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El marinero que lloró la mar - por Arturo Lecumberri

Jon era un hombre de mar. Le encantaba navegar con su viejo barco Ínsula. Aquel navío había sido heredado de generación en generación. Y Jon, era el último de la familia Módena a quien había llegado Ínsula.
Este no se esperaba para nada la carta que habría recibido diecisiete años atrás. Un antiguo sobre amarillo, roído y desgastado por el tiempo, la guardaba junto con una llave oxidada de aspecto muy antiguo. En la parte inferior de la carta –la cual no sobrepasaba las veinte líneas– estaba dibujado un pequeño mapa de la ciudad en la que el joven vivía. En el boceto aparecía señalado un punto en concreto, un lugar que, si no recordaba mal, siempre había encontrado cerrado.
La pequeña carta rezaba que, su tío, el último de los Módena, había fallecido en su última expedición al polo norte. Estaba haciendo una investigación sobre los esquimales, hombres de sangre caliente que habitaban en la fría nieve del norte del mundo. Allí había sufrido un tremendo accidente; un inesperado alud de nieve que acabó con su vida. Así pues, Thomas Norton, un viejo amigo y compañero suyo, cumplió su última voluntad, que el legado de su familia continuara vivo. No fue fácil para él localizar a Jon, no era precisamente un chico al que le gustaba que lo encontrasen, pero no se dio por vencido hasta hacerlo. Así pues, una vez hubo recibido la carta y tras haberla leído, corrió como nunca lo había hecho hasta ese viejo cobertizo del puerto.
—¿Todavía le sigues dando vueltas? —dijo una voz femenina que lo sacó de su recuerdo.
Hacía un par de semanas que la tripulación del Ínsula había desembarcado en Singapur por temas de negocios.
—Sí. No puedo evitar pensar en todo el tiempo que lleva este barco junto a mi familia. Sería una deshonra que yo lo dejara así como así —le respondió cabizbajo.
La joven castaña se acercó y se apoyó en la barandilla, a su lado.
—No lo haces. ¿O piensas que este barco es más importante que nosotros? Que tu familia.
—Es por mi familia por quien no quiero dejarlo.
Ambos se callaron por un momento.
—¿La misma que te abandonó con tu tío, el cual te dejó solo para irse a estudiar unos hombres de las nieves a los que dio más importancia que a ti? —preguntó elevando un poco el tono.
Él la miró, roto por dentro. No era justo que se justificara de aquella manera. Él no lo había elegido. Lo habían abandonado, sí, pero los años que estuvo con su tío fueron los mejores de su vida.
—Sé que te cuesta entenderlo, pero no puedo evitarlo. Es por ellos, siempre ha sido por ellos. —Dio media vuelta y echó a andar, pero se detuvo antes de perderse de vista—. Partiremos mañana al salir el sol. Estaré esperando en el puerto. Si no vienes, sabré que no quieres continuar este viaje conmigo.
Y ahora sí, desapareció entre la oscuridad, dejando a la chica sola, de espaldas, sin articular palabra.

Era temprano, el sol estaba terminando de asomar tras el pico de unas altas montañas. Jon estaba sentado en el borde del puerto, esperando.
—¡Capitán! ¡Tenemos que partir ya o se nos echará el tiempo encima! —gritó un hombre barbudo desde el barco con voz grave.
—¡Cinco minutos más Gómez! Solo cinco… —susurró para sí.
Pasaron los segundos, y el tiempo se acabó. Gómez volvió a asomar la cabeza por la barandilla, reclamando a su capitán. Y este, desesperado y cabizbajo, hizo caso a su tripulante y agarró la escalera de mano cuando oyó pasos a su espalda y se detuvo. Se giró con una rapidez casi estelar.
—¡Helena! —pronunció en un susurro ahogado.
Fue a abrazarla, pero entonces se dio cuenta de que no llevaba nada. Ni equipaje, ni su traje de almirante, ni siquiera su espada… y ella nunca dejaba su espada.
—No he venido aquí hoy para decirte que subiré a ese barco contigo. Quiero saber que es más importante para ti. Si una estúpida creencia familiar en ese trozo de madera flotante, o el amor de la persona que te aceptó y se enamoró de ti por como eras.
Jon no pudo evitarlo, fue como impulso. Agarró a la joven por las mejillas suavemente y le dio un suave beso en los labios. Acto seguido se giró, corto las amarras y dejó el barco marchar. Así pues, el marinero no subió al barco.

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5 comentarios

  1. 1. Otilia dice:

    Hola Arturo Lecumberri,
    Has contado una historia romántica y me ha gustado.
    En cuanto a los mejorables, como estás hablando del sobre yo pondría “lo guardaba”, el tío sería el penúltimo de los Módena, “la joven castaña”esta frase no me gusta, pero solo es mi opinión.
    Me ha chocado la importancia de la espada, ¿por qué?
    En general la he encontrado un poco liosa en la lectura.
    Sigue escribiendo. Saludos.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 11:06
  2. 2. guiomar de zahara dice:

    Arturo: tu relato se lee con facilidad y en el fondo es una historia de amor hacia sus tíos, Helena, y por supuesto el barco. Me ha gustado, pero… aparte de lo dicho por Otilia, hay varias palabras repetidas que hacen menos ligera la lectura.
    barco, carta…
    por lo demás nada que objetar.
    ¡Enhorabuena!

    Escrito el 19 enero 2018 a las 08:27
  3. 3. DH dice:

    Es un romance al que quizás podrías sacarle provecho. Es una historia sencilla, donde enfrentas el deber y al amor. Creo que lo que realmente hace falta, es un poco de acción.

    Ojo con una que otra tilde que se te pasó por alto. Y con el tiempo que usas en algunas frases. Mas que todo, los últimos párrafos. Cuando ella le dice; “Quiero saber que es mas importante par ti. Si una estúpida creencia familiar en ese trozo de madera flotante, o el amor de la persona que te aceptó y se enamoró de ti por como eras”.

    Personalmente, es una frase que yo escribiría con signos de interrogación y agregaría alguna acción O descripción para intensificar el sentido de la frase.

    Algo como: “Quiero saber que es más importante para ti -miró directamente a sus ojos. Su voz era firme- ¿[…] ese trozo de madera flotante… O el amor de una persona que te aceptó y te quiso como eres? (“Enamorarse” es redundante, antes ya usas la palabra amor).

    Es un ejemplo algo atropellado, pero espero que sirva de algo. Igual es solo mi opinión personal.

    También te recomiendo que tengas cuidado al momento de ubicar al lector en la época. Si entiendo bien, estas relatando esta historia en un tiempo antiguo… Quizás siglo XVIII. Tus descripciones, hacen que al momento de leer que ella no lleva espada, uno quede desconcertado, porque nunca te imaginas que es un tiempo tan antiguo.Se lee como algo muy moderno para lo que quieres expresar.

    Pero no todo son correcciones. En realidad es un buen relato, que logra que te intereses por la vida del protagonista y las decisiones que toma. ¡Felicidades! Sigue escribiendo. Trataré de seguir tus escritos.

    Si quieres leerme, mi escrito es el 40. Creeme que también tengo muchísimo que corregir.

    Escrito el 20 enero 2018 a las 08:15
  4. 4. LUIS dice:

    Hola, Arturo Lecumberri , soy tu vecino de arriba. Felicidades por tu relato. Bonita historia de amor. Un abrazo.

    Escrito el 20 enero 2018 a las 18:40
  5. 5. kupuri Tatei dice:

    Hola Arturo Lecumberri:
    Soy Kupuri Tatei, he leido tu cuento y los comentarios y mi opinión es la siguiente:
    A mí me parece una historia sobre ilusiones y chantajes, el tema de una historia de amor… no lo encuentro bien desarrollado.
    Me queda la sensación de que hay mucho por mejorar, puedes lograr un mejor nivel.
    Te invito a que leas mi aportación al taller de este mes, es el #114- “En el principio ya era el infierno”. Eres bienvenido, pasa. leelo y destrúyelo.

    Escrito el 23 enero 2018 a las 22:56

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