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La apuesta - por R. L. Expósito

Las farolas del puerto estaban veladas por siglos de salitre. Alumbraban con tanta pereza que el marinero se movía de sombra en sombra a su antojo. «Menuda noche», pensó. Regresaba sobrio, aunque olía a tabaco, perfume y charlestón. Había visitado un club clandestino para despedirse de tierra firme, para probar la estrechez de sus camerinos con alguna corista, para robarle algo más que besos… Recordó el reto que el cocinero le había susurrado durante la cena:

—Hazlo hoy, con dos cojones —Le había servido sopa—. Y tráete una prueba. —Guiñó un ojo cómplice—. Y que atufe a hembra.
—Hecho.

Llegó al muelle donde atracaba el «Cíclope». Su capitán era un tuerto temible de mirada severa cuando exigía disciplina, implacable en el castigo.
El marinero no subió al barco por la pasarela. Su capitán montaba guardia en cubierta, colgado de una hamaca.
Dio un rodeo hasta el callejón junto a la popa del buque. Oculto detrás de unas cajas vacías que olían a pescado, sacó del bolsillo un gurruño de seda y encaje y se lo llevó a la nariz. «Qué aroma… Ya huelo el dinero».

Guardó la prueba del delito, salió corriendo y tomó impulso hasta una amarra. «Sin prisa, sin pausa, como siempre». Trepaba panza arriba, haciendo pinza con las piernas alrededor de la soga, una mano tras otra. «Sin pris…».
—¡Aaah!
«¿¡Cómo coño…!?». Había resbalado. Juntó rodillas. Crispó la mano sujeta, la otra colgaba libre; le costó agarrarse de nuevo porque estaba pringosa… «Cocinero. ¡Qué cabrón! Las amarras engrasadas».
Tanteó la soga por delante, pero resbalaba demasiado. «Imposible. Qué cabrón».

El marinero retrocedió hasta el muelle. «Qué cabrón». Ya podía olvidarse de la apuesta, ahora era su pellejo el que estaba en juego. «Seguro que todas están igual». Tendría que usar la pasarela.
Puso rumbo a proa con anclas en los pies. Cuando llegaba a la pasarela oyó:
—Rooonfff.
Venía del barco.
—Rooonfff.
Empezó a subir peldaños, encogido y liviano.
—Rooonfff.
Distinguió el perfil de la hamaca colgada en cubierta, sus cuerdas crujiendo…
—Rooonfff.
…y los ronquidos del capitán. «¡Imposible!». Oliver tendría que pasar por debajo para llegar a los camarotes. «Vamos, ya». Se tumbó para deslizarse boca arriba, despacio… hasta que llegó al otro lado.
Quiso gritar su triunfo, pero sería una locura perturbar aquel… «¿silencio?». Su corazón iba a toda máquina. «Sí, silencio». Su vida naufragaba. «Mucho silencio». Se incorporó de espaldas a la hamaca. «Demasiado silencio… A lo mejor se ha muerto».
—Me decepcionas, muchacho. —La voz era tempestad contenida—. Mírame cuando te hablo.
El marinero obedeció. Puso rumbo al iceberg de melena compacta, engrasada con aceite de ballena, que se había sentado en su hamaca. El capitán tenía una cicatriz, bajaba de la frente al pómulo izquierdo y su ojo de cristal brillaba; el sano, más.
—Yo…
—Conoces mis normas. El toque de queda, el alcohol…
—No estoy borracho.
—Da igual. Debo dar ejemplo… —El capitán sacó las piernas fuera. La hamaca crujía con cada esfuerzo.
«Tocado y hundido».
—¿Sabes qué podría cambiarlo todo?
El marinero negó con la cabeza.
—¿Has traído la prueba?
«¿¡Pero cómo…!?». Lo sabía.
—Mira, muchacho… —El capitán se puso en pie y la hamaca suspiró de alivio—. Es mi barco, me entero de todo. —Dio un paso adelante.
El marinero temió que el buque escorase. Retrocedió, tiró de bolsillo, alargó el brazo, y de repente ofrecía en alto una pieza de lencería femenina como si fuese bandera de rendición.
—¡Tenga tenga! Todo suyo. No las quiero.
—Deja de gritar. —Su ojo sano era hielo—. Guarda eso y escucha bien. —Se agachó un poco, bajó la voz—. Yo no te he visto, ¿entendido? Cuando subiste por las amarras…
—Imposible. Las engrasaron…
—Olvida eso. Jamás lo menciones. A nadie —dijo—. Tu trepaste a bordo y nada más. Y mañana restriegas tu éxito en la cara del cocinero.
«¡¿En serio?!».
—Sí… señor. —Su voz temblaba con la duda y una brisa de esperanza.
—No te hagas ilusiones. Me darás el dinero de la apuesta.
—¡¿Todo?! —jadeó.
—Las Viudas del Mar le darán uso. —Tenía las manos abiertas y sus palmas eran tan grandes…—. ¿Algún problema?
—No, señor.
—Me alegro. —Su rostro se oscureció, sólo el ojo de cristal lucía mortecino—. Pero si vuelvo a pillarte en otra parecida, servirás de quilla. ¿Entendido?
—Sí, señor.
—Pues fuera de mi vista. —Se acostó de nuevo.
El marinero huyó mientras echaba un vistazo final…
—Rrrnnnfff.
«Qué cabrón. Incluso cuando ronca, duerme con un ojo abierto».

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7 comentarios

  1. 1. Alonso García-Risso dice:

    Saludos R.L. Expósito:
    Una historia con bastante sabor a marinería. Bien lograda, de tal modo gana, paso a paso, el interés del lector y los encamina con ahínco al desenlace.
    ¡Felicitaciones!

    Escrito el 18 enero 2018 a las 00:09
  2. 2. R. L. Expósito dice:

    Muchas gracias por leerme y opinar, Alonso. La verdad es que me estreno en Literautas con ilusión; estoy deseando compartir, aprender, mejorar…

    Enseguida me paso por tu relato. Si no te importa, tendrás una opinión mañana porque hoy toca “criticar” a la vecina de abajo. Como asumo mis carencias literarias, me gusta informarme un poco y meditar los comentarios para que sean lo más constructivos posible… ¡Que yo también aprenda con ellos!
    Además mi salud flojea y debo racionar las energías.

    Por cierto, ayer leí mi propio relato y ya he aprendido un par de cosas… que prefiero callar ahora para no influir en la posible opinión de nadie.
    Sólo diré que todo es mejorable y aprecio cualquier crítica, más aún las que son ferozmente constructivas.

    Escrito el 18 enero 2018 a las 14:13
  3. 3. José Torma dice:

    R.L. Esposito, te visito de un relato arriba de tuyo, el protocolo de la página es visitar, al menos, los tres relatos después del tuyo y gracias a eso me topé contigo.Veo que comentas que es tu primera experiencia en Literautas, ¡bienvenido!

    Por lo que acabo de leer, intuyo que no eres novato, hay tablas detrás de tu escritura y eso resulta muy agradable como lector. No encontré fallas dignas de mencionar, aunque tal vez alguien más fino que yo te pueda mostrar alguna coma o tilde perdida. A mí me llamo la atención el uso de las comillas «». Cuando empezamos, la usas para acotar un pensamiento del protagonista, pero luego las usas al nombrar al barco, creo que aquí cabían mejor las comillas normales. Tal vez buscar la manera de eliminar alguna de ellas sin perder el ritmo y sentido.

    Poco tengo que agregar, me gustó mucho la cualidad cinematográfica que logras, tu relato es vivido y una de mis frases favoritas aplica, parece como en tecnicolor. Es vibrante y va sin cortapisas hasta que llegas a un freno que a mí me sorprendió, el encuentro con el capitán me saco de ritmo.
    Aprecio mucho este tipo de relatos, te felicito.

    No sigo los comentarios, pero si te apetece una réplica, te ofrezco mi correo josetorma@outlook.com

    Escrito el 18 enero 2018 a las 19:55
  4. 4. Ignacio YZ dice:

    Buenas R.L. Expósito y bienvenido a Literautas,

    Soy tu vecino del número 88 y me alegro de haber leído tu relato.

    Como dice José Torma se nota que tienes experiencia en la escritura (cosa que yo no tengo) y por ello no me veo capaz de comentar posibles mejoras en el relato.

    Principalmente por que es bastante sólido desde principio a final. Consigues contar las acciones que van ocurriendo en la historia con un ritmo que ayuda al lector a meterse en la historia.

    Siempre que leo algo (lo que sea) busco palabras o frases que me dejen mella. En este caso, la frase “La voz era tempestad contenida” me ha encantado y la usas en un sitio acertado.

    Gracias por compartir,

    Sería genial que layeras mi relato y me dieras tu opinión. Como tú, estoy aquí para aprender y mejorar 🙂

    Saludos

    Escrito el 19 enero 2018 a las 18:32
  5. 5. Simón Martín dice:

    Hola R.L. Expósito, tienes un gran inicio, con dos imágenes muy atractivas. Sin embargo, me faltó fluidez en el primer diálogo, por el continuo y cercano intercambio de voces. Pero, en fin, eso puede ser solo producto de mi falta de concentración. Lo contrario sucede con la acotación en el siguiente diálogo: “-Me decepcionas muchacho. -La voz era tempestad contenida-.”. ¡Muy bien lograda! Se entiende claramente. Por lo demás, una historia interesante. ¡Sigue adelante!

    Escrito el 20 enero 2018 a las 23:34
  6. 6. Otilia dice:

    Hola R.L. Expósito,
    He leído tu relato de un tirón, divertido y con frases de las que me gustan “Las farolas del puerto estaban veladas por siglos de salitre”.
    He visto demasiadas comillas, pero no domino el tema para decirte si están o no bien en todos los casos.
    Por aportar algo, repites muy seguido ¡Qué cabrón!
    Buen trabajo. Saludos.

    Escrito el 22 enero 2018 a las 18:54
  7. 7. Laura dice:

    Hola R.L. Expósito.
    En primer lugar, mis mejores deseos para que tu salud mejore.
    En segundo término, me encantó tu relato.
    No entiendo del todo la decepción inicial del capitán si luego termina felicitándolo. Me desconcertó ese giro en la actitud del capitán.
    Después de los guiones de diálogo va espacio.
    Aquí reemplazaría el punto por la coma para no general la incertidumbre que a mí me surgió con respecto al sujeto de la segunda oración:El marinero obedeció, puso rumbo al iceberg de melena compacta, engrasada con aceite de ballena, que se había sentado en su hamaca.
    Aquí considero que necesitas otra coma: ¡Tenga, tenga!
    Las expresiones que utilizas para describir son maravillosas.

    Espero con mucho interés tu próximo trabajo. Realmente tu capitán es un personaje como pocos.

    Escrito el 28 enero 2018 a las 11:48

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