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Los mares de los vicios - por cualquiera

Dijo que nunca nadie le pagó su pez, y que había perdido la esperanza de encontrar a su sirena. Y en esa isla remota, pudo entender un buen sitio para terminar allí sus días. Flaco como pan sin levadura, pero sereno de firme convicción, dijo que el último refugio de un hombre era su silencio. Zarpamos al amanecer, y el marinero no subió al barco. Quedó varado y desierto como un terco Robinson, haciendo como que se cerraba la cremallera de la boca.

Tuve la negra sensación de que aquel salvaje era el único capaz de liderar los sentimientos de aquella tropa, el único capaz de imponer su humanidad ante la barbarie de sentirnos aislados y perdidos en mitad del océano.

El capitán, abstraído en popa, lo despidió así:

—¡Marinero que te vas, del sueño libre del mar, encuentra aquí tu tesoro, y reza a tu propio Dios, que en este armazón velero, sabremos tocar el cielo!

No fueron afortunados aquellos versos, ya que, después de cuarenta días con sus infinitas noches sin oler pescado fresco, el aliento general de la tropa mascaba babas secas, y lentamente, palidecía en una ensombrecida desesperanza. Empezábamos a preguntarnos por aquellos triángulos malditos en los que se extraviaba el rumbo de los buques; a sentir el aullido del hambre crujiéndonos las tripas.

—Hagámonos piratas, dijo un día el único hombre que creíamos invulnerable.

—En esta carraca muerta, lo más que puedes seguir es alguna ballena coja. Qué inventados botines pretendes abordar, lata de anchoas—fue una contestación.

—Te sacaré los ojos mientras duermes—respondió el otro enseñándole su garfio.

—Matemos al capitán—dijo un tercero—fue él quién nos embaucó en este viaje de mierda. Apuesto a que de ese pellejo rancio salen buenos anzuelos para pescar un atún. Más vale muerto que vivo este rapsoda sin voz.

—Hace tiempo que no hace soñar a nadie, pero hasta un reloj viejo tiene razón dos veces al día— dije yo saliendo en su defensa.

—Maldita razón nos ha traído hasta aquí, cangrejo miserable.

Entre desafíos y rencillas como estas pasábamos la mayor parte del día. La inestable convivencia pervivía bajo el columpio de las aguas. Pero se sabe que, a pan comido, compañía deshecha…

Apareció, enredado en una cuerda, el cuello sin vida del capitán, con una nota de despedida que decía: “No me esperéis despiertos. He salido a bailar”.

Las miradas se infectaron hacia el bruto que días antes lo había amenazado.

—Qué demonios miráis—preguntó este orgulloso y zafio— el viejo se ha colgado, estaba harto de decir sandeces y se ahorcó, punto final.

Los más incrédulos deliraban en sospechas. Los más desesperados se afanaron sobre el cuerpo cortándolo en trozos, preparando el cebo que en pocos minutos estaba ya disperso sobre el agua. Bien sujetas las cañas, dudando algunos si no serían castigados por esto, hasta que alguien gritó:

—¡Pez a estribor!, ¡maldita sea!, ¡por la fuerza que trae debe ser un avión!.

Nos apostamos sobre el carrete, tirando fuerte del palo contra ese demonio del mar.

Pero para pasmo y decepción, del anzuelo surgió un pez pequeño, del tamaño de una sardina, que yacía ahora sobre la cubierta con los ojos muy abiertos y boqueando como si quisiera respirar, o acaso decir algo, hasta que un instante después, comenzó a hablar:

—Soy vuestro amigo náufrago. Me sumergí en la playa y me engulló este pez. Así es ahora mi alma.

Los marinos perjurando se asombraban de escuchar, incapaces de aceptar que ese pescado frito pudiera tragarse a un hombre, cuando más hablar de aquella manera.

Pero el pez lo volvió a hacer:

—¡Tendréis pescado marinos, para llenaros la boca, o quizá la triste sopa de vuestra raspa interior! ¡A fuerza de navegar, aprenderéis la verdad!.

“¿Qué buscas diablo?” contestó uno.

—Busco un juicio, en medio de los mares de los vicios…

Así cerró la boca el pez y murió. Lo tiramos rechinando por la borda como intentando escupir su mal fario.

Pero esa noche intranquila, trajo una ola gigante, que dobló el barco en mil pliegues como si fuera de papel. Vi a hombres volar como monigotes. Otros hundirse sin remisión. Y aún sin explicarlo, me descubrí como único superviviente, en una tabla a la deriva, con una voz de caracola en la que se escuchaban estas palabras egregias del viejo lobo de mar:

—“¡Marinero, Capitán, no te asuste naufragar, que el tesoro que buscamos, no está en el seno de un puerto, sino en el fondo del mar!”*

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7 comentarios

  1. 1. cualquiera dice:

    *Nota: La últimas palabras del capitán, levemente modificadas, son los últimos versos de un poema de León Felipe: su canción marinera. No incluí la nota en el texto por si no era admitido al rebasar el número de palabras.

    Escrito el 17 enero 2018 a las 19:26
  2. 2. Madrugada dice:

    Hola,cualquiera.

    En primer lugar gracias por pasarte. Tu relato me ha parecido divertido de principio a fin. El vocabulario que has utilizado en todo momento para elaborar la conversación me ha hecho leerlo con una sonrisa y carcajearme con la nota de de despedida del capitán.

    Tu forma de expresarte ha hecho que me imaginase en todo momento como alguien más dentro de esa tripulación y eso me ha encantado. Te animo a que sigas escribiendo.

    Nos leemos en el siguiente reto, espero.

    Saludos.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 15:27
  3. 3. Patricia Redondo dice:

    Hola!

    Pues a mi tu relato no me ha resultado divertido , si no triste y fatalista.

    Bien relatado, lleno de poesía. Quizá eche de menos conocer un poco más la historia de ese marinero que quiso ser náufrago y de sus compañeros de fatigas, pero es lo que tienen estos relatos tan cortos..

    Nota: No me busques que este mes no conseguí escribir una letra , me falló la musa…

    Escrito el 19 enero 2018 a las 08:53
  4. 4. marazul dice:

    Hola cualquiera: me ha encantado tu relato de aventuras. Es entretenido y de los que yo llamo de evasión. El primer párrafo es genial. El toque poético un acierto. ¿Por qué será que el mar y todo lo que conlleva se presta tanto a la poesía?
    Utilizas vocablos muy apropiados para la historia que nos narras —buena ambientación.
    No hay que olvidar que tu relato es de aventuras y en ellos siempre hay elementos mágicos. ¿Será que el fiero mar, las inclemencias, las vicisitudes y el hambre hacen que los marineros pierdan la cabeza? Tú lo reflejas muy bien.
    También detecto un toque de humor que yo siempre agradezco.
    Un buen relato, cualquiera

    Escrito el 21 enero 2018 a las 20:09
  5. 5. Charles Babel dice:

    Hola!

    Me ha gustado ese toque poético que le has dado a la narración, y por supuesto, la historia que cuentas y la manera de contarla. Te animo a que continues escribiendo.

    Saludos desde el 66

    Escrito el 23 enero 2018 a las 15:39
  6. 6. Laura dice:

    Hola.
    Me ha encantado tu texto, pleno de expresiones totalmente particulares que lo enriquecen,con un final que no me lo esperaba.
    Me quedan un poco extrañas las siguientes expresiones:”pudo entender un buen sitio para terminar allí sus días”:¿ das por sentado el (que era)?. y “quedó varado y desierto”. En este último caso la palabra desierto aplicada a una persona se me hace un poco rara. ¿Tal vez quieres señalar que quedó totalmente solo, lo que ya era cierto, en una isla desierta, sin posibilidades de supervivencia? Insisto, es la primera vez que veo la calificación de desierto aplicada a una persona. La seguiré pensando. No creo que esté mal tampoco, sino que la utilizaste para dar énfasis a la soledad en que quedó.

    Espero tu próxima propuesta.

    Escrito el 24 enero 2018 a las 15:17
  7. 7. cualquiera dice:

    Quería agradeceros a tod@s vuestros comentarios. Me reconfortan y me ayudan a seguir escribiendo. Muchas gracias!

    Nos vemos en el próximo reto.

    Escrito el 1 febrero 2018 a las 20:44

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