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Esperando frente al mar - por Helena Sauras

Web: http://rodoreda.wordpress.com

Como cada día, abuelo y nieta se sientan frente al mar en silencio encima de una roca. Hoy el abuelo está decidido a que su voz áspera sea más fuerte que las olas:

—Te voy a contar una historia, pequeña. Una de esas, que cuestan de expresar por todo lo que llevan dentro.

»Había un hombre que le gustaba tanto la soledad que se hizo marinero para explicarle al mar lo que no se atrevía a decirle a su mujer: que su amor había terminado.

—¿Para siempre?

—Sí, Eva. En ocasiones, la vida te indica cuando ya se han agotado todas las posibilidades.

—Vaya…

—Había huido —continuó el abuelo— como un cobarde de su esposa, que no paró de buscarlo removiendo todos los mares hasta que un día dio con su paradero…

—¿Y que pasó?

—Su esposa lo esperó en el camarote donde le habían dicho que su marido pasaba las noches, pero el marinero no subió al barco al enterarse. Su esposa se alteró cuando se dio cuenta que el barco se ponía en movimiento y que su marido finalmente no iba a venir. Le volvía a perder la pista después de tanto esfuerzo.

»Salió afuera y, en la cubierta, se encontró con el mar turbulento y con otro marinero, que llevaba un tatuaje de una ancla en el hombro y que al verla, se echó a reír de sus aspavientos. Y la mujer, presa de los nervios, le debió decir alguna grosería de las gordas…

—¿Una palabrota de las que no me dejas decir?

—Sí, pequeña, que vale la pena no pronunciar.

»Como te decía, el nuevo marinero la vio tan desesperada, que le explicó la verdad y lo que su marido nunca le había confesado.

—¿El qué?

—Que había tenido una relación con otra mujer de la que había nacido una niña.

—¿En serio? ¡Vaya tela!

—Sí, una niña como tú, de ojos celestes y piel sonrosada. El marinero también las había abandonado y se había ida a navegar por el mar para huir de sus responsabilidades.

—No me gusta ese marinero, abuelo. Me recuerda a…

Y la niña calló de repente y el abuelo también. Ambos se quedaron mirándose y luego echaron la vista otra vez al mar, donde se veían las olas salvajes. El abuelo carraspeó y no supo por qué le había empezado a explicar esa historia a su nieta.

—¿Tú crees que mi padre volverá, abuelo?

—No lo sé, pequeña.

—Quizás algún día se acuerde de mi.

El abuelo bajó su mirada, porque conocía a su hijo y sabía que le gustaba eludir cualquier responsabilidad.

***

—¡Mamá! —llamó Eva a su madre.

El abuelo vio la sombra de su nuera acercarse a ellos y se alegró de que hacía días que, ni tenía los ojos llorosos ni su mirada temblaba. Había pasado tanto tiempo sin tener noticias del padre de Eva, que la angustia que la corroía en un principio había acabado disipándose y, como mujer fuerte que era, había acabado pasando página.

—¿Qué hacéis?

—El abuelo me cuenta historias de un marinero.

—¿Sabías que tu abuelo fue marinero?

—¿En serio? Abuelo, ¡eso no me lo habías contado!

El abuelo tosió y, con manos temblorosas recorrió su brazo derecho, donde debajo de la ropa llevaba tatuada una ancla.

—Pero de eso hace mucho, muchísimo tiempo…

—¿Y que pasó?

—Que abandoné el mar por mi futura familia.

Y los tres se abrazaron.

El abuelo recordó cómo, después de los aspavientos y de aquella grosería inicial, vinieron las confesiones y el comienzo de una relación, que se reafirmó cuando su hijo nació meses después. Finalmente, se casó con aquella mujer abandonada por el marinero cobarde, el que nunca fue su amigo.

—Tu abuela valía mucho, pequeña.

—Sí, lástima que…

—Se fue demasiado pronto, ¿verdad?

El abuelo notó el gusto a sal del aire que les acompañaba y unas nubes, que amenazaban tormenta, se desplazaban por el cielo empujadas por un fuerte viento.

—Será mejor que nos resguardemos.

—Sí, la lluvia no tardará en llegar.

Y una primera gota cayó en la cabeza del abuelo. Los tres se levantaron de la roca, y se fueron camino a casa. Mañana, si el tiempo acompañaba, volverían a esperarle en el mismo lugar, por si él decidía regresar arrepentido de su aventura.

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7 comentarios

  1. 1. Lucy J.S dice:

    Helena, me ha gustado mucho tu historia, la forma y los diálogos están logrados a la perfección, sobre todo has logrado ordenar tanta cantidad de hechos de un manera que uno no puede perderse. Sigue así, saludos!!

    Escrito el 18 enero 2018 a las 01:11
  2. 2. Laura dice:

    Hola Helena.
    Tienes una bella historia, muy bien construida.
    Felicitaciones.
    Hasta la próxima propuesta.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 11:21
  3. 3. Everett Russo dice:

    Hola Helena,

    No sé qué pensar de tu texto. Por un lado, la forma en la que la historia se entreteje me ha gustado, en una primera lectura he llegado, incluso, a pensar que el abuelo se había introducido en la historia de su hijo. En la segunda lectura ya he visto que no era así y el abuelo se me ha dibujado como un sádico que hurga en la profunda herida que esa pobre niña debe tener. Por mucho que intente el texto resaltar ese amor del abuelo por su familia, yo me he quedado con lo otro, con que no hay necesidad de contar una historia así a la pobre niña. O a lo mejor es que me he perdido algún detalle.

    Por otro lado, está frase me parece preciosa: “se hizo marinero para explicarle al mar lo que no se atrevía a decirle a su mujer”.

    Enhorabuena y seguimos leyéndonos.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 18:13
  4. Hola Helena,
    Por mi situación en la lista, me corresponde comentarte. Empezaré con los temas formales que veo:
    – “Una de esas [historias] que cuesta expresar”: el sujeto es uno/alguien, por tanto el verbo en singular. Sin “de”.
    – “había un hombre a quien…” y no “que”. “Que” si hombre fuese sujeto. La soledad es el sujeto de gustaba.
    – repetición de “que” en la misma frase, a evitar.
    – “pero, al enterarse, el marinero no subió al barco”: mejor al principio que al final.
    – “Salió afuera”: redundancia; imposible salir adentro.
    En cuanto a contenido, ideas y redacción, está bastante bien. Entiendo que el tema es la soledad, la falta de compromiso de los hombres y la espera de las mujeres de este compromiso. Se entiende que el problema pasa de generación en generación, aunque a veces hay alguna excepción como la de este abuelo cuya identidad descubres gracias a la mención del tatuaje en el brazo.
    La dichosa frase obligatoria está bien introducida. Me ha hecho gracia que el marinero rehusara subir al barco porque allí se encontraba su mujer. ¡Hasta ahí llega su fobia al compromiso!, de modo que vive escapando. No está mal, hay hombres así, claro, y no está mal que la niña se vaya haciendo a la idea por si hay una tercera generación de marinero escapista… ja, ja, ja…
    Saludos y hasta pronto.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 23:13
  5. 5. PaulaC_99 dice:

    Tu historia me ha gustado mucho Helena.
    Es muy bonita la forma en la que al final las historias de los personajes se van entrelazando
    Muy bien escrita y amena de leer.
    Enhorabuena !

    Escrito el 18 enero 2018 a las 23:36
  6. 6. PaulaC_99 dice:

    Tu historia me ha gustado mucho Helena.
    Es muy bonita la forma en la que al final las historias de los personajes se van entrelazando
    Muy bien escrita y amena de leer.
    Enhorabuena !
    Estoy en el 3, por si quieres pasarte 🙂

    Escrito el 18 enero 2018 a las 23:36
  7. 7. Pulp dice:

    Hola Helena,

    Buen relato, tienes algunas frases dignas de recordar, como “Hoy el abuelo está decidido a que su voz áspera sea más fuerte que las olas” o “se hizo marinero para explicarle al mar lo que no se atrevía a decirle a su mujer”, muy poéticas, me encantan las dos.

    En cuanto a la forma, hay una frase en la que has usado el “que” relativo donde debería ir, por ejemplo, un pronombre relativo: “Había un hombre que le gustaba tanto la soledad…” Creo que lo correcto sería “Había un hombre A QUIÉN le gustaba tanto la soledad…” o incluso se podría usar “Había un hombre que gustaba tanto de la soledad…”
    Por otro lado, cambiaría de sitio la acotación en el diálogo:
    —Había huido —continuó el abuelo— como un cobarde de su esposa, que no paró de buscarlo removiendo todos los mares hasta que un día dio con su paradero…
    La pondría aquí:
    —Había huido como un cobarde de su esposa —continuó el abuelo—, que no paró de buscarlo removiendo todos los mares hasta que un día dio con su paradero…
    ¿Cómo lo ves? Me parece que así no cortas tanto la frase del abuelo.

    La historia transmite mucha tristeza, provocada por la soledad, el abandono, la pérdida… realmente tristes los tres personajes que están (que no son todos los que son).

    Un abrazo, te sigo leyendo el mes que viene, espero

    Escrito el 22 enero 2018 a las 21:28

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