ademáse has trasladado dentro del barco con todas esas cañas y he visto a José pescando bonito y a “la” Matilde cortando bacalao.
    Tu vecina 102

    Escrito el 18 enero 2018 a las 08:25
  2. 2. El Gato Azul De Las Montañas Del Sur. dice:

    Me gusta tu relato y la forma en que describes el ambiente y sus personajes.
    Debes tener en cuenta el uso de la palabra pero; La coma por lo general, y en la mayoría de los casos va antes y no después de la palabra mencionada.
    Un ejemplo con una de las frases de tu relato sería: cuando presumía de sus hazañas nocturnas, pero sus compañeros le llamaban “Pinocho”.
    Echa un vistazo a tu relato de nuevo. Es un error común aunque no lo creas.
    Por lo demás, he disfrutado bastante de tu relato.
    Espero nos leamos la próxima vez.
    Un abrazo.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 14:09
  3. 3. María Jesús dice:

    Hola Ramón: Me ha gustado mucho tu historia, es sencilla y está bien contada. He disfrutado mucho leyéndola. Un auténtico placer.
    Saludos.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 20:21
  4. 4. Vespasiano dice:

    Hola Ramón:

    Me toca comentar tu relato por la posición que ocupamos en el recopilatorio.

    Y a ello voy.

    Tu historia me ha gustado, y me parece que está bien escrita.
    Pero a mi parecer, creo que has descrito mejor al narrador que al marinero que no subió al barco. se sobreentiende que prefirió quedarse en tierra con la chica, pero conocemos muy poco de él. Por el contrario sabemos que Pascual, el cocinero del barco, era un bebedor compulsivo además de fabulador.

    El detalle del quehacer de la madre de José, creo que no aporta mucho a la historia.

    Nos seguiremos leyendo. Felicidades.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 21:42
  5. 5. Ramón Temes dice:

    Estoy de acuerdo con Vespaiano.
    El Pascual se convierte en el protagonista o el antagonista lo supera.
    Ya sabes,los personajes tienen vida propia y se desarrollan sólos.
    La madre de José es como un extra en las películas. Ayuda a crear ambiente. No creo que dañe al relato. Yo la veo mientras recorro los muelles.
    Gracias a todos por vuestros comentarios de los que he aprendido mucho.

    Escrito el 20 enero 2018 a las 13:08
  6. Hola Ramón.

    Buena historia, aunque no sé muy bien si de verdad querías conseguir una “historia sin importancia” como dice el título.

    Lo digo porque has ido sembrando indicios que no has terminado de concretar, como la peligrosa cizalla de Matilde. Aquí, pensé, está el arma de Chejov. Pero me dejaste con las ganas.

    Parece que el relato en sí queda eclipsado por el protagonismo que cobra Pascual. Igual te excediste en retratarlo. Otro de los cabos sueltos que te indico.

    He notado estos fallitos que fácilmente se pueden solucionar:
    “todavía amodorrado mojó el pan” Entre todavía y amodorrado, debería haber una coma.
    “Esperaron pero, el marinero no subió al barco” La coma está mal puesta; debería ir antes de pero, no después.

    Aún así me ha gustado la historia y su ambientación. Yo le daría un par de vueltas para que quedara más redonda.

    Nos seguimos leyendo.

    Un abrazo.

    Escrito el 23 enero 2018 a las 22:48
  7. 7. Laura dice:

    Hola Ramón.
    Es verdad que el protagonismo es de Pascual, pero no tiene por qué ser el marinero, es tan sólo una cuestión de gustos.

    Hasta la próxima propuesta.

    Escrito el 28 enero 2018 a las 23:07

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