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Marea de cambios - por Alicia

Le esperaba hacia las cinco o seis de la tarde. Sabía que la tripulación había desembarcado al mediodía y contaba con que comería fuera, con sus amigotes y que luego aparecería en casa a echarse la siesta. Eran las cinco de la madrugada cuando oyó la puerta. Decidió levantarse. “Total, por una hora, qué más da”. Ella se levantaba a las seis, hacía las labores domésticas, despertaba a los niños y les llevaba al colegio para, acto seguido, irse a trabajar. Oyó como tropezaba con algún mueble de la casa, provocando un gran estruendo. Esto le confirmó sus sospechas. Venía borracho. Salió rápidamente para evitar que despertase a los niños. Él le dio los buenos días con un beso en la mejilla, que ella recibió con frialdad. Le explicó que había habido problemas en el puerto y que no habían podido desembarcar a la hora. Se encontraba agotado después de casi doce horas de espera, pero por fin, ya estaba en casa. Ella sabía que todo era mentira, pero no dijo nada. “¿Para qué?”, pensó. Mientras le preparaba un desayuno de huevos revueltos con tocino, él le relataba su última aventura, en la que una vez más, había conocido a alguien con quien haría el negocio del siglo y les sacaría de esa miseria. Ella le miró con desprecio ante su nueva mentira, pero entonces se le ocurrió que tal vez estaba enfermo, que no distinguía la fantasía de la realidad. Dejó de pensar en ello y se sumergió en sus tareas. No podía perder el tiempo, y menos, pensando en él.
-Mañana tengo que embarcar a las ocho de la tarde- dijo él
-¿Estarás en casa cuando volvamos?
-Supongo- contestó- así podré ver un rato a los niños. Les echo de menos.- y acercándose a ella le dijo al oído- y a ti también.- le dio otro beso en la mejilla y se dirigió al dormitorio exclamando – ¡dura vida la del marinero!
En la soledad de la cocina, ella se esforzó por llorar y así, desahogar su malestar. Pero ya no le salían las lágrimas. La antigua pena y tristeza se habían convertido en amargura y decepción. Recordaba como la engañó desde el primer momento. Ella le creía un hombre trabajador, valiente, ambicioso y sobre todo honesto, con buenos y grandes principios. “¡Cuantas mentiras!” pensó. Se mantenían gracias a su trabajo de cajera en un supermercado. Había tenido suerte de que la empresa tuviera una política pro conciliación familiar, lo que le había permitido alternar el trabajo con la atención a sus dos hijos, de 5 y 7 años. Del sueldo de él no veían ni la mitad. Y del último salario no había entrado en casa ni un céntimo. Él le contó una historia de no sé qué problema contable de la empresa. Lo cierto es que ella no le hizo mucho o ningún caso. Ya no se creía nada.
Esa tarde, cuando volvió a casa con los niños, él ya no estaba. Había tenido la precaución de no contarles que su padre había vuelto ya que, se temía lo que iba a ocurrir; que sus hijos se quedasen decepcionados al ver que su padre se había ido sin verles. De repente, algo le asustó. Las figuritas del mueble de la sala estaban desordenadas. Inmediatamente pensó en aquella cajita que guardaba precisamente en esa estantería, donde ocultaba sus ahorros. Rápidamente se dirigió hacia ella para comprobar que efectivamente estaba vacía. No había mucho dinero, unos cincuenta euros, pero le había costado dos meses ahorrar esa cantidad, y la tenía destinada a renovar el calzado de sus hijos, que buena falta les hacía, en las próximas rebajas. Con determinación dijo- ¡se acabó!
En ese momento, él se encontraba en el puerto, mirando aquel buque mercante en el que había pasado tanto tiempo de su vida. Lo consideraba más su hogar que la casa donde vivían su mujer y sus hijos. Era la hora de embarcar, sin embargo, el marinero no subió al barco. Hacía dos días que le habían despedido por cometer una negligencia grave en estado de embriaguez. Tarde o temprano tendría que contárselo a su mujer, no tenía donde ir. En realidad, la única razón por la cual todavía no se lo había contado era que, por primera vez en su vida, no se le ocurría la mentira adecuada. Pero tal vez ya era demasiado tarde para empezar a decir la verdad.

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4 comentarios

  1. 1. Yoli L dice:

    Hola Alicia

    Soy tu vecina del #31 y me corresponde leerte.

    La trama está muy bien llevada.

    Con respecto a los mejorable, te agradezco me permitas aprender con tu relato.

    – Lo primero, en lo personal me cuesta seguir una lectura en bloque, por lo que dividir en párrafos es mejor a la vista, en la siguiente frase pudo ser el siguiente párrafo por darte un ejemplo: Eran las cinco de la madrugada cuando oyó la puerta.

    – Tienes varias rimas accidentales: por nombrarte algunas …mediodía y contaba con que comería fuera, con sus amigotes y que luego aparecería

    Y varias terminadas en aba muy seguidas, que se pueden cambiar para que suenen mejor al oído.

    – Los guiones son largos. Si al pasar el relato de Word al formulario te da ese error, se corrige (en el formulario) tocando las teclas Alt + 0151

    – Aquí el guión va pegado a “contestó”: —Supongo —contestó—
    y así revisar otros guiones de esa frase.

    Otros compañeros que te visiten te ayudarán con otros mejorables.

    ¡Nos leemos!

    (¯`•¸•´¯)YOLI(¯`•¸•´¯)

    Escrito el 18 enero 2018 a las 02:43
  2. 2. ÁNGELL dice:

    Hola, Alicia:
    En general, el relato me parece que está muy bien. Tiene un tono que se mantiene a todo lo largo del relato. Tiene buen ritmo, se lee rápido. Encuentro un tema: la «distancia» basada en la falta de confianza. No sé si estoy en lo correcto o no. La resolución me parece muy buena.
    Me permito el atrevimiento, con tu permiso, claro está, de darte mi opinión en algunos detalles que he observado a lo largo de la lectura de tu relato. Pero, ya digo, son solo una opinión.
    Por ejemplo:
    Yo hubiera escrito «…hacia las cinco o (las) seis de la tarde».
    En la siguiente oración creo necesaria una coma en «…comería fuera, con sus amigotes(,) y que luego…»
    Opino que la coma debería ir tal que así: «…doce horas de espera pero, por fin, ya estaba en casa».
    «…sacaría de (la) miseria»; o, en el peor de los casos, «esta miseria» en lugar de «esa miseria», no hay un antecedente que indique al lector que la miseria formaba parte de sus vidas, a no ser que desayunar unos huevos revueltos con tocino sea un indicio de miseria. No sé si me entiendes lo que quiero decir.
    «pensando en (él)» y «…—dijo (él)», están muy seguidos, suena mal.
    «—¡(D)ura vida la del marinero!». Opino.
    En cuanto al resto del texto se refiere, cambiaría alguna coma aquí o allá; hay una oración que, a mi parecer, tiene muchos «que» seguidos; «—¡Se acabó! —dijo, con determinación», incluso «dijo», a secas…
    Pero, vaya, son solo «puñetas», cosas que se resuelven en futuras relecturas, a solas y en silencio, atendiendo a los diversos comentarios, a todo lo nuevo que hayas aprendido desde que lo escribiste… En fin, tú sabes a lo que me refiero.
    Dejar espacio entre los párrafos a cuenta de separar el texto como por escenas; algo así como colocar al lector en los distintos escenarios que aparecen en el texto, me parece interesante. Pero, vaya, es una opinión. Yoli hace un comentario al respecto, creo; no sé si en el mismo sentido o no.
    Yo habría eliminado partes del texto que me parecen redundantes en cuanto que vuelven a explicar algo que el lector ya conoce de antes: que viven en la «miseria». Me refiero a la parte esa en la que se habla acerca de lo de comprar zapatos en las rebajas y eso… Se trata de ahorrar palabras y utilizarlas para mejorar la trama, por ejemplo, si eso es posible, darle más solidez… Una opinión, ya digo.
    Me ha gustado tu texto, sí.
    ¡Buen trabajo!

    Escrito el 22 enero 2018 a las 12:21
  3. 3. Mancebo dice:

    Hola Alicia,
    La historia que cuentas es creíble y me gusta la forma en que la desarrollas. Lo que dicen los compañeros anteriores de los párrafos largos, estoy de acuerdo en que alguno se hace demasiado extenso. El primero yo lo dividiría en dos.
    En cuanto a tu forma de narrar me resulta adecuada, mantienes un ritmo constante y el cierre del relato me parece perfecto. Además, la frase propuesta para la escena no está nada forzada, está perfectamente imbricada, pasaría como una más si no fuera porque estamos avisados y pendientes de su aparición.
    Al lector le trasladas perfectamente ese poso de amargura que se va convirtiendo en desesperación para la protagonista. Lamentablemente abundan los embusteros de esta catadura que se desentienden de la familia, si bien es verdad, que este personaje necesitaría una terapia para los embustes, pero sobre todo para abandonar la adicción al alcohol.
    Te felicito y nos seguimos leyendo por estos lares.
    Estoy en el 106 por si te quieres pasar.

    Escrito el 22 enero 2018 a las 17:18
  4. 4. Alicia dice:

    Muchas gracias a los tres por vuestros comentarios y correcciones. No solo es la primera vez que escribo aquí, si no que tambien es la primera vez que me leen personas que no me conocen. Intentaré tener en cueta vuestros consejos. Gracias y espero volver a leernos por aquí.

    Escrito el 22 enero 2018 a las 19:48

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