Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Claro destino - por Trevor Green

Había llegado el día, hoy Samuel embarcaría para pasar los siguientes doscientos cincuenta días dando la vuelta al mundo. El capitán lo selección por sus dotes de navegante nocturno. De toda la tripulación era el único que había aprendido a navegar de noche gracias a las constelaciones, un arte perdido gracias a la infinidad de aparatos que tenía el buque instalados. Aprendió a navegar con su padre desde una edad muy temprana, pero los trucos de la vieja escuela los aprendió de su abuelo, el mismo que le enseño a amar la mar.
Ya tenía todo preparado, así que cogió el petate y calle abajo hasta llegar a puerto. Allí estaban el resto de tripulantes despidiéndose de familiares y amigos. Él puso rumbo al bar del puerto, tomaría un trago antes de la hora señalada. Se encontró con los feligreses de cada día, los que no jugaban a cartas contaban historias de pesca, todos con un trago en la mano y una sonrisa en la cara. Se sentó con los de siempre, en este aventura lo dejaban solo. Repasaron rutas marítimas, hablaron de las corrientes y los canales que atravesarían. Era todo una aventura pero algo cambio el ambiente. Por la puerta entro toda una mujer. Vestida con un vestido verde, una larga melena negra que le llegaba hasta la parte baja de la espalda, una sonrisa tan brillante como un collar de perlas resaltaba con esa piel color canela. Se movía grácil y delicadamente, como un junco animado por el suave viento. Se hizo un pequeño silencio, como si un ángel hubiera cruzado toda la habitación. Un instante después ella estaba en la barra hablando con el camarero y la jarana volvió a reinar en el lugar.
Él la siguió mirando de reojo para apreciar como el camarero lo señalaba como respuesta a algo que ella le había preguntado. Ella fue hacia él, confundido todavía por el hecho de ser la respuesta a alguna pregunta que desconocía. Hasta el instante en que él se giró y sus miradas se cruzaron. Los ojos de ella eran del mismo azul del mar, y tan profundos que por un instante se perdió en ellos. Pero no dudo ni un segundo, era ella, Clara. Hacia treinta años de aquel verano, aquel donde solo eran unos críos de nueve años que se pasaban el día en la playa o subidos a algún bote. No era el mismo pueblo pero si la misma época, Clara era la sobrina del farero del pueblo donde Sam se había criado. Era un pueblo que quedaba unos cien kilómetros arriba siguiendo la costa pero lo dejo cuando cumplió la mayoría de edad para buscarse la vida por si mismo. Solo aquel verano habían coincidido ya que ella vivía en la otra punta del país. Vino a hacerle compañía a su tío cuando su tía murió, querían que dejara el faro y se fuera con ellos, pero él dijo que ese era su lugar y que de ahí no se movería.
Salieron juntos del bar y cruzaron todo el puerto, al otro lado empezaba la playa. Estuvieron hablando como si se conocieran de toda la vida. Siguieron caminando hasta subir a lo alto de una colina en la cual un antiguo torreón vigilaba la costa a ambos lados. Ella le contó que había vuelto hacia un año cuando su tío murió y que desde entonces lo había estado buscando. Él también había pensado en ella alguna vez, pero nunca tubo el valor de hacer nada. Pero ahora el destino la ponía delante de él, el mismo día que empezaba su aventura. Un sentimiento de duda le invadió por dentro, que quería mostrarle el destino.
Una horas más tarde tubo clara la respuesta, desde lo alto de aquella edificación vieron como el sol se ponía en el mismo instante que un barco abandonaba el puerto. Su barco partía haciendo sonar la bocina. El eco lo sobresalto pero ahora el destino era muy claro. Su abuelo le dijo una vez, que el amor por la mar solo sería superado por el amor a una mujer una vez, solo en ese momento conocería a la mujer de su vida. Y allí estaba. Le aparto el flequillo, miro esos hermosos ojos y sobraron las palabras. Ese beso dijo todo lo que sus bocas callaron. Aquel día el marinero no subió al barco, su amor había llegado a puerto.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

5 comentarios

  1. 1. Laura dice:

    Hola Trevor.
    Me ha encantado la historia.Ya desde la aparición de la mujer se veía venir la inclusión de la frase, pero igualmente, se deslizó como un guante.
    Tienes algunas fallas ortográficas: tuvo x tuvo.
    Maravilloso abuelo, para explotarlo un poco más, disminuyendo un poco algunos detalles que lentifican por momentos la acción (la detallada descripción de sus habilidades y aprendizajes, la historia previa con Clara), pero no son elementos eliminables, tan sólo quedé prendida del abuelo y su sabiduría.
    Tiens hermosas expresiones.
    Hasta la próxima propuesta.

    Escrito el 17 enero 2018 a las 22:04
  2. 2. Denise dice:

    Muy lindo cuento, bien escrito, fluido y algo poético. Quizás la parte que explica por qué la mujer había ido al faro aquel verano me parece que está un poco de más, pero por lo demás está bien.

    ¡Saludos!

    Escrito el 18 enero 2018 a las 00:24
  3. 3. J. Guillén Devís dice:

    Un precioso momento al final de una preciosa historia de amor. Del primer amor…del único amor en este caso. Que romántico. Un relato genial
    Saludos!!!

    Escrito el 18 enero 2018 a las 18:38
  4. 4. Ane dice:

    Hola Trevor, bonita historia. Qué pócima secreta guarda el primer amor que a todos nos marca. Pena de no haber introducido algún diálogo. Si algo he aprendido en este taller leyendo a los compañeros es que lo enriquece más si cabe.

    A mejorar está el asunto de los acentos, hay unos cuantos. Te lo digo desde el cariño.

    Un saludo.

    Escrito el 20 enero 2018 a las 14:18
  5. 5. Ezequiel dice:

    Buenas ! Me molesta un poco el hecho de leer tanto para un final ya anunciado pero esta bien descripta

    Escrito el 21 enero 2018 a las 00:56

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.