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Hospitalidad - por Miriam Torres

Web: https://historiasdethaisite.wordpress.com/

Tras varias semanas de travesía, el navío atracó en una pequeña isla, que no se encontraba localizada en ningún mapa. Avistar tierra supuso un regalo de Dios para aquellos hombres desesperados que navegaron sin rumbo ni capitán, sin una mano que les guiara por las infinitas aguas. Mayor fue su alegría cuando descubrieron un grupo de hombres que desplegaba sus grandes redes de pesca en la orilla de arena blanca. Junto a ellos, jugaba unos chiquillos que, al verlos, corrieron entre los palmerales. Carlos, que a pesar de su juventud era de los tripulantes más respetados —y el más sensato—, instó al resto de sus compañeros a guardar las formas para no asustar a los salvajes.

Sin embargo, los indígenas los recibieron con amabilidad, alegría y sorpresa, y colaboraron con ellos para ayudarles a cargar con algunos tripulantes heridos. A través de la selva, los condujeron a un poblado oculto entre la frondosa vegetación y los llevaron ante su líder, un enjuto anciano de piel cetrina y largas barbas trenzadas que portaba unos pesados collares al cuello. El más veterano de los tripulantes del barco le presentó sus respetos y, a pesar de no entender su lengua, el anciano puso una mano sobre el pecho y los invitó a quedarse en sus tierras.

Las mujeres se deshacían en elogios y agasajos ante tales hombres fornidos, y les prepararon un festín digno de reyes. Los hombres ofrecieron sus chozas y viandas para el viaje de vuelta. Eran felices mientras comían, bebían, cantaban y bailaban. Disfrutaron de la hospitalidad de aquellas gentes hasta que la noche cayó y en cielo se cubrió de estrellas. Ya en el silencio, el anciano contemplaba el fuego en el interior de su choza. Pensativo, escuchó las palabras de Los Ancestros. El veterano organizó a sus hombres para partir antes del amanecer. Dada la riqueza de los indígenas, convinieron saquear todo cuanto pudieran antes de subir a bordo y se distribuyeron por las distintas chozas en grupos de cuatro.

A la mañana siguiente, Carlos despertó aquejado de un fuerte dolor estomacal y visión borrosa. Lamentó haber comido montones de aquellas deliciosas bayas silvestres. Se incorporó del lecho de hojas y ramajes que le prepararon para su descanso e intentó ponerse en pie, pero un espasmo pudo con él y le devolvió al suelo. Un líquido negruzco emanó de su boca en un torrente imposible de contener. El resto de sus compañeros reposaban lívidos sobre el suelo de la choza, ahogados en sus propios fluidos. El marinero no subió al barco y encontró la muerte.

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5 comentarios

  1. Hola Miriam, aunque no te apuntaste al reto opcional, yo lo veo igualmente cumplido en tu relato. Es una buena historia, muy gráfica, se puede ver bien la escena.
    Solo podría decirte que tengas algunos cuidados con ciertas palabras que parecen, más bien, errores de tipeo que faltas de ortografía.
    Suerte y éxitos.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 02:31
  2. 2. ortzaize dice:

    hola un relato de aventuras muy imaginativo y como fernando dice muy grafico.
    tambien te comenta las posibles correcciones.
    saludos.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 13:02
  3. 3. Charles Babel dice:

    Hola!

    Me ha gustado mucho las descripciones que haced sobre la escena y algunos personajes, porque ayudas al lector a situarse fácilmente en la escena. Solo te diría que podrías haber extendido un poquito el final para darle más tensión, pero aún así, me ha gustado mucho.

    Enhorabuena desde el 66.

    Escrito el 19 enero 2018 a las 09:31
  4. 4. Pulp dice:

    Hola Miriam,

    Magnífico relato, de lo mejor que he leído por aquí este mes. Me gustó especialmente cuando el anciano medita frente al fuego durante la noche, y decide sabiamente lo que hacer… También aciertas cuando dotas de esa maldad a los marineros que, aún habiendo recibido la hospitalidad de la que hablas en el título, deciden saquearlo todo, y reciben el castigo de un karma instantáneo.
    Te felicito, yo no le veo pegas.
    Nos leemos pronto,

    Escrito el 19 enero 2018 a las 11:19
  5. 5. Menta dice:

    Hola Miriam Torres: Me ha gustado mucho tu relato. En tan pocas palabras describes la ingratitud de los seres humanos representados en su totalidad por esa tripulación de un barco perdido.

    Cuando un puñado de hombres llegan a una isla, los indígenas que la habitan les obsequian con una gran hospitalidad y ellos desagradecidos e ingratos planean espolearles antes de emprender de nuevo el viaje.

    He visto algunas cosas que deberías corregir:

    1. Dices: “el navío atracó en una pequeña isla” Creo que sería mejor “FONDEÓ cerca de una isla”. Atracar se dice cuando un barco se amarra a un muelle o cuando se amarra a otros barcos.

    2. Pones: “Junto a ellos, jugaba unos chiquillos” Debes poner: JUGABAN.

    3. Escribes: “Pensativo, escuchó las palabras de Los Ancestros.” Yo pondría punto y aparte, porque empieza otra parte distinta de la narración y muy importante.

    4. La frase: “Dada la riqueza de los indígenas”, me parece el enunciado de un problema matemático. Creo que te quedaría mejor una frase más emotiva, algo así como: Asombrados por la riqueza de los indígenas, la codicia anidó en sus corazones y convinieron …”

    5. Has escrito: “la noche cayó y EN cielo se cubrió de estrellas”. Debes corregir por EL cielo.

    Espero que alguna de las observaciones te sirva.

    Enhorabuena por tu relato, un saludo, Menta

    Escrito el 24 enero 2018 a las 21:20

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