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El cuento del marinero. - por Madrugada

—¡Cuéntame otra vez esa historia, abuelo!—rogó Daniel, ya arropado en la cama y con ese brillo en los ojos tan inherente a la infancia.
—Está bien, pero me temo que esta vez tendrá que ser una versión corta. —sonrió su abuelo intentando disimular la emoción que a él también le embargaba.—Hace mucho, muchísimo tiempo hubo un barco marinero que no tenía nada de especial. Y te preguntarás, ¿entonces por qué me cuentas una historia sobre él? Supongo que es porque es la que con más detalle recuerdo.
La tripulación contaba con un capitán y tres marineros cuando nuestro protagonista se presentó en el puerto solicitando trabajo.
—¿Y qué dijo, abuelo? —preguntó Daniel fingiendo no conocer la respuesta.
—Tengo miedo al mar, mis señores. No obstante me veo obligado a navegar porque la mujer con la que estoy prometido es abominable. —recitó el abuelo con un registro de voz ajeno al que le pertenecía. —Aquello hizo tanta gracia a la tripulación que apenas si tuvieron en cuenta su experiencia y su maña. Por aquél entonces estaban acostumbrados a toparse con tipos que buscaban trabajos temporales, borrachos que ansiaban experimentar emociones nuevas o gente que no sabían a lo que se enfrentaban.
Así pues abandonaron aquél puerto y comenzaron lo que serían tediosas y duras jornadas de trabajo en las que alternaban entre la monotonía y el agotamiento físico de manera intermitente y las aventuras iban y venían.
Nuestro nuevo marinero, no destacaba por nada en concreto. A veces estorbaba más que ser útil y el hecho de ser propenso a arrojar cualquier resto de almuerzo por la proa no hacía más que debilitarlo y convertirlo en una carga para con el resto.
—Entonces, ¿qué lo retenía en el barco, abuelo? —preguntó Daniel, apremiando a que siguiera relatando.
—Su sentido del humor. —respondió el abuelo con sorna. —El tipo a menudo contaba grandes historias y su manera de hablar y persuadir instó a que varios hombres más se unieran a la tripulación en los siguientes puertos a la par que convertía su cuaderno de bitácora en pura risa. Según él, las grandes historias merecían ser un poco adornadas, aunque su mujer no estuviera de acuerdo.
Gracias a él la tripulación se vio envuelta en trifulcas en las posadas en las que estaban de paso, pero también conseguían grandes ofertas mercantiles que hacían que ganasen una buena suma. Ésta, a menudo, la gastaban en el mejor vino y éste era un detonante para volver a otra nueva trifulca. Sin embargo, nuestro marinero afirmaba que cualquier discusión de bar era mejor que volver a casa con su futura mujer.
—Pero, ¿llegó a casarse el marinero? —preguntó Daniel.
—Por supuesto. Una vez la tripulación aguardaba en el puerto y antes de marchar recibieron una notificación de nuestro marinero: ,,Mis señores: tengo tanto miedo al mar que hoy prefiero desposarme con mi prometida y ahorrarme el sufrimiento’’.
La tripulación entera rompió a reír y celebró su unión en su ausencia aquella noche.
—¿Y volvió? —preguntó Daniel con curiosidad.
—Por supuesto. No olvidemos que nuestro marinero prefería sucumbir a su miedo más terrible que estar en compañía de su amada.
Así pues, pasaron los meses y para nuestra tripulación acontecían aventuras con regularidad, y cuando no, nuestro marinero se encargaba de hacer que lo pareciesen.
Todo iba viendo en popa…
—Pero algo pasó, ¿verdad? —quiso saber Daniel, sin querer asumir lo que ocurriría a continuación.
—Así es. —contestó el abuelo.— Una madrugada se disponían a salir en pos de otro barco marinero que los llevaría a una conocida zona de pesca y ésta prometía una buena suma con la que abastecer a sendas tripulaciones. Sin embargo, el marinero no subió al barco.
—¿Por qué no, abuelo? —interrogó Daniel.
—Media hora antes de partir, el marinero volvió a hacer llegar una notificación a su tripulación y ésta citaba: ,, Con todo el dolor de mi corazón, mis señores, deben partir sin mí.’’
Pasó el tiempo y no volvieron a saber de él. Un día, apareció en el puerto una mujer con algo entre los brazos. Era un bebé.
—Buenas tardes, mis señores. —saludó la mujer.—Soy la esposa de vuestro marinero exiliado. El pobre sufre de mitomanía: es incapaz de reconocer que todo lo que hace es por el bien de su familia. Así que por ello me he presentado aquí, para comunicaros a todos que no volverá a trabajar junto a vosotros hasta que sane.
—Me temo que nunca sané. —concluyó el abuelo su historia.

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6 comentarios

  1. 1. cualquiera dice:

    Hola Madrugada. Me ha gustado mucho tu historia del marinero. Primero por lo divertida que es. Un tipo que se embarca para huir de su esposa y se lleva su risa a todas partes. Genial ese personaje, por lo irrisorio e incongruente, por su capacidad para generar vibraciones positivas a través de su contagio cómico.

    Después por la forma en que está contada, a través de esa conversación consabida con su nieto, que no se resiste a interrogar paso a paso, misterio a misterio, una historia que ya conoce, pero que vuelve a oír siempre tal y como pasó primero. Esa curiosidad infantil que va desvelando la historia tirando de la lengua del abuelo es uno de los aciertos del relato, porque barniza la historia con esa dimensión del cuento oral, de aquello que quiere ser oído de viva voz, escuchado en sus detalles y pormenores más nimios.

    Y luego el final con la coincidencia entre narrador y personaje, el abuelo que habla de sí mismo a través de un narrador inventado por él. Sinceramente: muy fresco y agradable, generando sonrisas, que es algo muy saludable en cualquier ámbito de la vida, y también en literatura. Enhorabuena. Espero volver a leerte.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 04:53
  2. 2. sinombre dice:

    Hay una cierta caricatura del adulterio que resulta muy divertida, la del hombre cohabitando con la mar, su otra amante terrible, con tal de escapar de las garras de su mujer abominable. El tono humorístico le sienta muy bien al relato, hace que se lea con una sonrisa de curiosidad. El niño es el hilo que increpa y va cosiendo el alma del relato, y eso ayuda a crear una atmósfera de ternura y de niñez que se agradece como una caricia. Y sólo me queda por decir, que cada vez que la tropa se reía con alguna ocurrencia del botarate marino, lo hacía yo también. ¡Así que alcemos los vasos y brindemos salud!

    Escrito el 18 enero 2018 a las 22:36
  3. 3. Kaila dice:

    Hola Madrugada,

    Primero que nada, gracias por tu comentario (lo clavaste).

    Ahora a lo importante, ¡que buen relato! Bien ambientado, bien hilado, muy importante la figura del niño como dicen los demás, gracioso… la lectura se me hizo corta y amena. Lo de la mitomanía, un puntazo, admito que he tenido que buscarla, pero saber su significado me ha hecho sonreír y entender el relato. Me llevo una palabra nueva y ganas de leerte el próximo mes 🙂

    En cuanto a la forma y cómo está escrito, poco que decir, está genial redactado. Lo único que quiero comentarte es el uso de las comillas, ya que parece que:
    ,, Con todo el dolor de mi corazón, mis señores, deben partir sin mí.’’
    Usas dos comas simples al principio y creo que se debe usar las mismas que para cerrar:
    “Con todo el dolor de mi corazón, mis señores, deben partir sin mí”.
    Espero estar en lo correcto…

    Gracias por tu relato 🙂
    ¡Nos leemos!

    Escrito el 19 enero 2018 a las 01:21
  4. 4. Alf dice:

    ¡Buenas, Madrugada!

    Empiezo viendo que el texto te ha ocupado justo 750 palabras. ¡Eso ya me parece una señal de que has puesto ganas y cuidado en él!

    Primero en aspectos generales: ¡Pero qué relato tan adorableeee!

    Vale, ahora algo más en serio xD. Tienes la capacidad de, como en el propio relato se dice, adornar aquello que podría resultar normal y cotidiano de una forma que lo haga interesante. Para mí es una de habilidades más admirables de la escritura en general. Tu historia no pretende ser nada apoteósicamente ambicioso y trascendental; desde el principio se nos plantea un texto dividido en pequeñas partes de simple lectura que conforman una estructura mayor, pero cada una de esas partes posee un aura de buen-rollismo y es tan entretenida, que quieres seguir leyendo porque realmente lo estás pasando bien. Entre todo eso, se profundiza en un personaje que no llegamos a conocer del todo, pero sí lo suficiente como para interesarnos por él y, llegado el punto en el que no sabemos qué le está ocurriendo querer conocer esa información de cualquier modo. Ver, finalmente, la huella que ha dejado en los que fueron sus compañeros, pero sobre todo que se nos aclare del todo cuál es su personalidad, que compagina perfectamente con la del abuelo en ese final que me hizo sentir un escalofrío por todo el cuerpo a la par que me sacó una sonrisa, es uno de los mejores ejemplos que he visto nunca respecto a cómo desarrollar un gran personaje de una manera rápida y eficaz. Genial.

    Ahora ya, toca comentar algunas cosillas de la forma, que no quitan lo que me ha gustado el resto:

    – !—Está bien, pero me temo que esta vez tendrá que ser una versión corta. —sonrió su abuelo” —> Puede que me equivoque, y es un detalle muy menor, pero diría que en este tipo de diálogos, si después de lo que dice el personaje hay una acotacion, no se pone punto o coma al final de las palabras del personaje, sino solo al final de la acotación. Es decir, que quedaría como “una versión corta- sonrió su abuelo… (el punto que termine esa acotación)- (Siguiente frase.)

    – “Hace mucho, muchísimo tiempo hubo un barco” —> A mi ver creo que faltaría una coma después de “tiempo”. “No obstante me veo obligado” —> Después de este no obstante también, y algunos casos más que, tampoco voy a comentarlos todos (aún así creo que no hay demasiados), pero sí que creo que podría ser algo en lo que fijarse en un futuro, quizás con la ayuda de alguna persona a la que puedas recurrir, para intentar evitarlo.

    – “Por aquél entonces” —> Usas algunas veces la palabra “aquél” con tilde en el texto, y si bien es cierto que hay casos en los que se puede utilizar (pese a no ser obligatoria nunca), creo que en estos en concreto no sería correcto.

    – “Todo iba viendo en popa…” —> Bueno, esto asumo que simplemente se te habrá pasado, cosa totalmente normal, pero bueno, que eso, que sería “viento”, eh… y… bueno, pues ya hice la correción evidente e innecesaria, me quedo más tranquilo.

    – Si bien el final está muy bien y realmente te llega a la patatita, se nota que no te quedaban palabras suficientes y tuviste que meterlo como buenamente pudiste xD. No es ninguna pega, porque todos sabemos cómo son esas cosas a veces, y realmente no siento que haya otras partes del relato que sean irrelevantes hasta el punto de poder suprimirse sin más, pero sí que, yo personalmente, lo noto un poco forzado y se ve cómo ahí en medio había algó más que al final no pudo ser incluido.

    Pues eso, me encanta el “campechanismo”, saber hacer y amor que transmites, y estaré encantado de volver a leerte pronto.

    ¡Saludos!

    Escrito el 19 enero 2018 a las 10:53
  5. 5. Nacho S. dice:

    Me encantó. La forma está muy bien, como el niño empuja al abuelo a contar su historia. Los diálogos se leen muy bien y los intercambios entre el abuelo y el nieto se siguen muy bien. Y al final la paradoja: “Soy un mentiroso y siempre digo mentiras ¿Me crees o no?” Genial.

    ¿Cosas que mejorar? No se me ocurre nada fuera de algún teclazo (por ejemplo “viendo” en lugar de “viento”).

    Escrito el 25 enero 2018 a las 13:26
  6. 6. Laura dice:

    Hola Madrugada.
    Tu relato está bien planteado, con buena inserción de la frase obligatoria. Tu marinero es un personaje más que agradable, en especial como abuelo, por los detalles que se toma para con él.
    Hasta la próxima propuesta.

    Escrito el 31 enero 2018 a las 11:52

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