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Cuestión de jerarquía - por Carmen Ramacciotti

Soy el capitán — dijo—, mi nombre es Miguel Ángel.
Nos dio la bienvenida a todos y nos deseó un viaje placentero. Luego se dirigió a mi mesa, me preguntó si viajaba sola. Respondí que si. Entonces me invitó a compartir la suya. Ni lo dudé, le di las gracias y acepté. No sé muy bien si fue el tono de voz, o las pausas que hacía al hablar, lo que acaparó mi atención, me encantó . Lo que si creo es que fui muy obvia y se dio cuenta que algo en él me había atraído, por eso se acercó a mi.
Después de la ruptura de mi noviazgo y con el dinero que había ahorrado para la luna de miel, me dije:” y por qué no hago un viaje terapéutico?”.
Aquí estoy rumbo al paraíso, no muy feliz, diría más bien, decepcionada. Entonces se me aparece este hombre bien plantado y con un no sé qué, que me flechó de inmediato. En ese momento decidí sanarme. En la cena estuvo muy cordial y respetuoso. Yo, derretida.
El marinero que oficiaba de camarero en nuestra mesa, a pesar de estar frente a su capitán, me coqueteaba. Traté de hacer como que no lo advertía, pero él insistía. Dijo llamarse Agustín. Me ofreció su compañía para los descensos en los distintos puertos, a sitios de interés de las ciudades que visitaríamos, en fin, cobró un protagonismo inusitado. El capitán al sentirse opacado, y en el afán de sacarlo de escena, le asignó una tarea al otro lado de la sala. La noche continuó muy animada. Después compartimos un café, salimos a cubierta y allí nos despedimos. Yo, flotaba. Cuando llegué a mi camarote, el marinero me estaba esperando para abrirme la puerta. Le agradecí la cortesía, lo despedí y advertí la figura del capitán al final del pasillo, observándonos.
Al día siguiente descendí en el primer puerto, ya me estaba esperando Agustín en tierra. —La acompaño—, dijo y se me pegó. Caminamos toda la mañana, almorzamos una hamburguesa en un carrito del parque, luego ascendimos al mirador y a las dieciocho horas regresamos al barco. Él hablaba permanentemente. Era muy entretenido y tenía millones de anécdotas, relacionadas con las situaciones que íbamos viviendo. Me hacía reír con su manera tan graciosa de relatar. Nos despedimos hasta dentro de un momento y cada cual tomó su rumbo. Estaba agotada.
Cuando llegué a la mesa del capitán, él ya estaba allí. Lo noté un poco serio. Se puso de pie, acomodó cortésmente mi silla para que me sentara y volvió a su lugar. Enseguida apareció Agustín, muy amable, sirvió en silencio y se retiró.
Miguel Ángel me preguntó cómo había pasado mi día en la ciudad. Le relaté todos los sitios que habíamos recorrido y lo bien que el marinero había oficiado como guía de turismo. Sentí que no disfrutaba con mis comentarios y le pregunté si se encontraba bien. — Sí — , me respondió y arguyó que su día no había sido bueno y estaba un poco cansado. Así fue que no tomamos el café, no fuimos a cubierta y se retiró a descansar. Hice lo mismo.
Al día siguiente se acercó mientras desayunaba, me propuso almorzar juntos en un restaurante de la ciudad. Parecía estar de mejor humor. Agustín me esperaba en el puerto. Comenzamos por el centro histórico esta vez. Él seguía con su ritmo acelerado de narraciones y comentarios divertidos. Le pregunté por qué la noche anterior había estado callado y distante en la cena. Evadió la pregunta con mucha gracia y siguió sin agregarle importancia. Le comenté que a la hora del almuerzo, me esperaba el capitán en un restaurante y le pedí que me guiara hasta allí, ya que conocía muy bien la ciudad. — Por supuesto— , dijo muy atento, aunque ya sin sonrisa.
Llegamos al lugar. Agustín volvería al barco. Miguel Ángel ya me estaba esperando. Estuvimos muy entretenidos. Tomamos pasta, postre y café. Luego salimos a caminar por el lugar. Recorrimos otros sitios que no habíamos visto con Agustín. Parecía no querer volver al barco. Miraba su reloj un poco inquieto. Quiso ir a un barcito en el puerto, tomamos un té, pero ya no había más tiempo, teníamos que volver.
En la cena nos atendió otro camarero. Pregunté por Agustín, ya que no lo veía por ningún lado. Nadie supo responderme. El crucero emprendió el viaje, pero el marinero no subió al barco. Nunca más volvería a subir.

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7 comentarios

  1. 1. Juan Bárcena de Amezábar Pastor de Castros dice:

    Te he encontrado algunos errores, seguramente se te hatan pasado en tus revisiones.
    En tu frase: ” y por qué no hago un viaje terapéutico?”, el espacio entre las collisas sobra y te faltó poner el interoogante.
    En esta otra, “Recorrimos otros sitios que no habíamos visto con Agustín”, queda bastante confusa por que parece como si el capitan los hubiese acompañado también en sus anteriores recorridos por la ciudad.
    Aunque se entiende el mensaje que quieres trasmitir, tema de celos creo, se queda un poco lioso y en realidad la historia no cuenta demasiado.
    Carmen te animo a seguir practicando con tus relatos y poco a poco verás como vas mejorando en la fluidez de tus discursos.

    Escrito el 17 enero 2018 a las 20:17
  2. Hola Carmen, soy tu compañero del 76.

    Le falta desenlace. Considero que es algo que realmente pasa en los barcos; pero estoy seguro que con un poco más de esfuerzo conseguirías un final más motivado.

    Debes trabajar la coma. Iria tiene un artículo muy bueno sobre los usos de ésta y estoy seguro que te funcionará. Por ejemplo: “Yo flotaba”. La coma que pusiste sobra. “Tenía millones de anécdotas relacionadas con las situaciones…” la coma después de anécdotas sobra. “Le comenté que a la hora del almuerzo me esperaba el capitán”. Asumo que acá la coma también sobra.

    Se te han escapado unas traviesas tildes: “Lo que sí creo es que fui muy obvia”. Te faltó la tilde en sí. Esto es seguro que es falta de revisión.

    No me cabe duda que seguirás mejorando, tienes madera. Te espero por mi relato con tus observaciones.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 03:58
  3. 3. Manuel Jover dice:

    Saludos, Carmen!
    Comparto las observaciones de los compañeros. Personalmente, me ha gustado mucho ese triángulo marítimo tan interesante, aunque se me escapan las razones por las que el marinero se rinde tan pronto y toma una decisión tan drástica.

    Escrito el 19 enero 2018 a las 09:26
  4. 4. Carmen Ramacciotti dice:

    Gracias a todos por sus observaciones tan detalladas, me ayudarán a trabajar puntualmente en cada una.
    Manuel, he querido dejar abierto el final, porque puede ser también, que no haya sido decisión propia la de rendirse.
    Nos leemos.

    Escrito el 22 enero 2018 a las 13:03
  5. 5. Galia dice:

    Hola Carmen: veo que te han hecho algunas observaciones gramaticales aunque por ahí leo que quienes te las hicieron no pusieron cuidado en sus propias formas y también tienen errores como Juan Bárcena, valga como ejemplo las palabras “collisas”, supongo que se refiere a comillas e “interoogante”.
    Es una historia que refleja una realidad muy común en estos viajes en donde mujeres solas van en busca del amor de sus vidas.
    Me gustan los finales abiertos pues nos permiten meternos en el texto y poner nuestro granito de arena.
    Nos seguimos leyendo.
    Un beso.
    Galia

    Escrito el 22 enero 2018 a las 20:21
  6. 6. Laura dice:

    Hola Carmen.
    Se te han comentado algunas cositas desde lo formal que se pueden corregir con un poco de práctica.
    Desde el contenido, me animas a hacer un crucero.
    El final abierto me encanta.
    Hssta la próxima.

    Escrito el 27 enero 2018 a las 11:38
  7. 7. Carmen Ramacciotti dice:

    Gracias Galia y Laura por sus consideraciones.
    Agradezco todas las observaciones que me ayuden a mejorar.
    Nos leemos en la próxima.

    Escrito el 29 enero 2018 a las 13:09

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