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No soy DiCaprio - por Sevier

Torpedo expiaba su pecado en una cruz esculpida en viento. La camisa henchida, el pelo enmarañado.
-No eres DiCaprio, ni este barco es el Titanic.
Al girarse, vio a un oficial con gafas que se reía desde la zona del helipuerto. No era la primera vez que oía el chascarrillo, pero tal vez fuese la última, al menos en aquel barco.
-¿Qué haces todavía aquí? -dijo el oficial-. Dentro de poco llegaremos a puerto.
No era un mal tipo, pero tampoco inocente. Juicios que dentro de poco ya no importarían. Sus pulmones se hincharon como una vela antes de bajar a la sala de máquinas para realizar la maniobra de atraque.
La cubierta estaba desierta cuando subió para desembarcar. Documentación, dinero y una estampa de la Virgen del Carmen eran su equipaje cuando cruzó la pasarela y ahogó un adiós. Lo que quedaba en su taquilla era comida para peces.
Deambuló hasta encontrarse frente a una taberna cercana al puerto. Un lugar frecuentado por marinos, sobre todo pescadores locales. Auténtico ambiente de mar ajeno a los turistas que abarrotaban la isla.
-¿Cuándo llegaste? -dijo un camarero sudoroso en camiseta de tirantes.
-Hace un par de días.
-Creía que acabadas de llegar en el Stella Maris.
-Hace ya tiempo que no trabajo en él.
Pidió un vaso de ron, por supuesto sin hielo. Ningún lobo de mar mezclaría tal elixir con agua. Saludando a cuantos se encontraba, fue a sentarse en un oscuro rincón del local. Sacó su pipa y rascándose con ella la cabeza pensaba en su incierto futuro, aunque, quizá, ya estuviera escrito. Se la llevó a la boca y aspiró con fuerza. Simulaba hacer aros de humo entre pequeños sorbos de aquel ron añejo que le producía una sensación astringente en la lengua.
Media botella fue suficiente para enfrentarse al antro poco recomendable que solía frecuentar. Había oscurecido y una ligera brisa le traía el aroma marina que desde niño le había cautivado. No había nada en el mundo como aquel olor. Tal vez, pero solo tal vez, el olor de una hembra se le pudiera comparar. Si la mulata estaba libre, quizá lo comprobase.
Sintió una bofetada de calor al abrir la puerta. Olía a sudor y alcohol barato. La mulata estaba apoyada en la barra y zarpó hacia ella como barco en la tormenta. La suela de sus sandalias se pegaban a cada paso dificultando su zozobroso caminar. La mujer hablaba, pero la música caribeña convertía sus palabras en un murmullo inaudible. Torpedo se acercó un poco más y se llevó la mano al oído a modo de trompetilla.
-¡Mi amor!, ¿cuándo llegaste?
-Hace unos días.
-Creía que habías llegado esta tarde en el Stella Maris.
-Hace ya tiempo que no trabajo en él.
Ahogó sus dudas entre aquellos pechos. Ajados por el tiempo, habían perdido la turgencia de su juventud, cuando ella aún esperaba a su Richard Gere y él no era más que un aprendiz de engrasador en un crucero qué no valía más que vendido al peso. Aspiró profundo. «Aún es comparable», se dijo.
A la mañana siguiente se levantó con la boca pastosa y la cabeza embotada. Una bocanada amarga ascendió por su garganta. Debería dejar de beber, de fumar… Miró a la mulata: «Eso sí que no», pensó sonriendo. Se dio una ducha rápida y se vistió. Como despedida: unos billetes sobre la mesilla y un último vistazo a la espalda morena de la mujer. Miró la hora y con paso ligero se dirigió al puerto.
Apoyado en la regala, el oficial de las gafas miraba como los últimos pasajeros bajaban de sus exclusivos coches para embarcar. No muy lejos de allí vio a Torpedo. Gritó para que se diera prisa, pero el marinero no subió al barco. La pasarela se retiró, levaron anclas y poco después, Torpedo desapareció caminando por el muelle.
No se sentía culpable por lo que había hecho. Odiaba a los ricachones que viajaban en ese crucero de superlujo en el que se ofrecían perversiones irrealizables en sus enormes yates. ¡Qué se fueran con Neptuno!
Pasó la mañana en la playa, disfrutando del mar y de los cócteles que servían en un chiringuito que parecía construido con los restos de un naufragio. No había comido nada desde que había bajado del barco. En un pequeño restaurante, alejado de las zonas turísticas, le sirvieron pescado con arroz. La televisión daba una noticia de última hora: el Stella Maris se hundía.

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10 comentarios

  1. 1. Juan Bárcena de Amezábar Pastor de Castros dice:

    Hola Sevier.
    Te he encontrado un pequeño erron esta frase, “el aroma marina”, ya sabes que a veces se nos pasan por alto estos pequeños detalles, yo hubiera puesto marino, que es como me suena mejor, pero a lo mejor en el lugar en donde vives se dice así.
    Me ha gustado el relato, además has intentado utilizar palabras de la jerga marinera para darle mas amibiente. Genial.
    Salud.

    Escrito el 17 enero 2018 a las 20:34
  2. 2. Sevier dice:

    Gracias Juan Bárcena de Amezábar Pastor de Castros por tu comentario y corrección. Donde vivo no se dice así, ha sido un error de concordancia.

    Saludos.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 07:22
  3. 3. Juana Medina dice:

    Hola Sevier,
    Ante todo muchas gracias por leer mi relato con tanto cuidado y e tomarte el trabajo de buscar el comienzo. Tengo muy en cuenta todo lo que me señalan y sugieren y así será también con tus comentarios.
    Tu historia me gustó mucho, el final cierra perfectamente algo que de otro modo sería un relato más de marineros. Me gustó mucho el clima que lograste a través del lenguaje.
    Seguiremos leyéndonos,

    Escrito el 18 enero 2018 a las 21:21
  4. 4. Sevier dice:

    Muchas gracias Juana.

    Escrito el 19 enero 2018 a las 06:49
  5. 5. Manuel Jover dice:

    Estupendo, Sevier! Me encanta tu talento para describir ambientes y como haces entrar al lector en ellos a través de todos los sentidos.
    Lo único que no acabo e entender es porqué repites dos veces lo de que ya no trabaja en el Stella Maris, me parece innecesario

    Escrito el 19 enero 2018 a las 09:35
  6. 6. Sevier dice:

    Hola Manuel.

    Gracias por el comentario. Lo repito simplemente para reiterar la mentira.

    Saludos.

    Escrito el 19 enero 2018 a las 13:35
  7. 7. Carmen Ramacciotti dice:

    Muy bueno tu relato Sevier!. Me han gustado mucho las imágenes y el léxico apropiado que utilizaste. Coincido con el error señalado por Juan, “el aroma marino”.
    Felicitaciones.
    Hasta la próxima.

    Escrito el 22 enero 2018 a las 18:28
  8. 8. Laura dice:

    Hola Sevier.
    Me ha gustado tu relato, aunque me quedan algunos puntos sueltos.
    – ¿Trabaja o no en el Stella Maris?
    – ¿Venden ron añejo en una taberna de puerto?
    Con respecto a los diálogos debes usar el guión largo. Hay una entrada al respecto muy completa.
    Tienes expresiones maravillosas, con las que logras una gran ambientación.

    Hasta la próxima propuesta.

    Escrito el 27 enero 2018 a las 11:50
  9. 9. Sevier dice:

    Hola Laura.
    Gracias por tu comentario.
    Por supuesto que trabajaba en el Stella Maris. Miente (parte del reto) porque es el responsable del hundimiento y no quiere que se le relacione con ello.
    En el Caribe (que es donde ha atracado el barco aunque no se hace referencia) es fácil encontrar ron añejo casi en cualquier parte.
    En cuanto a los guiones de los diálogos, siempre los uso, pero en algunas otras páginas web su utilización me ha dado problemas, así que opté por usar el corto. La próxima vez probaré con el largo.

    Escrito el 29 enero 2018 a las 10:21
  10. 10. Roger Nhicap dice:

    Hola Sevier,
    Llego tarde porque me había olvidado de contestar a tu amable visita y comentarios que agradezco, de nuevo.
    Creo que has desarrollado muy bien la historia, escrita con claridad, ritmo y una ambientación lograda, aunque yo insistiría algo más en mostrar el escenario de una taberna de puerto de mar, donde las voces en alto, el humo, la oscuridad y el olor salino son siempre actores.
    La escena con la mulata bien descrita y ajustada.
    El final se intuye desde que se lee, por primera vez, que no llegó en el Stella. Pero queda bien, no estropea el predecible final.
    Me ha gustado y me parece un buen trabajo.
    Un abrazo

    Escrito el 31 enero 2018 a las 10:35

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